COVID-19, Santa Cruz

15 familias en Santa Cruz enfrentan la pandemia sembrando para vivir

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Diego Gutiérrez no lo pensó dos veces cuando en junio lo invitaron a participar en la elaboración de una huerta comunal en su pueblo, Matapalo de Santa Cruz. A inicios del 2020, trabajaba como recepcionista en un hotel cerca de Playa Grande, pero desde marzo quedó desempleado por el impacto de la pandemia en el turismo.

Diego es parte de las más de 42.000 personas desempleadas en la Región Chorotega, según los datos del segundo trimestre de 2020 de la Encuesta Continua de Empleo del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC). Se trata de 17.000 personas más en comparación con los datos del primer trimestre. 

Él y su esposa se las han ingeniado en los últimos cinco meses para subsistir: a veces él sale a vender mandarinas de un palo que tiene en su casa, y su esposa empezó un proyecto de jabones artesanales hechos de leche de cabra. También se abastecen con gallinas, pollos, patos y unas siembras de maíz y ayote

Siempre hemos tenido comida en la casa porque el invierno ha sido bueno, nos ha brindado pasto y los cultivos se han desarrollado bien, poquito pero para tres personas (él, su esposa e hijo) comemos bien”, agrega. 

Según la idea que le plantearon a Diego, la huerta serviría para que su familia y otras 14 familias más de la comunidad cosecharan alimentos para autoconsumo o para vender en medio de la incertidumbre por el COVID-19. 

“Me servía para tener más ingresos para la familia. Usted sabe que lo que es comida es lo más importante”, dice.

Por la comunidad

La idea de la huerta nació en la fundación Futuro Brillante, que organiza proyectos e invierte en el desarrollo del distrito de Cabo Velas de Santa Cruz. Por ejemplo, da cursos de inglés, computación y talleres ambientales. Su impacto en la comunidad también incluye obras de infraestructura, como arreglos de play, inversiones en camerinos y canchas multiusos.

“Ya habíamos tenido proyectos pequeños de huertas comunitarias y cuando llegó la pandemia empezamos a pensar cómo podemos utilizar los esfuerzos y conocimientos para hacer otros proyectos”, cuenta la fundadora y directora Lindsay Losasso. 

Losasso había sido reconocida en la primera edición del Premio Creadores de Cambio, de La Voz de Guanacaste, en la categoría “No guanacastecos por Guanacaste”. En ese entonces relató a La Voz que suelen sostener la fundación con el apoyo financiero de un grupo de estadounidenses.

Para este proyecto tuvieron ayuda del sector privado. La empresa Garnier & Garnier Desarrollos Inmobiliarios les prestó un terreno de tres hectáreas durante un año para que el grupo de voluntarios de la comunidad desarrollen la huerta. Losasso espera que el proyecto pueda extenderse más de un año si da los frutos suficientes para demostrar su éxito.

La fundación visitó en junio a las familias para presentarles el proyecto y, el lunes 6 de julio se reunieron por primera vez a sembrar. Actualmente tienen plátano, maracuyá, pipián, pepino, maíz y banano, y esperan tener la primera cosecha en poco más de dos meses.

En un grupo de WhatsApp, coordinan las visitas a la huerta y las tareas pendientes que tienen por hacer. Todos los días, al menos una persona visita la huerta para cumplir con las tareas que se requieren. 

Trabajamos la responsabilidad y compromiso de cada quien. Ahorita estamos yendo a hacer limpieza cuando tenemos tiempo”, dice Gutiérrez. Según él, la dinámica ha sido provechosa porque todos aportan habilidades distintas.

Por ejemplo, él es becado de la Universidad Estatal a Distancia (UNED) y está estudiando Agronomía. “Ha caído bastante agua en los cultivos, el maíz va bonito, hace un tiempo le cayó un gusano pero ya está controlado”, cuenta y agrega que su enfoque principal es la agricultura orgánica.

“Todos tenemos que compartir conocimientos y al final todos aprendemos de todos”, agrega. Las 15 familias voluntarias ponen la mano de obra y la organización y la empresa ponen insumos como abonos. 

Manos a la tierra

El autoabastecimiento con huertas es una solución que han planteado instituciones y expertos en medio de la pandemia. 

El profesor del Centro Nacional Especializado en Agricultura del Instituto Nacional de Aprendizaje (INA), Eduardo Aguero, dijo a Semanario Universidad que en los últimas semanas ha recibido solicitudes de apoyo para transformar negocios e invertir en agricultura. 

“El turismo está en temporada cero, entonces algunas empresas que tienen empleados alumnos nuestros están reinventando el espacio productivo de la huerta ampliándola para producir comida, manteniendo a los empleados y dando un poco de liquidez a las economías locales”, comentó. 

Para Diego, el proyecto servirá para el autoconsumo pero también para dinamizar la economía de la comunidad. “La idea es que todo sea equitativo y que los que estamos sin trabajo de esa producción que tengamos nos sirva para comer en la casa», dice. «Y si podemos vender, al menos vamos a tener un poquito de ingreso para pagar los recibos”, agrega. 

Según Diego y Losasso, para continuar con éxito quisieran contar con un mayor número de familias comprometidas, más equipo para trabajar la tierra, un sistema de riego y electricidad para la bomba que saca el agua del pozo. “Por lo menos para tener una garantía de que las familias podemos ayudarnos a pagar agua, luz y otros recibos”, dice Gutiérrez. 

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Si usted quiere aportar al proyecto, puede enviar sus donaciones a la Fundación Futuro Brillante. 

Fundación Futuro Brillante | Cedula Jurídica 3-006-731214

Banco Nacional, cuenta en dólares: IBAN CR93015119320020017346

Banco Nacional, cuenta en colones: IBAN CR19015119320010063859

BCR, cuenta en dólares: IBAN CR07015202001228548430

BCR, cuenta en colones: IBAN CR94015202001228548513

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