El Jobo y Cerro Verde son dos diminutos caseríos encajados en las montañas de Nicoya. Para llegar a cada uno, hay que recorrer estrechos caminos de tierra que suben y bajan por las laderas. La quietud en estos pueblos se respira mientras sus habitantes trabajan en el campo.
Sin embargo, los caudales de las quebradas comienzan a disminuir conforme entra la época seca, y la escasez de agua es un tema de conversación constante.
Por esa razón, en estos pueblos hay agricultores que confiaron su subsistencia en nuevos métodos para racionar el agua y, gracias a ello, tendrán todo lo necesario para que sus fincas sigan verdes durante el abrasador verano guanacasteco.
Sus ventajas están cavadas en la montaña: los reservorios, grandes estanques que almacenan lluvia y captan agua de quebradas cercanas, garantizan el líquido para sus cultivos durante todo el año.
Asegurar el agua para sus tierras hizo que los agricultores se atrevieran a probar nuevos cultivos con el interés de que estos sean completamente orgánicos. Ahora, su preocupación es vender esos nuevos productos en la provincia. El agua ya no es el gran obstáculo.
“Aquí, de agua no se perece”, dice Carlos Corrales, en El Jobo, mientras revisa la manguera que conecta el reservorio con sus cultivos.
En El Jobo viven don Carlos Corrales y su hijo, quien lleva el mismo nombre. Desde hace 5 años producen, sin interrupción, cebolla, tomates y tilapias en su pequeña finca con un sistema de riego por goteo.
Una parte de la finca de los Corrales recibe agua directamente del reservorio, mientras que la otra se riega con el agua usada de los estanques de tilapia. “Es agua que viene abonada, por las excreciones de la tilapia. También viene con hidrógeno y eso le sirve mucho al tomate”, explicó Carlos padre.
La aspiración de los Corrales es que sus productos lleguen a ser orgánicos. “Es difícil ser totalmente orgánico porque este es un terreno que ha sido explotado con químicos durante muchos años”, dice el hijo.
La familia Corrales proviene de San José; el padre era zapatero y el hijo era mensajero. Ahora, toda su atención está en el éxito de su finca y por eso apuestan por invertir en el reservorio, el riego por goteo y la producción sin químicos: “Uno tiene que hacer una inversión para su bienestar en el futuro”, dice Carlos hijo.
Gracias a los reservorios, Minor Barrantes tiene media hectárea con cultivos de apio, rúgula, bok choi, kale, zanahoria, mostaza china, culantro de Castilla, perejil, berenjena, brócoli, coliflor y repollos, y los vende a restaurantes y hoteles.
Los beneficios económicos que dan los reservorios han motivado a los productores de Cerro Verde a construir más estanques. Ahora, el poblado tiene 5 reservorios funcionales como éste, el cual está cubierto con malla sombra para reducir la evaporación del agua.
“Antes de los reservorios, trabajamos granos básicos. Como no eran hortalizas, la agricultura se limitaba al invierno. Desde que optamos por la agricultura orgánica y con reservorios, nuestra meta es producir a lo largo de todo el año, porque el beneficio para la comunidad es mucho mejor. Ahora, nuestro sostén es esto”, explica Minor Barrantes.
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