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Arianna Martínez: el silbato joven del balonmano guanacasteco

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Antes de salir a la cancha, su ritual siempre es el mismo: Arianna Martínez se ve al espejo, respira hondo y dice que todo va a salir bien. 

Todo está listo para que inicie el juego de balonmano: las tarjetas roja, amarilla y azul, el silbato y el uniforme de hombre que ajustó porque no venden tallas para mujeres.

Cuando ingresa al terreno, saluda a los entrenadores y a los jugadores y se dirige al centro de la cancha para pitar el inicio del partido. Arianna da zancadas firmes con el rostro serio. 

Es como entrar en un túnel en donde uno enfoca solamente lo que pasa en el juego. Tengo que estar concentrada para que el partido no se salga de control”, me cuenta Arianna en La Cruz, cantón en en que nació y donde ha vivido todos sus 16 años.

Ella es la única y primera árbitra de balonmano en Guanacaste y sabe que algunos entrenadores desconfían de ella por prejuicios machistas sobre las mujeres jóvenes. Hoy, Arianna está muy concentrada en el partido como para que eso le importe.

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El curso para graduarse como árbitro era todos los fines de semana en San José, a unos 260 kilómetros de la casa de Arianna.

En el equipaje nunca le faltaron un mapa de la provincia hecho a mano por su papá y una gravol para controlar los nervios de viajar sola.  

“Las primeras veces fueron muy difíciles. Yo iba nerviosa y con un poco de miedo”, cuenta Arianna. La jornada, además, era extenuante. Salía en bus público de La Cruz a las 3:45a. m., recibía el curso, pitaba algún partido y regresaba hasta las 12 a. m. a su casa.

El compromiso de Arianna con el curso llamó la atención del coordinador de la Comisión de Arbitraje de la Federación Costarricense de Balonmano, Randall Gutiérrez.

Randall la vio decidida, hábil, joven y piensa que no se equivocó cuando la fichó.

Noté mucho interés pero también talento. Tiene buen temple y personalidad, se le ve en sus gestos y en sus formas de actuar. Es muy segura y eso es lo más elemental”, cuenta.

Luego de 16 horas de curso y 20 partidos como réferi, la Comisión de Arbitraje decidió darle el título de árbitra con gafete nacional, para pitar partidos dentro del país.

“Viajar dejó de ser un esfuerzo cuando empecé a amar tanto el arbitraje. Para mí no es un sacrificio, sino un tiempo bien invertido”, reflexiona Arianna.

No se refiere solo a las situaciones de acoso. También a los conflictos que otros generan por su edad, o porque antes de ser árbitra, también era jugadora del equipo de Liberia.

A veces tiene que pitar partidos en los que juega su equipo anterior. Justamente en el partido de los gritos machistas, la barra también le reclamaba que fuera «juez y parte» del juego.  Pero en la cancha, Arianna se veía seria, concentrada, casi inmutable, cuenta ahora su mamá. 

“Ella siempre ha tenido que rozarse con personas de más edad en un campo donde la mayoría son adultos con experiencia y ha logrado dar la talla”, opina Jéssica.

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En el camino le tocó, incluso, enfrentarse a situaciones de acoso sexual. Una vez en un bus, Arianna tuvo que cambiarse de asiento porque un señor no paraba de tocarle las piernas. En un partido hace un tiempo, la barra le gritaba frases machistas como “¡Mejor vaya a pintarse las uñas!” o “Arréglese el pelo en vez de venir a pitar”. 

Su mamá, Jéssica Navarrete, dice que ella escuchaba los insultos desde la gradería opuesta, que Arianna la volvía a ver pero que ella respiraba hondo y disimulaba para no desconcentrarla.

Arianna, sin embargo, considera que esos episodios son aislados, no sistemáticos de todos los partidos. Y lejos de desanimarla, Jéssica la apoya. 

Lo primero que le dijimos cuando nos contó que quería ser árbitra fue que era muy joven y que era muy importante que se preparara para enfrentar estos ambientes difíciles”, relata su mamá.

Arianna, por su parte, se enfrenta a los comentarios impropios y a las invitaciones fuera de lugar con un carácter de hierro.  

Dice que una vez en un partido, cuando un jugador la invitó a salir, ella no dudó en sancionarlo con una tarjeta amarilla.       

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Arianna fue jugadora del equipo femenino de Liberia antes de ser árbitra. 

Previo a los Juegos Nacionales del 2019, tuvo que decidir si jugar o renunciar a su equipo para pitar en la competencia. No lo dudó: árbitra.

Pitar el torneo significó que todo su esfuerzo para convertirse en jueza de juego valió la pena. 

Ese detalle [renunciar a su equipo] dice mucho de alguien; se ve un interés real de dedicarse a esto y por eso ella está dentro del grupo de árbitros con proyección internacional que tenemos”, dice Randall. Ya él se lo dijo: si sigue perseverando tendrá el chance de salir del país y consolidar una carrera como réferi.

Arianna ya tiene en la mira convertirse en una árbitra internacional. La seguridad con la que habla es como si supiera que ese día llegará pronto.

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