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Caliche: el cantautor que inició una nueva forma de hacer música en Guanacaste

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Traductora: Arianna Hernández

 

Hace 40 años, un joven nacido en cuna pobre, en Refundores de Villarreal de Santa Cruz, vino a revolucionar la forma de componer canciones típicas guanacastecas.

Hasta entonces la mayoría de las letras de la música que se producía en Guanacaste estaban muy enfocadas en retratar el paisaje y las estampas criollas tradicionales, generalmente ligadas a historias de amor. Son un claro ejemplo Luna liberiana, Serenata romántica o El huellón de la carreta. Por otra parte, los grupos de bailes folclóricos estaban cansados de bailar las mismas piezas: La botijuela, Los amores de Laco o el Zapateado.

Carlos Rodríguez Santana o simplemente Caliche, en la década de 1980, empezó a escribir letras enfocadas en personajes del pueblo, como Tío Julián; en la descripción de tradiciones como Herencia o Mi Cristo chumeco; y sobre todo en la defensa de la naturaleza: Un canto por la vida, Descuajaron la montaña o El guaco. Lo hizo con palabras sencillas, con expresiones muy criollas, con una pluma completamente campesina.

Carlos solía andar siempre un cuaderno doblado, en su bolsa de atrás o en su bolso cruzado, donde anotaba las expresiones que escuchaba de los viejos y las inspiraciones o los versos que surgían en cualquier momento.

Musicalmente, Caliche desempolvó el ritmo más tradicional de Guanacaste, las parranderas, generalmente reservado para las cimarronas y compuso canciones muy alegres con letras más frescas, de contenido social, humano y llenas de detalles que retratan la identidad de Guanacaste.

De inmediato algunas de sus canciones empezaron a ser como himnos en las “montaderas” y en las fiestas de todos los pueblos. Los conjuntos de bailes folclóricos empezaron a imaginar coreografías al punto de que no hay un grupo de bailes que no haya montado alguna de sus piezas.

Manuel Chamorro tiene todavía una voz privilegiada y suficiente lucidez para hablar de su historia, muy poco común para un muchacho de Liberia en los 50s y 60s.

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Un cantautor comprometido

Los que le conocimos. todavía lo lloramos 25 años después de su muerte. Caliche era un joven siempre sonriente, dulce, amable y con una sensibilidad especial hacia la gente sencilla. Fue siempre agudo para observar las costumbres y la forma de hablar de su pueblo.

Con su pañuelo rojo en la cabeza, en su cuello o en su muñeca, su bolso, su bicicleta y su guitarra en la espalda, era común verlo en cualquier calle de Santa Cruz. Sus canciones las componía como en abonos de polaco. Escribía unos versos, se los daba a leer a sus amigos y los modificaba. Les ponía música y le cantaba sus borradores a quienes creía que podían hacerles observaciones. Muchos tuvieron el orgullo de haber sugerido algo a sus creaciones.

Él tenía “metederos”, muchas casas de amigos y de familias donde se sentía bien. Era común que llegara donde doña Maruja en el Barrio Buenos Aires. Allí comía, conversaba largo con don Jesús y con ella, dejaba su bicicleta y la recogía días después. Así donde doña Beti en el Barrio El Panamá, donde doña Sabina en La Danta de Arado, donde don Ernesto en La Garúa. Y también en los pueblos: Ortega, Santa Bárbara, Lagunilla…

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Caliche era un completo juglar, como le decía Guadalupe Urbina. Cogía su bicicleta o el bus y se iba, uno, dos o tres días a hablar con la gente, a cantar sus canciones en las casas de sus amistades y a compartir con sus amigos.Foto: Cortesía: Hernán Gutiérrez

Era un completo juglar, como le decía Guadalupe Urbina. Cogía su bicicleta o el bus y se iba, uno, dos o tres días. A hablar con la gente, a cantar sus canciones en las casas de sus amistades y a compartir con sus amigos.

Caliche no solo escribía sobre la organización comunitaria, como en la canción Ostional, sino que fue un líder comunal, presidente de la ADI de Villarreal. No solo escribía sobre la naturaleza, sino que fue fundador de La Gran Chorotega, una fundación para promover lo que después fueron los Parques Nacionales Diriá y el Parque Marino las baulas de Guanacaste. 

No solo hacía versos sobre la defensa de los bosques, sino que iba a apagar incendios al bosque Diriá. Hablaba sobre la juventud porque fue un promotor juvenil del Instituto sobre Alcoholismo y Farmacodependencia (IAFA). Y no solo defendía de las tortugas baulas, también trabajó como educador ambiental con niños de su comunidad.

Fue un cantautor comprometido con lo que escribía. Compuso alrededor de 40 canciones, grabó dos “cassettes” y luego sus amigos grabaron las piezas inéditas. Su obra está registrada y protegida.

Un soñador

Junto a otros, Caliche participó de un movimiento de compositores e intérpretes de música Guanacasteca que se formó en el año 1985 al calor del programa de radio “Así es Guanacaste” que tenía Radio Chorotega. 

En 1983 se fundó esta emisora que en sus primeros años se volcó de lleno a la promoción de la identidad guanacasteca. Poco a poco fue sustituyendo la música ranchera por música de la región y eso fue un disparador para que muchos grupos y cantautores saltaran a la fama. Entre ellos Caliche y otros como Los Alegres de Lorena, Balo Gómez, el trío Contradanza y decenas de intérpretes populares, marimbistas, narradores orales, copleros, bombeadores… 

Esos años entre 1983 y 1989 fueron el renacer de la música regional en Guanacaste. Y no es coincidencia que fueron los años en que Caliche compuso la mayoría de sus canciones.

Musicalmente, Carlos empezó cantando con un estilo muy andino y sus primeras letras eran cantos a la organización, a la juventud y al campesino. Los conceptos generales de justicia y paz estuvieron, desde entonces, muy presentes en sus creaciones. 

Luego se enfocó en las tradiciones sobre todo las fiestas y las “montaderas”, le dio valor a personajes del pueblo y escribió al menos diez canciones sobre la defensa de la naturaleza. Carlos soñaba con un mundo diferente. En ese mundo, los pobres, la gente buena, los animales y los bosques eran sus preferidos.

El trovador se marcha

Aquel 24 de agosto de 1997, no había rayado el sol aún y Caliche, con 6 amigos más, se montó en la parte de atrás de un carro rumbo a Liberia. Había pasado toda la noche en vela en Lourdes de Abangares. Una organización que se oponía a la minería a cielo abierto había organizado una vigilia y Carlos, que se había solidarizado con su lucha, participó cantando.

Minutos después tuvieron un accidente y allí acabó la parte física del cantautor de 41 años. Se le recuerda por su alegría y sencillez, por su aporte al patrimonio musical guanacasteco y por inspirar a los nuevos talentos musicales de la provincia.

2019 - Diciembre - Casa de la cultura Santa Cruz Edificio deterioro infraestructura - Cesar Arroyo-8

El anfiteatro del Parque Bernabela Ramos en el centro de Santa Cruz lleva su nombre.Foto: César Arroyo Castro

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Hernán Gutiérrez Oviedo es periodista, gestor cultural y recopilador de tradiciones orales de Guanacaste. Ha escrito varios libros entre ellos: Las tallas de tío Julián, Guanacaste nuestra casa, Me lo dijo el río y La hazaña de los Pataspeladas. Era productor en Radio Chorotega, en los años 1980, cuando conoció a Caliche y compartió con él no solo proyectos culturales sino una gran amistad. Fue fundador de Los Chocuacos, un grupo de amigos cercanos del cantautor que se encargó de grabar la música que Carlos dejó inédita y de proteger sus derechos de autor. Actualmente trabaja en una biografía de Carlos Rodríguez.

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