Nicoya, Cultura

“Canciones para un viaje”, un vistazo a la vida de Max Goldenberg

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Alexander Jiménez escuchaba tocar a Max desde niño, cuando su tío Beto lo llevaba a la finca de los Goldenberg.A mí siempre me cautivó su música y desde hace unos ocho años tenía la idea de escribir un trabajo sobre Max”, cuenta Jiménez. Pero no sabía muy bien cómo hacerlo.

Logró descifrarlo cuando la pandemia puso todo en pausa y se vino a vivir a Nicoya. Ahí tuvo la oportunidad de estar más cerca del músico y estudiar mejor sus canciones.

Max Goldenberg, Canciones para un viaje es el libro más reciente de Jiménez, publicado por Editorial Arlekín, una pieza más de la colección Arlekín-Nicoya, que busca documentar las prácticas y patrimonios culturales de Nicoya.

Su obra anterior, Las formas de la madera, también forma parte de esta serie. En ella retrata la arquitectura de las casas de madera construidas a principios del siglo XX en Nicoya.

Ahora, en su nuevo libro, Jiménez relata la vida del músico nicoyano desde tres ejes: la historia de la familia Goldenberg y el lugar que Max tiene en ella, su incursión en el mundo de la música y su estilo musical. 

“Canciones para un viaje” intenta resumir la banda sonora que Max elaboró alrededor de su vida y la de su familia: una vida de canciones y migraciones. Apenas en las primeras páginas, el autor deja claro que su intención no es hacer un libro biográfico sobre Goldenberg.

“De lo que trata es del modo en que lo lejano y lo cercano del mundo se anudan en sus canciones. […] Es un intento de pensar los mundos que entrecruzan en una vida”, subraya Jiménez en el primer capítulo.

Al ensayo lo atraviesan fotografías de archivo de la familia que van desde retratos del padre de Max, Jaime Goldenberg, en su natal Bielorusia, postales familiares en blanco y negro con sus sobrinos Jaime y Fidel Gamboa los Malpaíses aún de niños, hasta imágenes actuales que documentan las variadas facetas de Max.

“La idea era captar la complejidad de la vida de Max. Él es un hacedor de canciones, pero no es sólo eso, es también un apicultor, es agricultor, es ebanista. Su manera de hacer canciones tiene que ver con su manera de vivir esos otros oficios”, explica Jiménez.

Reescribir la música de Guanacaste

Además de las fotografías, el libro viene acompañado de textos breves de personas que Jiménez entrevistó durante su investigación: familiares, músicos que han trabajado con Goldenberg, personas que en algún sentido se consideran sus discípulos o que han entrado en contacto con él de diversas maneras.

“Él [Alex] no interpreta a los otros personajes sino que los deja hablar, eso me parece que fue una parte muy importante de la narrativa”, opina el propio Max Goldenberg.

Max Goldenberg

Max Goldenberg y su perra Fraudemina en la finca La Chorrera, un pequeño bosque tropical seco a las afueras de Nicoya donde vive junto a su esposa Sonia Zúñiga. Foto: Cristina Díaz.Foto: Cristina Díaz

Uno de ellos es el catedrático de la Universidad Nacional (UNA), Esteban Barboza, quien considera que uno de los principales aciertos del libro es poner a disposición del público un análisis de la música de Max como lo que es: parte de una cultura y un patrimonio vivo.

“En ese sentido, Max es parte de esa cultura viva que no necesita ningún rescate, ni ninguna preservación, porque está más viva que nunca y porque es algo que es parte de la cotidianidad”, añade Barboza.

Otra de las voces incluidas en el libro es la de Vera Vargas, encargada de la oficina de Gestión Cultural de Guanacaste.

“Es fundamental seguir haciendo estas producciones y estas reflexiones, pero principalmente que el público las lea”, explica Vargas. Además, opina que este tipo de obras son necesarias tanto a lo interno de Guanacaste como para quienes nos ven desde afuera. 

“Muchas veces se ve lo que se produce en Guanacaste como si todo fuera folclórico y aquí se hacen cosas innovadoras. A partir de estas herencias podemos hacer propuestas nuevas, podemos crear obras con un nivel de calidad y con elementos conceptuales más allá de lo tradicional”, agrega.

Al final del libro hay un cancionero con la enorme mayoría de las canciones de Max. La única razón por la que no están todas es porque el nicoyano no para de componer.

“Mientras el libro salía, ya había compuesto otras canciones. Mi impresión es que es una música todavía por conocer y es una obra abierta. La obra de Max está en construcción”, concluye Jiménez.

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