Ver a Guanacaste desde las alturas es posible no solo desde un avión o un helicóptero. Cerro Caballito en Nicoya nos regala un vistazo de 360 grados a una buena parte de la provincia: desde el volcán Orosí en el cantón fronterizo La Cruz, hasta el Golfo de Nicoya y sus islas.
Nuestro objetivo era ver el sol caer. Salimos a las 2:30 p. m. de la comunidad de Caballito, a 37 metros sobre el nivel del mar (msnm), entre los pueblos de Quebrada Honda y Corralillo. El destino era la cúspide del cerro, a 440 msnm.
Dejamos el carro en la casa de nuestro guía, Víctor “Carrillo” Obando.
Él, sus hermanos y hermanas heredaron un tesoro que estábamos por recorrer: 113 hectáreas que tienen tanta diversidad casi como la provincia misma. Potreros, bosque primario y secundario, una caverna, nacientes de agua, terrenos rocosos, árboles frutales y animales silvestres.
Víctor nació y creció aquí, y desde hace 10 años empezó a guiar a vecinos de la comunidad hasta la cúspide del cerro.
“Eran dos, tres, cinco personas las que venían al año”, recuerda Víctor. Hasta que en octubre del 2020 cambió su teléfono Nokia —que solo le permitía enviar mensajes de texto y hacer llamadas telefónicas— por uno donde pudo tener por primera vez Whatsapp, Messenger y Facebook.
Con el nuevo celular, sus hijos e hijas le ayudaron a crear una página en Facebook y desde entonces “esto levantó”, dice él. Así fue como nosotros mismos nos antojamos de subir. En redes sociales sobre todo habitantes de Nicoya empezaron a compartir fotos del lugar.
Ahora, incluso su esposa Liseth Obando se ha convertido en una aliada del emprendimiento. Le acomoda la agenda de turistas, atiende las llamadas en el teléfono de su casa e incluso puede preparar desayunos y almuerzos a las personas que escalan, siempre y cuando lo pidan cuando reservan su tour.
Yo me siento muy contento y agradecido con Dios”, nos dice. “La meta que yo tenía se está cumpliendo. Me encanta la montaña y mi hijo me ayuda incondicionalmente. Nunca me dice ‘papi no quiero’, siempre está a la par mía”, menciona mientras pasea su mirada por el camino que pisamos y el que nos espera por delante.
Odas a Guanacaste
Atravesamos un campo de pasto con ganado y una pendiente rocosa para ingresar a la montaña. Luego de 300 metros de camino llegamos al mirador El Voladero. Desde ahí ya podíamos ver al final del paisaje la majestuosa cordillera volcánica de Guanacaste: los volcanes Orosí, Rincón de la Vieja, Miravalles y Tenorio.
A los pies de ellos las ciudades de Liberia, Cañas, las eólicas de Tilarán e incluso la estructura del puente La Amistad, sobre el río Tempisque. Desde aquí esto ya es un festejo a Guanacaste: sus infinitos tonos verdes y formaciones parece que vibran frente a nuestros ojos.
Después del primer mirador la temperatura empieza a descender. El bosque reforestado baja la sensación térmica a pesar de que el calor nicoyano de las 3 p. m. aún golpea con fuerza fuera de aquí. Desde que salimos, Víctor ha tenido que contestar decenas de llamadas de visitantes de todo el país que quieren agendar su tour.
“Yo les digo que me manden un mensaje de WhatsApp y que yo lo veo cuando regreso de la montaña”, nos cuenta. Al final de la tarde, en efecto, su teléfono tendrá un gran volumen de mensajes que su esposa Liseth ordenará.
Con nosotros subió un grupo de seis personas de diferentes edades, desde el mismo Víctor que tiene 60 años hasta niños de 11, vecinos de Nicoya y de Heredia.
Según Víctor, el tour es apto para personas de siete años en adelante. Él y su hijo —los guías— evalúan las capacidades de cada grupo para establecer el ritmo del recorrido, que cuenta con bancas y sitios de descanso a lo largo de los tres kilómetros.
Aún nos esperan dos miradores más: La Talqueza y La Penca. Pero en medio disfrutamos del bosque reforestado, que antes de los 90 fue potrero del abuelo de Víctor.
También atravesamos una zona arqueológica y una naciente de agua cerca de donde Víctor dice que vivieron grupos indígenas. El sitio aún conserva la presencia de esos ancestros. Él mismo recuerda que cuando era niño escuchó los ecos de sus voces irreconocibles y ya mayor ha oído sonidos de hachas cortando árboles.
El campo que está después de la zona arqueológica está repleto de plátanos y árboles frutales como naranja, uchuvas, mango, cas, jocote, tamarindo, zapote e incluso coyol. Víctor y su hijo también han sembrado hortalizas como jengibre y cúrcuma. Lo han hecho porque ven en este terreno miles de oportunidades más para conservar y disfrutar de la naturaleza.
Toda la vida he vivido en el campo y me encanta”, nos dice mientras atravesamos los campos de cosecha. “Me encantan los animales y la naturaleza”, enfatiza.
Justo después llegamos a la caverna El Matapalo. Las características del terreno en el Cerro Caballito guardan muchas similitudes con el Parque Nacional Barra Honda, que después veremos en la punta de nuestro recorrido.
La caverna no es una parada fija en el tour, solo si de previo al ascenso las y los visitantes le mencionan que quieren conocerla. Víctor nos la mostró: es pequeña, con apenas unos 30 metros de profundidad.
Después de la caverna, cuando damos pisadas fuertes y golpeamos el suelo con nuestro palo de senderismo escuchamos el terreno hueco. Según Víctor, geólogos de las universidades del país le han dicho que es posible que haya túneles subterráneos.
Mientras seguimos caminando nos cuenta por qué se llama Cerro Caballito. Hace muchos años, de la comunidad de Pozo de Agua subían a talar la montaña para sembrar trigo, maíz y frijoles. Un día encontraron una yegua con un caballo pequeño y fornido. Se lo llevaron para Pozo de Agua tres veces para domarlo, pero las tres veces volvía a amanecer en el cerro. “¿Qué pasó con el caballo después? Nadie lo sabe”, nos relata Víctor.
Tras unos cuantos minutos llegamos a los siguientes miradores. El ganado al que le pasamos a la par ahora se ve minúsculo, apenas reconocible. Nuestra vista sigue siendo de 180 grados, pero los metros de más nos reconfirman que Guanacaste desde las alturas es tan infinita como su belleza.
Aquí, además, encontramos la piedra con el hoyo, famosa porque decenas de visitantes hacen una parada segura para fotografiarse. La piedra es posiblemente uno de los principales asombros.
El último suspiro
La última escalada antes del mirador 360 es rocosa. Sin duda fue nuestra principal prueba física: el ascenso más empinado y con obstáculos. Nos confirmó porqué para Víctor era necesario darnos el palo de senderismo e incluso pagar un seguro por accidentes para las y los viajeros.
Tras unos cuantos respiros llegamos a la cima. Incluso aquí en el tope del cerro Víctor y su hijo han colocado bancas y plataformas para el descanso de los viajeros. El sueño de este nicoyano es seguir propulsando la visitación y conservación de esta maravilla llamada Cerro Caballito.
En el tope nos cautivó la inmensidad de la provincia y los colores del atardecer que la tiñen. Guanacaste estuvo a nuestros pies y su grandeza es tanta que aún ahí nos hizo sentir diminutos.
En breve
- Contacto: Víctor Obando – 86542332
- Dificultad: Media-alta.
- No accesible para personas con movilidad reducida.
- Apto para personas de siete años en adelante con óptima condición física.
- Parqueo: Sí.
- Mascotas: No.
- Área para acampar: Sí.
- Tiempo: Varía según el grupo, pero un estimado de dos horas de ascenso y poco más de una hora de descenso.
- ¿Qué llevar?
- Una mochila ligera con agua y meriendas (barrita, fruta, confites).
- Zapatos cómodos.
Comentarios