Nosara

Claudia Dobles visitó Nosara para prometer, una vez más, que finalizarán tramo de la ruta 160 en cinco meses

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El habitante de Nosara Alexander Cabalceta está sentado en los primeros asientos de las graderías laterales en el salón multiusos de Nosara. Con una sonrisa incipiente, dice que era casi una obligación venir a la reunión comunal sobre la ruta 160 con Claudia Dobles, coordinadora de la Región Chorotega para el Gobierno. 

“Oportunidades así no hay muchas”, dice Cabalceta. Por la emoción, pidió permiso en el trabajo y llegó al local una hora antes, para tener un buen lugar donde sentarse. 

De su mano reseca cuelga una mascarilla de papel para evitar el polvo. Dice él que, en parte, es un signo de protesta y en parte es por necesidad. Cabalceta, como muchos, se transporta en bicicleta por el pueblo y dice que el polvo de las calles tiende a “joderlo”.

Quiero que doña Claudia sepa que el polvo no me deja ni respirar bien, ni ver bien, ni vivir bien. Ella puede hacer algo”, sentencia. 

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Son casi las nueve de la mañana en el salón. Para estas fechas, ya los rayos de luz son afables y la temperatura no llega a los 30 grados, pero aún así los ojos arden y la piel pica. En el ambiente persiste una constante e irritante capa grisácea de polvo, usual en un pueblo de constantes construcciones nunca finalizadas sobre la Ruta 160. 

 

No es la primera vez que un funcionario del ejecutivo llega a prometerles en vano que terminarán esos primeros 10 kilómetros que conectan a Garza con Nosara, sin ninguna conclusión positiva. 

De hecho, los primeros ofrecimientos de los que La Voz de Guanacaste dio noticia fueron en el 2007, cuando la entonces ministra Karla González dijo que el asfaltado empezaría en el 2009 y sentenció: “Yo no prometo cosas que no cumplo”. 

Tras doce años de esperanzas perdidas, el Ministerio de Obras Públicas y Transportes (MOPT) asegura en esta reunión que hay un 68% de avance en los 10 kilómetros, y que finalizarán las obras en cinco meses, aunque el mismo ministerio reconoce que debió finalizarlas en junio de este año. 

Unos días más tarde, Alonso Mora le explicará a este medio que el nuevo retraso se debió a que el Consejo Nacional de Vialidad (Conavi) no había emitido contratos para pagar los materiales que se necesitaban para terminar la obra. Según Mora, los contratos se concretaron hasta noviembre. 

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El ruido ambiente del salón se mezcla con la tos de los asistentes, un son de marimba pregrabado y el lejano sonido de las grandes maquinarias de construcción, que llegaron un día antes de la visita de la primera dama

Es tan común que la maquinaria arregle el camino antes de que venga una autoridad de gobierno que los vecinos ya traen pancartas y gritos de protesta preparados. 

“¡Las calles solo se arreglan cuando vienen ustedes!” “¿Dónde está el asfalto para la 160?”, “El polvo y los huecos también matan”, “Dejen de mentirle a Nosara”… la lista continúa. 

Días antes, el síndico de este distrito, Marco Ávila, narró a este medio que los habitantes se prepararon colectivamente para el encuentro. Tuvieron largas sesiones para saber cuáles eran sus mayores necesidades y cómo tenían que transmitirlas a las autoridades. 

Foto:  Casa Presidencial / Julieth MéndezFoto: Cortesía de Casa Presidencial / Julieth Méndez

Esperamos que se anuncie que se van a terminar los primeros diez kilómetros y comenzar con diez más. Necesitamos noticias firmes”, sentenció. 

Entre el público hay ancianos, niños traídos por madres que deseaban asistir pero no podían dejarlos solos, perros, gatos y hasta tablas de surf. Las quejas en inglés y español se entrelazan en el oído. Una mezcla de rostros y experiencias que bien pueden resumir al pueblo. 

Casi a las 10 de la mañana, una hora después de la hora acordada, entra a la instalación un vehículo que, notoriamente, vivió hace poco la experiencia de la Ruta 160. Llantas con fango, ventanas llenas de polvo, bumper bajo. 

De él, Dobles sale caminando erguida, con una sonrisa deslumbrante y vestida de pies a cabeza de un traje blanco que ya atrapa pequeñas manchas de suciedad. La acompaña también el ministro del MOPT, Rodolfo Méndez, el síndico de Nosara y otros funcionarios encargados de las obras en la región.

Se apaga la música y el salón se silencia por primera vez en toda la jornada. El comité protocolario inicia solicitando a la población que la conversación se restrinja únicamente a los problemas de infraestructura vial de Nosara. “Es lo que más nos interesa y más le interesa a ustedes”, dicen. 

El anuncio se da rápido: en cinco meses (para abril o mayo del 2020) se “tiene” que culminar, bajo un “tratamiento superficial”, con los primeros 10 kilómetros entre Garza y Nosara. 

(El ingeniero Mora le explicará más adelante a La Voz que las nuevas promesas de la primera dama no incluyen el asfalto. Al menos no hasta que el Conavi logre realizar nuevos acuerdos con el MOPT y que ambos logren agregarlo en el presupuesto.

“Esta es una función fuera de nuestras manos. Le corresponde al Conavi reaccionar ante ello”, enfatizó. 

La construcción también incluirá tres puentes a dos carriles sobre las quebradas Rempujo, la Esperanza y Sube y Baja, que conectan a Los Ángeles de Garza, Nosara, Sámara, Ostional y Santa Cruz.

En total, informaron las autoridades, el proyecto costará ¢4.272 millones y estará a cargo de la Empresa Constructora de Obras de Infraestructura (Codocsa). 

Han pasado apenas 20 minutos y el cuchicheo invade el auditorio abierto. Se comienzan a escuchar varios gritos: “¡Mentirosa!”, “En cinco meses más el polvo nos va a matar”, “¡Nos va a dejar morir!”.

Dobles, que el 25 de julio vivió una experiencia similar en este mismo cantón, sube el tono de voz e insiste: “No somos insensibles con esta comunidad. Entendemos la frustración, de verdad. Yo leo lo que nos escriben en las redes, en serio, los leo. Bien sabemos que tienen décadas esperando. No están solos. Estamos dando golpes de inicio”. El silencio gana de nuevo. 

El ministro Rodolfo Méndez se levanta de su silla y toma el micrófono. Con su voz achacosa pero firme, recuerda que ha estado en este cargo tres veces pero dice que esta vez “es diferente” porque el gobierno actual está enfocado en terminar el proyecto.

Hay una deuda histórica con la ruta 160”, lamenta. 

 

También explica que uno de los mayores problemas ha sido el financiamiento, pero esta vez “el MOPT aprobó una adenda que garantiza el suministro de base granular y los materiales requeridos para terminar”. 

Este nuevo acuerdo se basa en un “convenio presupuestal permanente” con el Conavi de ¢2.981 millones. Ese convenio establece que la plata no se puede gastar en ninguna otra cosa y que está asegurada para comprar todos los materiales y finalizar esos diez kilómetros en los cinco meses pactados (en ese presupuesto no están incluidos los puentes). 

La arquitecta Dobles insiste en que en un mes exacto, en la segunda semana de diciembre, ella misma volverá para ver los avances de todos estos proyectos. 

También informa que el MOPT realizará un estudio para definir el posible financiamiento de la segunda y tercera etapa de la Ruta, con nuevos tramos de aproximadamente 36,8 kilómetros en total, y que abarcaran la conexión de Nicoya y  Santa Cruz con el distrito.

“Finalmente nos miran”, dice Teresa, una señora morena, regordeta y rebosante de canas que tímidamente pide que no se use su apellido para esta publicación. Dice que vino sin expectativas, pero que ver a la primera dama en persona le ha traído “esperanza”. A su lado, cuatro mujeres aplauden, diciendo que el gobierno “de una vez por todas” les puso atención.  

La peor parte de la ruta 160 es entre La Esperanza y Playa Pelada.

El gobierno dejó 15 minutos para que la población realice comentarios y libere las dudas que puedan tener. 

“¿Cuándo realmente se va a terminar?”, cuestionan. “En cinco meses debería de estar finalizado”. “¿Han valorado los riesgos de salud e impacto al medio ambiente?”, preguntan. “Los tenemos muy presente”, responden. “¿Cómo nos garantizan que el año que viene van a terminar la obra?”, enfatizan. “Vamos a monitorear muy de cerca”, explican. “¿Cómo saber que no nos van a venir a robar de nuevo?”, “Estaremos pendientes de todo”, dicen. 

Las preguntas se convierten en comentarios. 

“Nosara es un pueblo valiente, pero está cansado. Esa ruta nos está matando, Claudia, nos limita el desarrollo, nos mata. Estamos respirando veneno”, dice un anciano de unos 70 años que insistió múltiples veces por tener el micrófono. 

Dobles responde que ella entiende “su sufrimiento”, que desea “ser un factor que los ayude”.

 “Queremos hechos”, suelta el micrófono el hombre. 

Faltan 10 minutos para las 11 de la mañana y el auditorio comienza a llenarse de murmullos, entre comentarios positivos y negativos. Los asesores de la primera dama le ponen punto final a la reunión y la tratan de sacar rápidamente, sin permitir consultas de la prensa. 

Dobles, sin embargo, se detiene a conversar con tres pobladoras. Más allá de hablar sobre la Ruta, le confiesan rápidamente su falta de trabajo, cómo son madres solteras porque sus maridos las golpeaban, la forma en que el dinero no les alcanza para sus cuatro o cinco hijos y cómo necesitan ayuda. 

Ella escucha atenta, asiente y les acaricia el brazo a una por una. 

“Usted es madre, usted puede ayudarme”, dice una de las mujeres mientras su voz se quiebra levemente. Dobles les pide sus números telefónicos y promete que se comunicará pronto.

Se toma fotos con otros y vuelve entrar al vehículo sucio en el que llegó. Se marcha, alborotando más la capa tenue de polvo que se mantiene en el pueblo. 

El vecino de Nosara, Alexander Cabalceta, que se ve deslumbrado por la interacción, la ve partir. “No sé, pero quiero creerle. Está por verse”, le comenta a otro hombre que lo acompaña. 

Días después de su partida, las maquinarias que parecían ya una leyenda en Nosara siguen trabajando. Como dice Alexander, está por verse. 

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