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Club de niñas en Santa Cruz impulsa vidas libres de violencia contra las mujeres

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Es el primer jueves de febrero en el caluroso pueblo de Portegolpe de Santa Cruz y una docena de niñas toma el salón comunal del pueblo. Altas, morenas, pelos lisos y arrepentidos; pequeñas, risueñas, hablantinas, tímidas… Todas muy diferentes pero con algo en común: vienen al Club de Niñas a aprender sobre empoderamiento femenino.

Dicho así puede sonar abstracto, pero con frases simples estas niñas de entre 8 y 12 años se encargan de sintetizar lo que aprenden.

“A respetar a las personas”, dice una. “Y nuestro cuerpo”, agrega otra. “Que tenemos que defendernos, no quedarnos calladas y que si alguien nos hace algo malo hay que decirle a nuestros papás”, recita otra. “A hacer denuncias”, también responden.

Les digo que me expliquen sobre qué pueden hacer denuncias y cómo. “De acoso, de violaciones, de agresiones”, me responde una. “En la fiscalía en Santa Cruz”, “al 911”, enlistan.

El club de Portegolpe es solo uno de los nueve que la organización Cepia, en Guanacaste, tiene activos en comunidades costeras de Santa Cruz. Los otros están en El Llano, Santa Rosa, Villareal, Matapalo, Hernández, Pinilla, El Llanito, Brasilito, Potrero y La Garita.

Se trata de reuniones semanales para niñas que podrían ser víctimas de violencia, bullying o abusos, o tener síntomas de depresión y baja autoestima. Según la organización, el 80% de las niñas de cada grupo vive en pobreza o en situaciones de alto riesgo.

Este es un espacio seguro para que ellas puedan hablar, compartir y aprender”, explica su mentora y psicóloga de profesión, Kathia García.

“Es un espacio seguro dentro de la comunidad”, agrega. Lo hacen en uno de los cantones de Guanacaste más violentos contra las mujeres.

El jefe policial de Santa Cruz, Jorge Castillo, ha expresado a este medio que la atención por violencia contra las mujeres les consume gran parte del tiempo a los oficiales y lo mismo ha dicho el Ministerio de Seguridad Pública en años anteriores.

Según la Sección de Análisis y Estadística del Ministerio de Seguridad, en el 2018 la policía detuvo a 2.767 personas en Guanacaste por violencia doméstica o agresión a una mujer. Santa Cruz fue el cuarto cantón con mayor cantidad de aprehensiones (300), solo por debajo de Nicoya (598), La Cruz (562) y Liberia (462).

En un estudio del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef, por sus siglas en inglés), actores institucionales y adolescentes de Santa Cruz indicaron que piensan o saben que hay situaciones de violencia como abandono y abuso físico, sexual o emocional en los hogares del cantón. Esto se suma a lo ya expresado por las Naciones Unidas: en todo el mundo, el lugar más inseguro para una mujer y una niña es su propio hogar.

Redes de apoyo

La fundadora de Cepia, Laetitia Deweer, dice que el programa ha atendido a 650 niñas en los cuatro años que lleva.

De todas esas han referido al menos a 60 al Patronato Nacional de la Infancia (PANI), a otros programas de psicología o deporte de Cepia e incluso las han acompañado a interponer denuncias penales. En algunos casos, la mentora identifica los casos y en otros las mismas niñas son las que cuentan sus situaciones.

Por eso el programa se ha vuelto tan prioritario para la organización. Anualmente solicitan patrocinios a empresas hoteleras, de desarrollo inmobiliario e incluso a personas. Tienen un machote en el que detallan los rubros, que en total suman $3,000 (¢1,8 millones).

Llegar a las niñas

Cuando Cepia decide abrir un grupo en un pueblo, van a la escuela de la comunidad para explicar el programa a las maestras y directoras, y solicitarles una lista de las niñas que más necesiten asistir al club. También piden que les faciliten un aula. Si no es posible, lo hacen en los salones comunales.

“Hay comunidades tan pequeñas que se invita a todas las niñas de una comunidad”, agrega Deweer. Antes de iniciar cada grupo, hacen una reunión de padres y madres para explicar el programa y la metodología.

El Club de Niñas consiste en 40 sesiones a lo largo de 10 meses en los que grupos de unas 20 chicas aprenden y reflexionan juntas en torno a temas como salud sexual y reproductiva, derechos de la infancia y de las mujeres, educación financiera, respeto y proyección de vida. (Vea el infográfico).

Hay papás que todavía a estas alturas no se sientan a hablar con las chicas sobre esos temas. Es aprendizaje que ni siquiera tienen en la escuela”, considera la mentora, Kathia García.

En cada sesión, se explica la teoría de un tema de forma visual y con materiales. Se realiza una manualidad, actividad deportiva o dinámica grupal acerca del tema y durante toda la clase estimulan que las niñas hablen y compartan.

“Los ejemplos de su vida personal también se discuten en grupos. Ellas expresan lo que piensan y la mentora ayuda a entender qué está pasando y cuáles son las soluciones a eso”, explica Deweer.

Uno de los temas más importantes para el club es la hermandad o sororidad entre las niñas. Por ejemplo, en una de las clases todas juntas dibujan su comunidad y marcan sus casas, la escuela, los lugares seguros y los inseguros.

“Unas niñas contaron que un señor las perseguía en bicicleta en cierto sector de la comunidad”, cuenta Deweer. “Entonces trazan rutas seguras para acompañarse cuando caminan a la escuela o al club”.

Si no es hoy, puede ser mañana

Al finalizar la sesión del día en el Club de Niñas de Portegolpe les pregunto para qué les ha servido lo que aprenden aquí. Hacen un breve silencio.

Bueno, ahorita no nos ha pasado nada”, dice una de las más hablantinas, de 10 años. “Pero si algún día nos pasa algo o alguien trata de hacernos algo, ya sabemos cómo actuar”, agrega.

Ese es uno de los puntos que Deweer ha detectado que deben mejorar: “Tenemos que medir con mejores indicadores el impacto de los cursos a largo plazo, si hubo menos embarazos o si se quedaron en la escuela, si fueron víctimas de violencia”, dice.

Mientras tanto, la organización ya trabaja para elaborar un plan de Club de Niños con temas como masculinidad positiva para mostrarles que hay formas diversas de ser hombre, no solo una fuerte y agresiva. Saben que construir una convivencia de armonía no es juego de un equipo, sino de los dos. De todos.

Una mano experta

Cepia está dispuesta a asesorar a otras organizaciones comunales interesadas en empoderar a las niñas de sus pueblos. Según Laetitia Deweer, los costos de desarrollar un Club de Niñas son de $3.000. Esto incluye un pago simbólico de ¢30.000 a la mentora, los materiales de clase, los costos de transporte de la mentora e, incluso, un paseo para las niñas al terminar el curso.

En el caso de Cepia, los fondos son otorgados por empresas del sector hotelero y desarrollo o personas físicas, pero Deweer ve como una opción que las comunidades obtengan los recursos de actividades como bailes o bingos, o que incluso soliciten ayuda formal a algún hotel o empresa en la comunidad.

Si está interesado en capacitaciones para desarrollar un Club de Niños, puede llamar a Cepia al 2653-8533.

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