Regional, Derechos Humanos

Coles de Guanacaste combaten la exclusión estudiantil con bicicletas

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A las 3 a. m. Marisel Díaz ya está despierta. Se levanta mucho antes del amanecer para llegar a tiempo desde su casa, en Platanillo de Concepción de Nicoya, hasta el Colegio Técnico Profesional (CTP) de Nicoya, donde cursa el noveno año. 

Desayuna un gallo pinto que ella misma prepara a las 3:40 a. m. y sale de su casa media hora después con la camisa del colegio metida en el bulto para no sudarla. Le esperan seis kilómetros en bicicleta para llegar a Maquenco, sobre la carretera hacia playa Sámara, donde debe tomar la buseta de estudiantes a las 6 a. m. 

Hacer este trayecto a pie le tomaría más o menos dos horas, si no tuviera la bicicleta.

A finales de setiembre, cinco colegios ubicados en Carrillo, Liberia, Cañas y Nicoya recibieron 117 bicicletas para entregarlas a estudiantes que deben recorrer grandes distancias para llegar a las aulas. Marisel es una de las beneficiarias.

Soñar en bici

Hace 11 años la Fundación Tejedores de Sueños inició operaciones con un proyecto para luchar contra la exclusión estudiantil: entregaban de 10 a 12 becas anuales a estudiantes de secundaria. Actualmente becan a 150 estudiantes en todo el país.

Pero desde hace algunos años para acá, sentimos que la labor de las becas no era suficiente como para generar un impacto en el país”, comenta el presidente de la junta administrativa de la fundación, Fernando Mayorga.

Entonces, en 2019 decidieron arrancar con otra propuesta llamada Al Cole en Bici. Su meta es donar un total de 1.000 bicicletas a colegios de zonas rurales de todo el país y que estos las presten a estudiantes de escasos recursos para movilizarse.

El Ministerio de Educación Pública (MEP) apoyó a la fundación en la selección de los centros educativos. “Les solicitamos recomendaciones de los colegios de acuerdo con los índices y la cantidad de estudiantes excluidos que muestran las estadísticas”, explica Mayorga.

Posteriormente, un equipo de docentes de cada colegio recomendó a los estudiantes beneficiarios tomando en cuenta la distancia de sus casas con los centros educativos y sus condiciones socioeconómicas.

Cada vez que el colegio le da una bicicleta, la persona encargada debe firmar un convenio de préstamo para que la familia y el estudiante sean responsables de su cuidado.

Para contribuir con la seguridad e incluso el mantenimiento de las bicis, entidades como el Instituto Nacional de Seguros (INS) y el Consejo de Seguridad Vial (Cosevi) se aliaron al proyecto y contribuyeron con equipos de protección como cascos, infladores y cadenas de seguridad.

Parte de ese kit incluye un foco, con el cual Marisel alumbra el camino cuando todavía está oscuro. Baja las cuestas despacio porque teme caerse, pero no le molesta tardar unos minutos más hasta llegar hasta Maquenco. 

A las 5:30 a. m. llega a casa de una amiga de la familia donde deja la bici guardada para que se la cuiden hasta que regrese. Ahí la buseta estudiantil la recoge y la dejará al final de la tarde. 

Pedalear contra la exclusión

Para estudiantes de las zonas rurales como Marisel los efectos de la pandemia han tenido consecuencias graves en la calidad de su educación. 

Según el último Informe del Estado de la Educación, durante el 2020 solo el 13% de las lecciones fueron  en las aulas, lo que representa la suspensión de las clases presenciales más larga de la historia reciente de Costa Rica.

El 87% restante se desarrollaron de manera remota. De acuerdo con el MEP, cerca de 535.000 estudiantes no tuvieron condiciones adecuadas de conectividad y acceso a recursos tecnológicos durante la pandemia.

Esa realidad evidenció las carencias de la educación en la ruralidad, sobre todo las comunidades dispersas que experimentan una brecha digital aún más profunda.

Marisel no tiene computadora ni internet en su casa. Para hacer las tareas, se conecta a internet con los datos móviles de su celular, el mismo con el que escucha la banda BTS durante todo el trayecto hasta llegar al cole a las 7 a. m.

Cuando no tenía la bici bajaba en carro con un primo, pero no todo el tiempo. A veces me tocaba caminar, salía como a las tres y media para ir ‘al suave’”, recuerda Marisel. 

El Informe del Estado de la Educación también señala que el 35% de los estudiantes de la Región Chorotega, de entre 5 y 18 años, solo tiene conexión a internet por medio de su celular.  

La pandemia y el rezago educativo que dejó recetó muchos retos a los cuales enfrentarse, por eso el director del CTP de Nicoya Wilbert Ugarte agradece cada uno de los aportes que reciben.

Como institución uno alaba y agradece toda ayuda, creo que todo suma. Hay casos donde esta bicicleta hace la diferencia, genera motivación y apuntamos a eso”, opina el director.

Combatir la exclusión con bicicletas no es una propuesta nueva. La organización World Bicycle Relief lleva 15 años trabajando bajo esta misma idea en países de África, Asia y recientemente en América Latina.

Crearon el Programa de Bicicletas para el Empoderamiento Educativo (BEEP, por sus siglas en inglés) que se puso en marcha por primera vez en Zambia en el 2009 en colaboración con el ministerio de educación de ese país. El BEEP brinda bicicletas a estudiantes, profesores y voluntarios escolares para mejorar el acceso a la educación.

En sus investigaciones, World Bicycle Relief ha concluido que con una bicicleta, el tiempo de desplazamiento de un estudiante puede reducirse hasta en un 75%, la asistencia a clases aumenta un 28% y que las estudiantes con bicicleta tienen un 19% menos de probabilidad de abandonar sus estudios que quienes no la tienen. 

Mayorga, de Tejedores de Sueños, suma a esos beneficios la promoción de estilos de vida saludables como el ejercicio y que es una solución amigable con el ambiente. Pero sobre todo, una apuesta para mejorar la calidad de vida de los estudiantes de la provincia.

Que estos jóvenes concluyan su educación secundaria va a significar un cambio sustancial en sus vidas y las de sus familias. Las personas que terminan la secundaria tienen acceso a mejores puestos de trabajo, a mejores salarios y mejores oportunidades”, agrega.

Una apuesta para permanecer

Después de salir de clases Marisel recoge su bicicleta en Maquenco para continuar su viaje de regreso a casa. A las 5:30 p. m. baja de la bicicleta y empieza a empujarla por las ‘trepadas’ que recorrió rodada por la mañana.

Se dormirá a las 7 p. m. para descansar lo suficiente: aunque mañana no tiene clases, igual se levantará a las 3 a. m. para prepararle el desayuno a sus hermanos antes de que se vayan a trabajar. 

Cuando crezca quiere ser contadora, conseguir un trabajo, tener hijos y contarles lo que le han costado las cosas.

“No todo lo que tengo me lo han dado, me ha tocado ganármelo poco a poco”, dirá luego por teléfono como quien aún tiene mucho que lograr.

Si querés apoyar Al Cole en Bici podés hacerlo de las siguientes maneras:

Plataforma Yo Me Uno

Sinpe Móvil: 8440-0303

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