Vistas del Coco parece el nombre de un complejo residencial o un condominio de esos con los que el mercado inmobiliario quiere enamorar a quienes sueñan con su casa propia, pero en realidad es un sitio arqueológico en el que fue hallado un cementerio precolombino con los restos de los primeros habitantes del territorio que hoy conocemos como Guanacaste.
Las investigaciones realizadas por arqueólogos del Museo Nacional determinaron que estos antepasados guanacastecos se alimentaban de maíz, tenían una vida corta, convivían con perros o coyotes, estaban empezando a agregar color a su cerámica y tenían relaciones comerciales con otros grupos de Centroamérica.
Ubicado en una pequeña loma a unos 500 metros de la línea de costa, en Playas del Coco, este cementerio fue excavado entre junio del 2014 y enero del 2015.
“Hallamos 111 enterramientos (fosas) con restos humanos y alrededor de 920 objetos de cerámica y piedra utilizados como ofrendas”, contó a La Voz de Guanacaste el arqueólogo Felipe Solís, director del proyecto.
El investigador dijo que se hicieron dos análisis con la prueba de carbono-14 para determinar la fecha exacta de ocupación. De acuerdo con esas estimaciones, el cementerio se utilizó entre los años 540 a 885 de nuestra era.
¿Quiénes eran?
A pesar de que el estado de conservación de los huesos es deficiente y que en algunos casos solo se lograron rescatar piezas dentales, se pudo obtener información importante sobre esos guanacastecos precolombinos.
En un área de excavación de 620 metros cuadrados se hallaron 111 enterramientos.
“Las fosas tenían forma cóncava y dentro de ellas depositaban el cuerpo en posición flexionada. A su alrededor colocaban las pertenencias o las ofrendas”, detalló Solís.
Como parte de los rituales funerarios, estas personas quebraban objetos de cerámica y sus fragmentos eran colocados como para “sellar” las tumbas.
La aparición de restos óseos de varios individuos en una misma fosa hace suponer a los arqueólogos que en esos espacios eran sepultados miembros de una familia y que fue un cementerio comunal.
“Hay una amplia variedad de edades en la muestra: niños, adolescentes y adultos. La persona de mayor edad mayor tenía unos 50 años”, agregó el arqueólogo.
También se localizaron huesos de un animal de la familia de los cánidos y los expertos suponen que se trata de un perro o de un coyote.
Las tumbas fueron cavadas en el subsuelo, el cual está conformado por un afloramiento de ignimbrita, una roca volcánica suave conocida popularmente como “cascajo”, muy común en Liberia, Bagaces y Playas del Coco.
“Algunas de las fosas son muy superficiales a unos 40 centímetros de profundidad, pero algunas alcanzan entre 2,50 y 3 metros”, destacó.
Saqueo terminó en descubrimiento
La primera vez que se supo de este sitio fue en 1997, cuando el Museo Nacional recibió denuncias por saqueo de bienes arqueológicos en la propiedad privada de un extranjero que se disponía a construir una casa. Se llegó a un acuerdo con el propietario y se iniciaron labores de rescate preliminares. En ese momento se definieron tres áreas funerarias, pero solo se trabajó en una.
A principios del 2014, el terreno cambió de dueño, quien contrató a un arqueólogo independiente para realizar un estudio de impacto y determinó que el área resguardaba gran cantidad de tesoros precolombinos.
Meses después, el Museo Nacional destinó un equipo de expertos encabezados por Felipe Solís, para realizar las obras de excavación y rescate.
Primeras cerámicas
Si hay algo que caracteriza a la cerámica guanacasteca, aun en nuestros días, es el estilo policromo, con sus bellos colores.
En algunas piezas se pueden ver indicios de cerámica policroma de herencia chorotega.
Esta es una herencia de los chorotegas; sin embargo, antes de ellos estuvieron otros grupos culturales y su huella se puede palpar en este cementerio.
Las características de las piezas de cerámica encontradas en Vistas del Coco son
anteriores a la cultura chorotega, probablemente chibchense (término que agrupa una familia de lenguas habladas por grupos indígenas que habitaron los territorios que hoy son Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá y Colombia).
“La mayoría de los objetos son vasijas cerámicas sencillas, monocromas, ligadas a actividades domésticas. Pero también encontramos algunas decoradas con incisiones y pinturas negras y blancas”, explicó Solís.
En una de las vasijas también se encontraron residuos de maíz carbonizado, lo que demuestra que ese producto era parte de su dieta.
En cuanto a los objetos de piedra, el investigador reveló que se encontraron algunos metates trípodes sencillos, con escasa decoración. “Había tres de ellos un poco más decorados con paneles que tenían diseños de espirales, líneas y dibujos. También había manos de moler asociadas a esos mismos metates”.
Tesoros
Los arqueólogos también recuperaron algunos adornos corporales como pequeños colgantes de piedras verdes y blancas, y un collar fabricado con vértebras y dientes de tiburón.
Uno de los hallazgos más sorprendentes fue el de dos lascas de obsidiana, una roca volcánica con apariencia vidriosa que seguramente fue utilizada como herramienta para cortar. “Algo así como cuchillos”, dijo Solís.
La aparición de ese vidrio volcánico es indicador de intercambio comercial entre los nativos guanacastecos y otras culturas de Mesoamérica.
“Hasta el momento no tenemos información de que en Costa Rica haya fuentes de obsidiana como para obtener lascas de ese tamaño. Esto quiere decir que ya desde antes del 300 d.C. había redes de intercambio fuertes con otros grupos de Centroamérica”, agregó Solís.
Paradójicamente, 1.500 años después de que los ancestros guanacastecos descansaran bajo tierra, las nuevas generaciones ocuparán el mismo territorio para vivir, pues tras las labores de rescate arqueológico el terreno será destinado a la construcción de un complejo urbanístico.
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