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English En Guanacaste hubo un momento en el que la ropa se llevaba como algo más que una tendencia o un atuendo para cubrir el cuerpo. Representaba la condición social, marital, económica y religiosa de quien lo llevara.
Hoy en día, el traje típico tiene protagonismo en los festivales y actividades culturales. Durante la semana cultural de la Anexión del 2015, las faldas largas y los sombreros campesinos se lucieron en escena mostrando el aporte folclórico que le dan a la cultura guanacasteca.
En esta provincia, el traje típico se lleva con orgullo desde la infancia. Las bailarinas sonrientes mecen sus faldas largas formando figuras hacia los lados. El sonido de las sandalias de cuero zapateando contra el suelo, homenajea al campesino trabajador, y las trenzas de cabello largo bailan y brincan al ritmo del güipipía, recordando al Guanacaste antiguo.
Pero de acuerdo con el historiador José María “Milo” Junco, el traje que vemos hoy en día es una adaptación de la forma de vestir del campesino guanacasteco, con algunas tendencias centroamericanas.
“No es el traje típico de nadie. Se inventó en el año 40 ó 30 y pico, cuando la bailarina Margarita Esquivel Rohrmoser tenía que ir a un festival en California y su costurera Lelia Guardia se apropió de partes de una ropa guanacasteca como la falda plegada, la blusa de gola y las dimensiones del vestido típico nicaragüense”, detalló Junco.
Aunque la vestimenta de esta región se asemeja a las de otras provincias del país, dentro de Guanacaste hay diferencias que la caracterizan de ciertas zonas.
El vestido liberiano de las familias distinguidas era totalmente blanco. Ropa más elegante, con algunas influencias europeas como la pretina ancha a la cadera. En el siglo XIX se comenzó a usar la chalina como faja que las mujeres luego usaban para tapar su cabeza cuando iban a misa
Como accesorios, las nicoyanas de estrato social más alto solían portar peinetas de carey, collares y anillos de filigrana traídos de México o Guatemala, y que con el tiempo se hicieron parte del vestuario costarricense también. Carolina López, del grupo de baile folclórico del Liceo de Nicoya, se retoca los últimos detalles de su maquillaje y peinado antes de salir al escenario durante la semana de la Anexión.
La mujer guanacasteca siempre fue muy religiosa por lo que a la hora de vestir había mucho pudor y no mostraba mucha piel. Por debajo de la falda se llevaba un fustán que le daba más volumen a la enagua con un bordado que se revelaba al bailar
El hombre campesino vestía con pantalón de manta que se enrollaba para que no se ensuciara cuando corrían entre la maleza. En la cintura llevaba una faja gruesa para el machete y siempre con un pañuelo debajo de la camisa para no ensuciar el cuello.
La enagua es el elemento con más protagonismo del baile típico costarricense. De amplio corte A (anchura en los pies) y larga hasta el piso. La enagua que se usó en Guanacaste era hecha con telas estameñas y ligeras, estampadas con florecillas o dibujos pequeños
La anexión del territorio del Partido de Nicoya le aportó riqueza cultural al país siendo el traje típico una parte muy relevante. A mediados del siglo pasado, la costurera Lelia Guardia se inspiró en el atuendo de la época para darle vida a un traje típico, que se dio a conocer internacionalmente y posteriormente adoptándose como traje nacional
En el cuello se utilizaba un cintillo de terciopelo con un crucifico si la mujer era casada o un relicariosi era soltera. En la actualidad la mayoría de bailarinas utilizan un camafeo (rostro de mujer) sobre una cinta de tela.
El hombre liberiano usaba camisa blanca y engomada con cuellos aplanchados sin corbata con un cintillo debajo del cuello.
El blusón que utilizaba la mujer guanacasteca se llama gola. La gola de Nicoya tenía mangas y un vuelo pequeño de hombro a hombro, pero cerrado en la parte delantera. El traje que se ve hoy en día es una adaptación de la blusa utilizada en Nicoya, haciéndola más escotada y con varios vuelos.
El sabanero original solía andar descalzo o con sandalia de caite. La mujer nicoyana fue de las primeras en usar zapatos con tacón. Hoy en día la mayoría de bailarinas utilizan sandalias bajas de cuero.
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