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El estereotipo del centro penitenciario es un lugar de cuatro paredes, sucio, hacinado y en donde los privados de libertad parecieran salir con peores costumbres de aquellas con las que ingresan. En el Centro Penitenciario Calle Real de Liberia no todo es tan oscuro. Aquí, muchos de los privados de libertad mantienen su mente ocupada para pasar el día aprendiendo, creando y estudiando para encontrarle una vuelta a su destino. La Voz de Guanacaste encontró estas historias tras las rejas y las presenta ahora en fotografías.









Ronald Cordero es un artesano de Santa Cecilia de La Cruz. Desde el año pasado trabaja en la planilla de paisajismo confeccionando macetas con todo tipo de materiales.

Damián Guzmán de Puriscal es ingeniero agrónomo. Tiene siete meses trabajando en el vivero del centro y se siente agradecido porque su trabajo le hace pasar mejor su tiempo ahí adentro.

Jorge Mauricio Salgado y René Arturo Espinar, se dedican a hacer muebles a base de llantas, espumas y playwood. Este oficio lo aprendieron de Gerardo Fuentes, regidor del concejo municipal de Liberia, quien da capacitaciones gratuitas todos los sábados en el CAI.

José Emilio Zapata, de Cañas, tiene tres años en el taller laborando como artesano. Con la ayuda de su esposa, fabrica chorreadores para café, espejos y marimbas. Con su venta, le ayuda a su familia.

Afuera del Centro Penitenciario, Andrey Oviedo se dedicaba al reciclaje. Ahora hace barcos en miniatura y trabaja con madera. Vive en La Monarca, un pabellón que también es centro de rehabilitación en donde se ha mantenido libre del consumo de drogas desde hace dos años.

Keyla Membreño tiene cinco años de estar en el Centro Penitenciario Calle Real. Ahí ha logrado sacar el quinto año y ahora le queda un cuatrimestre para concluir el diplomado en administración con el programa de estudio universitario de la UNED. Ella es la única mujer que asiste a la universidad en el centro y espera emprender su propio negocio al salir de la cárcel.

Fabian Morúa y Keyla Membreño se conocieron adentro cuando eran compañeros de la secundaria. A mediados de agosto se casaron dentro del penal. Dicen que ahora ven con ilusión el momento en el que tengan su libertad para formar una familia.

Juan Rosales de 44 años es uno de los privados que le da mantenimiento al jardín que embellece el centro.
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