Derechos Humanos, Especiales

Depresión, estrés y hasta problemas con la sexualidad: las secuelas sicológicas de un embarazo con violencia obstétrica

La autora de este arte es Valentina Pérez, de Chile. Es creadora de la cuenta de ilustración en redes sociales llamada Espacio Grumoso. Aprendió de forma autodidacta a dibujar y digitalizar sus trabajos. Foto: @espaciogrumoso
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Mientras hace las tareas del hogar, Hellen cierra los ojos y recuerda su estómago morado “como una berenjena”. Se ve llorando desconsolada. Los abre y la embarga una tristeza que trata de evadir para poder continuar con su día.

Esos flashazos le pasan por la mente casi nueve meses después de haber tenido a su tercera hija.

Así inició lo que ella llama su calvario:

“Doctor, de verdad que a mí me cuesta respirar. Es insoportable”, le decía ella al profesional de turno, unas horas después de su cesárea.

El hombre, con gabacha blanca frente a ella, le contestaba: «Sí, sí, eso pasa, aguante».

 

A partir de ese momento, Hellen pasó entrando y saliendo de emergencias en al menos cuatro ocasiones entre agosto y diciembre del 2018.

Es culpa suya, usted no se cuidó. Y ese sobrepeso suyo tampoco ayuda”, cuenta ella que sentenció uno de los especialistas, en una de esas visitas a urgencias. 

Mientras su salud se complicaba con una herida que no cicatrizaba, y el trato que recibía era deshumanizado y humillante, su hija crecía, pero Hellen no recuerda sus primeros 40 días. La depresión y el dolor que sentía no se lo permitían.  

Todavía se lo reprocha. “Pero es que de verdad no podía dedicarme a ella”, dice como si quisiera convencerme de por qué no estuvo presente.

“Yo no paraba de llorar. Mi mamá y mis hermanas fueron las que me ayudaron con mi hija. Fueron meses inolvidables para mí. Me duele recordar eso”. 

Es violencia

Sin saberlo, Hellen sufrió violencia obstétrica, un término que se usa para describir el irrespeto que sufren las mujeres embarazadas antes, durante o después del parto. Es, por ejemplo, que no puedan elegir en cuál posición dar a luz o, como ella, que el personal médico no les informe sobre el tratamiento que les están administrando, que las insulten o les griten. Y esa violencia tiene consecuencias.

Gabriela Arguedas, investigadora del Centro de Investigación y Estudios de la Mujer (CIEM), de la Universidad de Costa Rica, ha estudiado el tema desde el 2013 y explica que las secuelas pueden ser físicas y sicológicas. 

Las hay leves o profundas. Algunas de esas secuelas implican llegar a tener problemas permanentes en relación con su sexualidad, con la maternidad, con su propio cuerpo”, comentó la especialista.

Como Hellen, otras siete mujeres de la provincia, y del país, nos dieron su testimonio sobre cómo habían vivido episodios de violencia obstétrica durante su gestación en hospitales públicos y privados, y como consecuencia, vivieron cuadros de depresión y estrés. 

Carol, por ejemplo, cuenta que solo pudo darle de mamar a su hijo dos meses a causa de un bloqueo mental. Claudia (nombre ficticio) sigue sin entender por qué nadie le explicó la complicación que tuvo, y se reprocha si fue por su culpa que perdió a su hijo. Y Karoline no recuerda nada del momento del parto. Lo borró para seguir viviendo. 

La enfermera obstetra, Zayra Méndez, de la Clínica Carlos Durán en San José, explica que lo más difícil después de que una mujer reconoce que algo está mal con su cuerpo y mente, es expresarlo y pedir ayuda. Aunque antes tuvo que identificar que vivió violencia en su embarazo, y eso también es difícil. 

A su criterio, la sociedad ha construido la idea de que una mujer embarazada debe aguantar.

Algunas veces obviamos que la mujer necesita ayuda sicológica, por ejemplo, porque interpretamos que si el bebé y la mamá, en la mayoría de los casos, salieron con vida no hay ninguna afectación”, critica Méndez.

Arguedas, la investigadora del CIEM,  dice que la salud emocional de la mujer se aborda desde la vergüenza y la culpa. Es decir, que las mujeres no sienten siquiera el derecho de hablarlo con alguien porque eso implicaría ser “una mala mamá”.

En Costa Rica tenemos un problema con la salud mental en general, y en el caso de las mujeres se parte de que está mintiendo, que está exagerando o que no sabe lo que está hablando”, agrega.

¿A quién acudo?

Hellen pensó en pedir ayuda sicológica para sobrellevar la situación. No supo dónde pedirla, el sistema de salud tampoco se la ofreció. Estaba agotada al final de su experiencia y desistió.

Además, la Caja Costarricense del Seguro Social no reconoce el término de violencia obstétrica. Así lo confirmó la coordinadora del área de construcción de identidades y proyectos del Instituto Nacional de la Mujer (INAMU), María Esther Serrano.

Pese a ello, la institución sí cuenta con una guía que define cómo se debe brindar una atención humanizada a las mujeres gestantes y otros instrumentos como la Ley General de Salud y la Ley de derechos y deberes de usuarios de la CCSS. Justamente, para evitar casos como los de Hellen. 

Eso sí, los documentos no hacen una mención específica a cómo abordar las secuelas sicológicas de una mujer luego de haber sufrido violencia obstétrica en algunas de las etapas del embarazo. 

La Voz de Guanacaste insistió al departamento de prensa del Ministerio de Salud que detallara si la institución contaba con algún protocolo institucional o guía de atención específica para el tratamiento psicológico de las mujeres gestantes que sufran este tipo de violencia. Al cierre de esta edición, no emitieron ningún tipo de respuesta. 

El director del hospital Enrique Baltodano en Liberia, Marvin Palma aseguró que si un familiar o la paciente interponen una queja sobre algún episodio de violencia en su centro de salud, el área de sicología y trabajo social inician con un protocolo de atención. 

El hospital La Anexión de Nicoya no contestó, pero en el Área de Salud de Nicoya nos indicaron que la mujer debe solicitar una cita en medicina general y  el doctor de turno es quien valora si debe referir a la mujer a sicología. Como cualquier otro paciente. 

En el país, más del 90% de las mujeres que dan a luz, utilizan los servicios de salud pública. “Estamos ante un problema de salud pública, y el estado, sin duda, debe atender a las mujeres que han sido víctimas de violencia obstétrica para que puedan repararse física y psicológicamente”, comentó Serrano.

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