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Don Polo: el abuelo pícaro de Sámara

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Hay personas que su particular personalidad nos lleva a sentir que viven en otra época o, que para ellos, la palabra tiempo se quedó olvidada.

Así es Napoleón Arias Parageles, un samareño que con guitarra en mano y mucho verbo hace que cualquier momento tenga son y picardía, echándose al bolsillo a muchos de los guanacastecos que lo estiman.

Su nombre no es ajeno al del francés Napoleón Bonaparte, ya que su padre estaba leyendo una biografía del militar  “y en esos días nací yo y me encaramaron así”, dice Arias.

A sus 88 primaveras, “Don Polo”— como le dicen por cariño— me saluda como si fuera su nieto y me empieza a hablar como si nos conociéramos de toda una vida. Impresiona su calor humano. Mientras conversamos me comparte algunas de sus cifras personales: casado dos veces, con 20 hijos, aunque sonríe un poco y me dice que tal vez se le escapa alguno por contar, la lista sigue con 80 nietos, 45 bisnietos y dos tataranietos.

Le pregunto sobre que lo siente al ver a su cuarta generación de tataranietos y despreocupado expresa: “nada de por si casi ni son familia ya”. 

Usa pantalones cortos, sandalias, medias cosidas y camiseta de playa. Su mirada de abuelo, recuerda el paso de los años y hay una especie de luz en su rostro que se ilumina al sonreír pícaramente.

Aunque él dice que vive mejor solo que mal acompañado, recibe la visita constante de familiares, conocidos y hasta extraños. Su casa en Cangrejal de Sámara es un reflejo de cómo es su personalidad: de ambiente bohemio, humilde y sencilla.

Su lugar favorito es el corredor donde compone versos junto a la brisa del mar y aprovecha para tertuliar y tocar su guitarra, la cual aprendió a interpretar solo, a puro oído, cuando tenía unos 20 años, comprada a un precio de ₵1.000.

Don “Polo” llegó desde Grecia a Caimital cuando tenía doce años. Hace ocho años que se mudó a Playa Sámara de su finca en Pueblo Viejo, para estar más cerca de su familia.

El son de Polo

Sus canciones son de ritmo cadencioso y relatan historias y vivencias personales. En cada una de sus interpretaciones lo acompaña su hijo Efraín Arias Bonilla (62 años), quien se encarga de hacer la segunda voz en las melodías.

Don Polo ya publicó su primer disco: Napoleón de Sámara, el cual recoge algunas de sus canciones más famosas como Mama Tacha, la cual cuenta la historia de una tal Anastasia “Mamá Tacha”, quien tenía una cabra a la que una vecina se la ordeñaba a escondidas por la noches y por este motivo se suscitaron varias peleas entre ellas, tanto así, que en una ocasión pelearon por 24 horas y ninguna se despegó y hasta tuvo que llegar la guardia (la policía), para separarlas.

Con ese tema, Napoleón Arias ganó un concurso de talentos musicales en Liberia en 2008,  donde se midió entre reconocidos artistas de la provincia. Él recuerda que en aquella ocasión cuando subió al escenario nadie lo conocía y que al subir a la tarima algunos en el auditorio lo chiflaban en son de burla; sin embargo, una vez que inició a cantar los silbidos se convirtieron en aplausos y, al finalizar, el premio ya era suyo.

Mientras me cuenta todo esto, Don Polo ya va por el tercer trago y a la solicitud de interpretar “Mamá Tacha”, agarra la guitarra, y al tiempo que acaricia con suavidad las cuerdas, se envalentona para interpretar la canción. “Porque hasta hay que berrear (imitar el sonido de una cabra)”, me dice.

Para hacer una canción él me asegura que se inspira en algo. “Como en el amor al prójimo y a la prójima”, ríe.

De “carajete” (muchacho) don Polo voló hacha y machete, cuidó finca y no le arrugaba ni al guaro ni a la mujer. Con el paso del tiempo, la vida lo llevó a tantear diversas ocupaciones,algunas un poco curiosas como la de partero y de enfermero improvisado.

La de partero la aprendió a la fuerza de tanto güila que tuvo para así ayudar a sus mujeres en las labores de parto.

Sin embargo, donde no le fue tan bien fue como enfermero, porque una vez tuvo que inyectar a una tía política suya que al parecer estaba mal de la presión y lo llamaron a él de urgencia para que la inyectara.

“Mandaron a un tonto a traer remedios y llevaron el medicamento que no era y yo le pregunté a mi tía en cual brazo, ella me dijo que en el izquierdo, porque en la otra ya la habían inyectado varias veces y eso fue lo último que dijo”.

Otra anécdota no tan grata fue cuando por allá de 1948 lo machetearon estando dormido en una vela por pertenecer al Partido Liberación Nacional. Un partidario contrario le voló filo en la frente. “Me cosieron ahí mismo como un animal”, cuenta. Dichosamente lo único que quedó de aquel encuentro fue la cicatriz.  

Sobre el secreto de su longevidad, me dice que es porque toma todas las mañanas guaro con miel, y que eso lo alimenta y le mata las lombrices. En su casa compruebo que efectivamente la botella no puede faltar. Un yerno se la trae todos los días desde Santa Bárbara de Santa Cruz. 

Napoleón Arias es uno de los personajes más queridos de Sámara. Curiosamente no le gusta pescar; sin embargo, recuerda la época en que el mar dejaba sus frutos como el cambute y los pescados en la orilla de la playa y no como ahora que los pescadores tienen que adentrarse al fondo para obtenerlos.

La mirada de Don Polo ya ha visto pasar varias mareas samareñas y por la experiencia ganada me dice que lo que le hace falta hacer en la vida es quedarse quieto. Finalmente, le pregunto si piensa sobre la muerte y me responde afirmativamente sonriendo: “Sí, pero no me da miedo el morirme”. 

Napoleón asegura que el secreto de su buena salud se debe a estar sin preocupaciones, con la música, el baile y una solución con guaro y miel que lo mantiene activo.

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