“Los acuíferos costeros no deberían haberse usado nunca”. Esta frase lapidaria de Yamileth Astorga, presidenta Ejecutiva del Instituto Costarricense de Acueductos y Alcantarillados (AyA) viene acompañada de una realidad aplastante: las playas, centros neurálgicos del desarrollo guanacasteco, se están quedando sin agua por falta de planificación.
En el reportaje de portada de la edición de octubre se aborda con profundidad el problema de Playa Panamá, pero otras playas del distrito de Sardinal también recibieron advertencias desde hace años sin que eso se reflejara en políticas públicas efectivas.
¿De quién es la culpa? Las decisiones que pudieron haber salvado de esta crisis hídrica a habitantes y comercios se han venido pateando un gobierno tras otro. En el caso de Playa Panamá, los responsables del AyA alegan que no se podía medir el caudal completo del acuífero, pues los pozos concesionados a empresas privadas son muchas veces inaccesibles.
También alegan que era imposible prever los duros efectos que tendría la sequía, pues llegó “de imprevisto” y en pocos meses “lo secó todo”.
Lleva razón el científico Lenin Corrales al decir que es necesario estudiar cómo se plasman en las políticas públicas las predicciones climatológicas generadas por universidades e instituciones científicas del país sobre los cambios en el tiempo y el clima.
Varios estudiosos como él afirman que las decisiones que se basan en política y no en realidades científicamente comprobables llevan a los pueblos hacia el desastre. Guanacaste es testigo de ello.
Lo que sí se sabe con certeza es que hoy Hermosa, una comunidad de más de 3.000 personas, carece del recurso más necesario para su subsistencia. No por nada le dicen “el líquido vital”.
Si usted nunca ha vivido una escasez como la del agua, piense por ejemplo cómo sería acostarse a dormir y levantarse cada dos horas por la noche para saber si ya llegó el agua y recogerla. Eso lo vive Heather O’Connell, extranjera que vendió todo en Estados Unidos para comprar su casa en Playa Hermosa. Lo viven también Arellys Vallejos, su prima Fabiola, su vecina Enid Ruiz, los inquilinos de Arellys que trabajan para un hotel de la zona.
El Gobierno, con dinero del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, está implementando ahora un plan para medir cuánto caudal tienen realmente los acuíferos de la provincia. “En El Salvador eso se hacía en el 2001”, dice la investigadora Sandra Arredondo, que ahora está a cargo del proyecto.
Las instituciones aseguran que con estos datos podrán tomar las decisiones adecuadas y con el tiempo suficiente para evitar tragedias como la que viven hoy en Playa Hermosa y Playa Panamá.
Ahora, los ciudadanos, la prensa y los políticos estamos no solo llamados sino obligados a observar con cuidado esos datos (que deben ser de acceso libre para quien quiera monitorearlos) y a exigir que se aplique la información científica a la generación de políticas públicas.
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