Medio Ambiente

Editorial: Cuando se distorsiona el amor por los animales

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Hay personas que creen que tener un animal silvestre en su casa es “bonito”, padres que conscientemente eligen regalarle a sus hijos una lapa azul o monito bebé porque “el chiquito se enamoró del animal cuando lo encontró solito en el paseo por el cerro”, o gente que compra en el mercado negro animales protegidos por ley, con el fin de sacarlos de allí y darles una mejor vida.

El amor puede ser real, transparente y honesto, pero también puede estar mal enfocado. Amor distorsionado es cuando creemos que comprando un animal enjaulado o adoptando a un animal salvaje en nuestra casa o propiedad, estamos ayudando a ese ser vivo. No lo estamos haciendo. No estamos dándole amor o una mejor vida a esa ardilla, mono o puercoespín, los estamos sentenciando a vivir muy diferente de lo que fueron creados: ser libres.

No estamos amando; estamos siendo egoístas, y no estamos entendiendo cómo son las cosas. Solo la carencia de entendimiento permite que en pleno 2016 sigamos con intenciones de atrapar animales para tenerlos como trofeos en nuestras salas.

Quizás hay buena fe, quizás las personas piensan que pueden cuidar a ese animal y darle cariño y protección, pero es ahí donde la educación debe cambiar. Los animales tiene su espacio, su escenario y nosotros como humanos no tenemos derecho de transformar su hábitat, solo por un asunto de satisfacción.

Es ahí donde esa “falta de entendimiento” nos ciega y no nos deja ver que estamos mal enfocando nuestro amor animal, pues encerrando animales, lo único que logramos es provocarles sufrimiento por sacarlos de sus condiciones normales.

El pasado domingo 21 de febrero, funcionarios del Sistema Nacional de Áreas de Conservación del Sector Naranjo, Parque Nacional Santa Rosa del Área de Conservación Guanacaste (ACG), observaron a unos sujetos que ingresaron al parque a surfear, robarse a un garrobo e introducirlo al carro, envuelto con mantas.

En estos meses de temporada alta y especialmente durante Semana Santa, es común ver  en Costa Rica cómo se dispara la capturación de pericos para tenerlos como mascota, llegando hasta cortarle las alas para que no pueda volar. ¿Por qué nos place tener a un animal encerrado?

La respuesta podría ser porque nuestra sociedad nos ha enseñado a humanizar a los animales, creyendo que lo divertido de un perro es que nos dé la patita, que un perico nos diga chistes y que una lapa sea la atracción de nuestros amigos.

La mejor señal de que amamos realmente a los animales es el respeto por ellos. Es respetar su condiciones de vida, su ambiente, su espacio y no intervenir ni tocarlo.

Durante todo el mes de febrero La Voz de Guanacaste visitó a diferentes centros de rescate animal y la primera enseñanza que obtuvimos es que los animales silvestres necesitan de su independencia y espacio. En cada sitio comprobamos que la interacción entre los veterinarios y voluntarios con los animales silvestres es mínima, pues lo que se busca es no interferir en el comportamiento de estas especies.

Estos veterinarios, muchos de ellos voluntarios, que aman a esos animales, sacrifican gran parte de sus vidas para poder rescatarlos del maltrato, el encierro y la violencia animal; están haciendo todo lo posible por nivelar la balanza de la naturaleza y que las cosas sean como deben ser: animales silvestres libres. Ayúdelos en su misión y empiece hoy por llevar a su lora o monito cara blanca a un centro de rescate, o por denunciar a quienes encierran o abusan de los animales.

Y cuando en estas vacaciones de Semana Santa esté de paseo por un parque nacional, solo llévese los buenos recuerdos.

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