Guanacaste es la costa más rica de este país. La provincia que se anexó a Costa Rica hace 192 años le terminó de dar significado al nombre de esta tierra. No lo dicen solo los extranjeros con sus inversiones millonarias y sus edificios en Tamarindo, o los propios guanacastecos, orgullosos de sus raíces y sus playas de arena blanca. Lo dicen, también, las cifras.
Los habitantes de esta región Chorotega -que incluye a todos los cantones de Guanacaste- han logrado demostrar que esa tranquilidad que los hace vivir más de cien años no es sinónimo de pasividad, sino de tesón, de emprendimiento.
Entre el 2014 y el 2015 fue la región de planificación que más redujo su población en condiciones de pobreza extrema, según las cifras que aporta la Encuesta Nacional de Hogares (Enaho). Fue, también, la que más aumentó sus ingresos promedio mientras cada vez más gente comenzó a emprender un negocio propio.
Todavía está lejos de los índices de salud y educación de la región central del país, pero es la región rural con los mejores indicadores en todo el territorio.
Sin embargo, en la otra cara de la moneda, hay 13.700 personas que todavía no tienen acceso a un servicio sanitario decente y 24.000 que todavía toman agua de una quebrada o de un pozo construido por sus propias manos.
Esta, la misma provincia rural en la que las mujeres más se gradúan de la universidad, es también la que más las expulsa de su sistema educativo formal por razones de embarazo o de matrimonio.
Y así podríamos seguir por horas: cada dato positivo tiene, también, una cara agria.
¿Qué nos falta?
Aunque el presidente de la República, Luis Guillermo Solís, dice en la entrevista que presentamos este mes que la provincia debe conservar sus tradicionales fuentes de producción -el agro, la ganadería, el desarrollo inmobiliario- es urgente que la generación de empleo se diversifique.
El agro y la pesca generan empleos para personas obreras y en muy poca proporción (menos que en el resto del país) para profesionales calificados. Necesitamos más niños y adolescentes enfocados en la ciencia, entrando a colegios técnicos a llevar estudios en tecnologías y no solo en trabajos manuales o de la tierra, que son necesarios pero no inmejorables.
Nuestra singularidad guanacasteca y nuestro respeto por las costumbres y tradiciones ancestrales no nos hace merecedores de empleos poco calificados o una educación menos evolucionada. Esta costa, tan rica, merece más.
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