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Editorial: ¿Porque nuestros jóvenes no pueden estudiar lo que quieren?

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Sería maravilloso lograr que en Guanacaste nuestros estudiantes pudieran elegir la carrera que realmente les apasiona e interesa, con costos económicos razonables y sin necesidad de desplazarse a otras provincias.

Sin embargo, quienes logran surcar y vencer los 11 o en algunos casos 12 años de educación escolar y colegial, se topan con un gran dilema: elegir qué carrera universitaria cursarán, y luego poder iniciarla.

La Voz de Guanacaste pudo conocer la insatisfacción y frustración de muchos jóvenes nicoyanos con las escasas ofertas académicas que les ofrecen los centros universitarios de Nicoya.

Algunos afortunados pueden asumir los costos de viajar y vivir fuera de la provincia, pero, la gran mayoría termina renunciando a su sueño y vocación para optar por una carrera que tenga demanda laboral y que no sea tan difícil de estudiar aquí.

¿Porque nuestros jóvenes no pueden estudiar lo que quieren? ¿Por qué los centros universitarios y sus sedes regionales no evalúan con honestidad los planes de estudio de cada una de sus carreras y los acoplan a las necesidades de los profesionales del mañana? ¿Saben las universidades lo que sus estudiantes realmente quieren o solo les interesa cobrar una matrícula y mercadear la educación?

Hay que reconocer también, que existen diferencias entre universidades públicas y privadas. Las primeras son financiadas por el gobierno, por lo que deberían ser las más flexibles a la hora de abrir carreras y materias, garantizando un compromiso serio y responsable con el futuro de nuestros jóvenes.

Por otro lado, se comprende que los centros universitarios privados son empresas que buscan no solo brindar capacitación profesional a sus estudiantes, sino también una ganancia. Sabemos que el costo para abrir una sucursal regional es alto y que debería ser asumido en buena medida por sus clientes, los estudiantes; sin embargo, no se justifica la desproporción a la hora de cobrar materias, matriculas, laboratorios, y seminarios, entre otros. El pago de una matrícula para cursar una materia no debería ser el mismo que para cursar cuatro, nuestros estudiantes no se pueden atrasar en su carrera al no poder registrarse a una materia porque no hay suficientes alumnos registrados para abrirla.

Sugerimos a los centros universitarios hacer más estudios de mercado para saber si cuentan con suficientes estudiantes para abrir carreras nuevas – tal vez podrían sorprenderse con los resultados-, o al menos ofrecer una lista de espera a los futuros alumnos.

La decisión sobre la profesión que debe elegir cada persona no es responsabilidad exclusiva de él o ella. Sin embargo, nunca debería depender o verse limitada por la oferta académica de la zona. Nuestros jóvenes tienen que tener la libertad de poder elegir lo que ellos desean estudiar y lo que realmente les apasiona, de lo contrario, emprenderán un camino profesional distinto que no satisfará sus aspiraciones.

El resultado es universidades graduando profesionales decepcionados, poco productivos y sobre todo descontentos por dedicarse a algo que no es su verdadera vocación.

La responsabilidad no solo recae en las universidades, sino también en el Gobierno. Un país que aspira a descentralizarse y a ser más equitativo en la distribución de la riqueza, debe empezar responsabilizándose por la educación y dar igualdad de oportunidades a todos los jóvenes, especialmente a los de Guanacaste, una provincia con un alto índice de pobreza.

Tal responsabilidad engrandecería el espíritu de la educación y muy probablemente nuestros jóvenes contemplarían el estudio ya no como una obligación sino como una oportunidad de realizarse profesionalmente y aprender sin ataduras y restricciones, motivados a pensar en grande, estimulados a encontrar respuestas a las grandes interrogantes y desafíos que nos plantea nuestro entorno actual. 

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