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Editorial – Turistas: no se olviden de nuestra cultura

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Hay una cara de Guanacaste que está escondida entre pequeñas ciudades, en cerros que rodean los pueblos, debajo del mar y dentro de las manos de las guanacastecas. Quienes se obsesionan con el sol y la arena de sus playas están perdiendo de vista parte de las mayores joyas de la provincia.

Los desarrollos de hoteles para millonarios que nos dejan apenas migajas no pueden ni deben ser el único tipo de turismo que practiquemos en la provincia. Ya existe normativa de fomento al turismo rural comunitario y estrategias del Gobierno para fomentar el turismo gastronómico y cultural en Costa Rica, pero todavía es necesario bajar un escalón más y llevar esta teoría a las comunidades para integrarlas a la planificación.

En esta edición decidimos mostrarles esa otra cara de la moneda, para nosotros tan cotidiana y para otros tan desconocida: proteger los bosques, cuidar ganado, cosechar jocotes, hacer remedios caseros… ¿cuánto podrían aprender y disfrutar otros de eso que nosotros sabemos hacer tan bien?

Un grupo de innovadores —don Rafael, don José, doña Enilda, don Javier, Minor, Greddy— la mayoría de ellos mayores de 60 años, son los protagonistas del fotoreportaje sobre turismo rural comunitario de esta edición. Su proyecto Loma Larga une esos elementos y  cambia las reglas del juego, incluso sin saberlo.

Cuando ni siquiera se hablaba de turismo rural comunitario, ellos ya sabían que tenían que hacer algo con sus tierras que les permitiera conservar el bosque, seguir trabajando en lo que cada uno sabía hacer mejor y sembrar sin abusar de la tierra.

Ahora, mientras lo hacen, también reciben a turistas del hotel Calaluna, les dan tortillas de fogón palmeadas y queso fresco, los llevan a conocer el bosque, les explican cómo se curan los dolores musculares con alguna planta y en el camino se ríen y disfrutan.

Las comidas, los bailes y los trabajos típicos y cotidianos de los guanacastecos son tan dignos de atraer turistas como cualquier atardecer en la playa y quienes nos visitan no deben olvidarlo.

Tampoco deben olvidarlo el Instituto Costarricense de Turismo, el Ministerio de Cultura, los conglomerados de hoteleros ni las empresas privadas. En Guanacaste sobran las manifestaciones culturales auténticas, las que se viven todos los días, pero se quedan encerradas entre los pueblos si no hay un fomento verdadero a la integración de las comunidades en el desarrollo económico y turístico. 

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