Comida

Eduardos, comida para escapar de la realidad

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Me estoy comiendo un lomito sobre una cama de puré de papas y bañado en salsa bechamel con camarones jumbo que me deja muchas preguntas, pero sobre todo una: ¿así sabe la magia?

El lomito es jugoso y tiene un agridulce con una pizca de pimienta que me llena la boca de agua mientras lo voy masticando. El camarón viene impregnado del sabor de la salsa, que es apenas la justa para no restarle sabor a todo lo demás y el puré de papas se esponja en la boca como un marshmallow derretido.

Nos habían dicho desde hace meses que visitáramos el lugar (abrieron en abril y en Santa Cruz, sobre la pista que lleva de Nicoya a Liberia) pero personalmente prefería darle algunos meses de gracia: no es cierto que toda escoba nueva barre bien. Lo cierto es que en esta primer experiencia, previamente convenida con la dueña del local, Solange Jiménez, todo fue tal y como me lo habían contado. 

 

 

Además de la buena comida, una de mis amigas me contó que el servicio no deja nada qué desear. Ella fue el día de las madres y el lugar estaba llenísimo, entonces la comida que ordenaron para toda la familia se atrasó bastante. Luego de pedirles disculpas, los meseros les regalaron varias entradas y bebidas para compensar la espera y las clientas quedaron satisfechas.

Mientras pruebo el segundo platillo, un salmón a la parrilla con vegetales y puré de papas, Solange me cuenta que este es un negocio familiar de su padre, Eduardo Jiménez, quien tiene dos restaurantes de pollo frito en el centro de Santa Cruz. Su hermano y su hijo también se llaman Eduardo, así que el nombre del lugar no es ningún misterio.

Lo que sí era un misterio para mí era la salsa que acompañaba al salmón, que dice Solange que la preparan con aceitunas kalamata y complementan al salmón como si hubieran nacido juntos.

Aunque este no es lugar para vegetarianos porque todo el menú incluye alguna carne o marisco, el brócoli y la coliflor que sirven como acompañamiento vienen cocidos al dente con julianas de zanahoria, cebolla y chile dulce salteado.

La primera impresión que podría tener cualquiera que pase por ahí es que este es un restaurante demasiado fino o impagable, pero hay opciones como el plato ejecutivo que . cuestan ¢3.800 e incluye casado y fresco.

 

 

Las carnes rojas cuestan entre  ¢7.800 y  ¢13.500 y los mariscos van desde los ¢5.900 hasta los ¢8.500.

Dice Solange que cuando ella ve a sus clientes entrando por la puerta lo que espera es que todos entren y se sientan como en otro país, como en otro lugar lejos del estrés y del calor. Yo puedo decir que lo logró, no solo por el sabor de las carnes y los purés, sino porque me tomé un capuccino con un sabor que no he logrado encontrar en toda la bajura guanacasteca… y no hay nada como acabar una buena comida con un buen café.

Lo bueno:

  • Hay precios que se ajustan a casi todas las billeteras.
  • Tienen parqueo para algunos carros afuera y hay buen espacio para dejar el carro en los alrededores.

Lo malo:

  • Usan pajillas de plástico
  • No incluyen el 10% de impuestos en el menú

 

 

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