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El Malacrianza no murió… se hizo inmortal

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Si usted pensó que el famoso toro Malacrianza se había ido para no volver, piénselo otra vez. La imponente estampa de aquel animal que era el mayor de los retos para los montadores más osados del país, permanece inalterable en la hacienda La Nueva Esperanza en Playa Garza de Nicoya.

Ubicado en una de las colinas de la finca, luce desafiante y territorial. Su presencia intimidante y su cornamenta asesina, recuerda las vidas de Juan Carlos Cubillo y Jaison Gómez Gómez, valientes montadores quienes fueron víctimas mortales de sus embestidas.

Fue así como nació una leyenda de las montaderas, primero en Guanacaste y luego a nivel nacional. Admirado por muchos y temido y odiado por otros, en cada fiesta donde llegaba “Su Majestad” había conmoción, expectativa y sobretodo espectáculo.

Mañoso como pocos, desde la manga de salida empezaba a montar su show, y al sentir la pierna del invasor se restregaba contra el tablado advirtiéndole de una inminente faena descomunal.

Con el grito de ¡puerta! el temerario pasajero emprendía en sus lomos un viaje de encolerizados y brutales saltos, con un cabeceo impulsivo y constante de unos cachos largos e implacables que tenían como objetivo el cuerpo del montador.

El ritual fue hecho en más de 200 ocasiones y hubo mortales como Alex “Alito” Baltodano y Yeiner “El Carrilero” Cisneros, que lograron vencer la fuerza de aquellos 750 kilos de poder.

La imagen de la leyenda

Debido a esta fama adquirida en 15 años de vida, y luego que Ubaldo Rodríguez, propietario del toro, encontrara en uno de sus potreros el cuerpo sin vida de uno de los consentidos de la hacienda, el pasado 19 de marzo, fue cuando decidió hacer una representación del animal para inmortalizar su imagen.

“No es exacto, pero sí casi perfecto”, opinó con nostalgia Rodríguez, al ver por primera vez la escultura en cemento hecha a escala real del toro por el reconocido escultor liberiano, Johnny García Clachar.

García, quien ha hecho esculturas y monumentos en Abangares, Carrillo, Liberia, Nicaragua, Nicoya y Santa Cruz, al enterarse del suceso habló con Rodríguez para planear los detalles de la escultura.

El escultor anteriormente había hecho una representación a escala real del toro El Oasis, famoso ejemplar de la Hacienda Los Ahogados en Liberia.   

Luego de dos meses de duro trabajo, García vio finalizada su obra la cual tuvo un costo de ¢3.800.000 y que duraron como dos horas cargándola  en una grúa especial para llevarla  a diferentes puntos de la provincia.

Le di una vuelta al toro por el parque de Liberia en una grúa que jala carros, paré en Belén de Carrillo, también en Filadelfia, me metí a Santa Cruz, en el parque y Nicoya. Era toda una caravana y todos querían sacarse una foto con el toro”, dijo García Clachar. 

Fue finalmente el pasado 31 de octubre que El Malacrianza volvió a la tierra que lo vio nacer, para no irse más. Su figura vigila la Hacienda La Nueva Esperanza, perpetuando la imagen de uno de los toros más bravos que ha visto el país.

 

 

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