Derechos Humanos, Especiales

El “mundo oculto” del ciberacoso contra las mujeres jóvenes de Guanacaste

Esta ilustración fue realizada por Noelia Esquivel Arias, de Costa Rica. Es diseñadora gráfica de profesión e ilustradora por amor. Disfruta dibujar la naturaleza en todas sus formas y usar la ilustración como una forma de hablarle al mundo. Su cuenta de Instagram es @nea.il
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Sara caminó con miedo desde el momento que salió de su casa. Iba para el colegio a recoger unos exámenes y su pesadilla empeoró cuando llegó. Estudiantes de diferentes niveles le gritaban, le chiflaban y le lanzaron dos bolsas con agua. Sara se fue para el parque con una amiga y lloró por media hora.

La noche anterior alguien había creado un perfil falso en un sitio web llamado Ask, en el que los usuarios pueden hacer y recibir preguntas anónimas. La cuenta falsa realizaba comentarios despectivos sobre otros compañeros del colegio donde Sara estudiaba.

En Facebook, varios estudiantes la responsabilizaron a ella diciendo que ellos habían hackeado la plataforma y vieron su correo asociado a esa cuenta. Pero Sara asegura que no fue ella. 

 

Le empezaron a escribir mensajes intimidantes y ofensivos por Facebook y Whatsapp. “Deseo ver a esa chamaca mañana”. “No me gustaría estar en el lugar de ella JAJAJAJ”. Y a hacer referencias ofensivas de su cuerpo. “¿Qué se cree usted, gorda estúpida?”.

A Sara, el acoso cibernético y el bullying le incrementó la ansiedad, la anorexia y la bulimia con las ya que lidiaba. Aún peor, varios estudiantes se dieron cuenta de que sufría esos trastornos. “No sé si fue que un día me vieron en el baño y entonces también empezaron a decirme bulímica y anoréxica”, cuenta.

Su amiga, Aura, también recuerda que le tomaban fotos a Sara y las subían burlándose de ella. Sara y Aura son nombres ficticios, por seguridad de las menores. 

La violencia en línea es una réplica de lo que vivimos cotidianamente las mujeres en nuestro mundo real”, explica la ingeniera en sistemas y gestora de proyectos, Rocío Jiménez. 

Jiménez trabaja en Sulá Batsú, una cooperativa que fortalece el desarrollo de las comunidades a través de varios pilares, uno de ellos es la tecnología.

En internet, la violencia se magnifica por la inmediatez y por la cantidad de gente que puede ver una publicación. Además, en las zonas rurales, explica Jiménez, lo virtual puede llegar a afectar más a las víctimas porque son poblaciones pequeñas, en donde la gente conoce casi que a todas las familias del pueblo.

Sara, por ejemplo, pensó en algún momento cambiarse de colegio, pero no tenía mucho sentido: por un lado, no habían muchas opciones y, por otro, supo que en los otros colegios se enteraron de lo que estaba pasando.

Como ella, muchas adolescentes enfrentan ciberacoso con ofensas o amenazas. En otros casos, hay gente extorsionándolas porque tienen fotos íntimas de ellas (sextorsión), o compartiéndolas por venganza (pornovenganza). Hay adultos haciéndose pasar por menores de edad para acercarse a niñas o adolescentes o enviándoles fotos de penes.

La psicóloga Katherine Chavarría, de una clínica en Carrillo que atiende niños y jóvenes, dice que en algunos casos la violencia puede empujarlas a autolesionarse o al suicidio, porque se sienten culpables.

Lo que falta, según las especialistas, es educación. 

Es que no necesariamente las mujeres jóvenes tienen la información para medir los riesgos de compartir cierta información”, considera Mercedes Hidalgo, gestora de juventudes del Consejo de la Persona Joven (CPJ) de Santa Cruz.

Jiménez agrega que es cierto que las nuevas generaciones están más familiarizadas con la tecnología, pero es enfática en que eso no quiere decir que lo hagan de forma segura.

“Arrastramos y agrandamos una serie de retos: no hablamos de educación sexual y afectiva, muchísimo menos hablamos de educación sexual y afectiva en línea”.

Denunciar… ¿dónde?

Sara nunca supo quién creó la cuenta en Ask. Lo que pasa en muchos casos es que los acosadores se esconden en cuentas falsas. “Para la mayoría de gente, el anonimato es abrir mi misma computadora, abrir otro correo y crear otra cuenta de Facebook”, ejemplifica Jiménez, pero agrega que eso no quiere decir que los acosadores estén realmente en un mundo oculto.

“Lo que pasa es que identificarlas lleva un proceso muy complejo”, agrega.

El mayor reto, dice ella, es que no existe una legislación específica para el acoso y violencia en línea. “La ley de delitos informáticos se limita a proteger, sobre todo, a empresas de ataques informáticos”, explica. Y es por eso que a veces se ve como eso: un mundo oculto.

Los pocos registros que tiene el país son los del Ministerio de Educación Pública (MEP). Este año, la institución ha recibido 326 denuncias, de las cuales ninguna es de acoso cibernético. Guanacaste, además, es la provincia que registra la menor cantidad (10).

“Son más los casos. Sabemos que lo que nosotros recibimos es solo la punta del iceberg”, acepta la coordinadora de la Contraloría de Derechos Estudiantiles, Rocío Solís.

En los colegios, algunas veces hay denuncias. La mamá de Sara sí se acercó al director del colegio para buscar una solución. Él y otros docentes se encargaron de decirle a los estudiantes que debían parar las burlas.

En otros casos, solo circulan rumores. Así lo relata la orientadora del Colegio Técnico de Corralillo, Elvia García.

Lo que más sucede en el colegio es la creación de memes burlistas y la circulación de fotos íntimas de estudiantes mujeres”, cuenta. Hace tres meses empezó lo que ella llama “una ola”. 

Una estudiante se acercó a contarle que estaban circulando fotos íntimas de varias estudiantes. Lo que el colegio hizo fue empezar a pasar aula por aula para hablar con los estudiantes. “Les dijimos que era importante no aceptar solicitudes de desconocidos, que compartir fotos puede traer repercusiones y que es mejor borrar las fotografías cuando llegan”, relata García.

Según las expertas, detrás de cada caso conocido, hay probablemente muchos más. Y cada uno genera en las chicas vergüenza y aislamiento.

Sara dice que ella ni siquiera en su casa se sentía segura, porque la amenazaban con llegar a buscarla. Pese al temor, Jiménez, de Sulá Batsú, sugiere hacer las denuncias ante el MEP o ante el Organismo de Investigación Judicial (OIJ), y guardar todas las evidencias posibles.

Hidalgo, del CPJ de Santa Cruz, también opina que es necesario visibilizar que esto sucede. “Por una chica que habla hay muchas otras detrás que no lo hacen, entonces, una chica que hable está alzando la voz por sus pares, y es lo que tenemos que fomentar”.

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