“Esta es la cuerda que está mal”, le dice Chomán a María Ugalde, mientras frota su muslo izquierdo como un panadero lo hace con la masa. “Vamos a tratar a lo que aguante, usted me dice hasta dónde”, le instruye el masajista.
Estamos en Puerto Jesús de Nicoya, en un corredor con bancas colocadas alrededor de una camilla azul donde está acostada María, quien vino desde Sonzapote de Nandayure y hace 10 días tuvo un accidente mientras viajaba en moto con su esposo Alonso Jiménez.
Con las muletas a un lado de su asiento, Alonso observa con atención cada movimiento que realiza Chomán —cuyo nombre completo es Rigoberto Bolívar Siles— en el cuerpo de su esposa. María llegó cojeando y con mucho esfuerzo apenas pudo subirse a la camilla en la que ahora yace tendida.
De estatura baja, con manos y brazos pequeños pero sólidos como roca, Chomán, realiza uno de sus famosos masajes internos y profundos para aliviar golpes por caídas o torceduras.
El método se repite por unos 15 minutos y finalmente María, ya menos adolorida, se baja despacio de la camilla y camina poco a poco por la sala de la casa, con una expresión de alivio y sorpresa.
La recomendación final de Chomán para su nueva clienta satisfecha es soasar hojas de tabacón en agua caliente y amarrarlas con una compresa por las noches, durante tres días.
¡Ahí está la pega!
A sus 61 años años, Chomán es uno de los masajistas y sobadores más famosos de la Península de Nicoya, y uno de los pocos que todavía mantienen la tradición de curarse con remedios caseros. Si le pregunta a cualquier nicoyano que haya vivido algunos años, es casi seguro que le recomienden las manos de este sobador.
Así me lo confirman tres clientes suyos que vinieron desde Nandayure a curarse, y que recomiendan los famosos masajes de Chomán.
Los fines de semana son los días de más trabajo para él. “Atiendo hasta 10 personas en un solo domingo”, asegura Chomán.
Su popularidad deriva en su efectividad al curar a cada paciente. Así me lo confirman tres clientes suyos que están sentados en el corredor.
En la entrada de su casa hay redes de pescar amontonadas, un motor de lancha, baldes de plásticos, boyas, plomadas y anzuelos, artículos que por ahora están en desuso porque es época de veda para los pescadores, oficio al que se dedicó Bolívar por más de 30 años y al que hoy se dedica uno de sus hijos.
A un costado del corredor, Chomán recibe a todo aquel que anda tieso de la nuca o empachado. Él dice que por sus manos han pasado montadores, deportistas, empresarios, niños y mujeres de todo el país.
Para curar empachos, este sobador frota las manos, el antebrazo, y las piernas. Utiliza aceite mineral y cuando termina recomienda tomar leche magnesia o aceite de oliva.
La fiebre, visión opaca, pulso bajo, vómitos y estómago hinchado son los principales síntomas de quienes llegan a pedirle una sobada.
La pega más dura de sacar es la pega seca”, me asegura el experimentado sobador. Es la que se da por comer algo que no se digirió bien y queda acumulado en los intestinos.
Pese a su buena fama, Chomán toma algunas precauciones en su oficio. Por ejemplo, no soba bebés, mujeres embarazadas, ni el estómago de sus pacientes, para así evitar complicaciones en órganos del cuerpo. Tampoco atiende a alguien con alguna fisura en sus huesos, problemas de piernas o meniscos.
¿La pega más difícil? Él dice que fue una importante empresaria de Nicoya que tenía un mes de estar enferma y llegó a su casa para ver si era un empacho.
“Con solo verla llegar me di cuenta que estaba mal, venía pálida y con fiebre. Estaba bien pegada”, recuerda Chomán, que en esa ocasión dedicó más de 20 minutos a curarla, porque era “una pega vieja”. Es decir, de varios días.
Un remedio casero que él recomienda a quien tiene empacho es hervir una rama de la planta Hombre Grande, hacer una infusión y tomarla una sola vez.
Del güaro a las cuerdas
La vida de Chomán no ha sido fácil. Nació en Golfito, en la zona sur del país, y por necesidad empezó a trabajar largas jornadas en el campo. Con 12 años, ya trabajaba en las bananeras de Limón.
Las cicatrices de ese trabajo no solo quedaron en su piel sino también en su sistema reproductor. En el 2001 quedó estéril como consecuencia del uso del agroquímico conocido como nemagón, que las empresas asentadas en el Caribe de Costa Rica utilizaron en la década de 1960.
Sin embargo, la enfermedad que más le costó vencer fue el alcoholismo. Hace 23 años, cuando se trasladó a vivir de Limón a Puerto Jesús, recuerda que se hincó y le rogó a Dios que lo sacara del abismo del alcohol y le permitiera ayudar a las personas.
Por eso yo sobo y ayudo a la gente. Dios me ha dado este don de curar y aliviar”, dice con firmeza y con los ojos humedecidos.
Desde que llegó a Puerto Jesús empezó a dedicarse a la pesca y a los masajes, aunque él afirma que aliviar dolores musculares no es un trabajo sino una vocación que aprendió de su abuelo, quien también era sobador y aprendió su método viendo y tocando.
Chomán es el sobrenombre que le puso el finado Heriberto Sibaja, dueño de una marisquería en Puerto Jesús de Nicoya. Es un saludo que en Mekatelyu o lengua criolla de Limón significa “¡Hey hombre!”.
Así pasó a ser conocido por este particular nombre que él mismo escribió en una llanta de carro enterrada a la mitad en la entrada de su casa, y que ya pasó a ser su marca más popular.
Chomán cobra ¢5.000 por cada masaje o sacada de pega. Atiende con cita previa o a domicilio. Hoy, él, su esposa y tres hijos, viven de una pensión que hace unos meses pudo obtener por el régimen de invalidez, pues hace dos años un vehículo lo atropelló mientras cruzaba la calle.
Por eso, hoy camina con cierta dificultad, pero al menos puede caminar. Él mismo se ha curado con sus masajes y además tiene un implante metálico en su pierna derecha. Cuando la inflamación es mucha, recurre a las hojas de tabacón, su desinflamante preferido.
Comentarios