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La época lluviosa no ha podido revivir lo quemado en Lomas Barbudal

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Traductora: Arianna Hernández

Camino por un sendero bordeado de pequeños helechos de un verde casi fosforescente. Las últimas lluvias le han devuelto poco a poco las hojas a los árboles, que se mecen perezosas en lo alto.

El camino estrecho atraviesa el bosque seco de la Reserva Biológica Lomas Barbudal, en Bagaces. La vida brota en cada rincón desde la entrada de la reserva, algunos metros atrás, donde dos iguanas de tamaño jurásico peleaban por un pedazo de fruta, y varias guatusas y un pizote curioseaban alrededor de la compostera de la estación de guardaparques.

Hoy es un día bochornoso de agosto que solo la sombra del bosque logra apaciguar. A primera vista pareciera que nada malo ocurre en Lomas Barbudal, pero el agua de los meses de lluvia no lava así nomás la destrucción que dejaron los fuegos de la época seca.

El 1º de marzo, un incendio que empezó fuera de la reserva provocó “el incidente de mayores dimensiones atendido a nivel tanto provincial como nacional”. Así lo calificó  el Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac).

Los bosques de la provincia han sido resilientes y año tras año intentan regenerar lo mejor que pueden lo que les han quitado, pero tras el último incendio hay sectores en Lomas Barbudal que no han podido recuperarse.

Un incendio “devastador”

En este sendero no voy solo. Delante de mí camina en silencio la administradora de la reserva biológica Priscilla Carbonell. La zona que buscamos está a varios cientos de metros y para llegar allá debemos caminar a la orilla de un río de agua celeste y turbia.

La funcionaria fue una de 1.073 personas que participó en la atención de los incendios forestales en la provincia. El año pasado hubo 24 incendios en la época seca entre diciembre y mayo, pero en la de este año el número casi se triplicó: alcanzó los 89.

El incendio de Lomas Barbudal devoró la mitad de la reserva. De las 3.200 hectáreas que la conforman, 1.645 se convirtieron en cenizas. Este incidente representa el 55,8% del total afectado en las Áreas Silvestres Protegidas (ASP) de la región Chorotega. La cantidad de área afectada dentro de las ASP de esta región ha sido la más grande de los últimos cinco años.

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El sentimiento es devastador, realmente me da mucha tristeza ver cómo se quema el bosque y saber que no puedes hacer nada porque a veces las fuerzas se agotan”, comenta Carbonell.

No hay certeza de cómo inició el incendio de Lomas Barbudal. Lo único que saben es que empezó en una finca cercana que sus dueños, junto con los funcionarios de la reserva, habían salvado del fuego solo un par de semanas antes.

Cuando Carbonell me avisa que ya llegamos no percibo de inmediato la catástrofe que sucedió algunos meses atrás, hasta que ella me señala lo que debo mirar y recién empiezo a ver el problema.

Donde hubo fuego, secuelas quedan

Una telaraña de bejucos muertos y pequeños árboles secos se adentran en el bosque hasta donde alcanza la vista.

“Hay muchos árboles juveniles a los que les ha costado la recuperación, que venían creciendo a raíz de reforestaciones pasadas que se habían dado en la reserva”, explica la funcionaria.

El incendio de este año quemó sectores de la reserva donde el fuego tenía mucho tiempo de no llegar. Más allá de los impactos visibles e inmediatos, a la guardaparques le preocupa las secuelas que generan estos incendios a largo plazo.

Uno de estos impactos es la pérdida de variabilidad genética del bosque. Carbonell explica que si los árboles con buenos genes mueren y no se reproducen, el bosque está propenso a volverse más uniforme.

¿Entonces, qué es lo que va a pasar? Ese bosque posiblemente se va a convertir en una sabana o en un desierto porque ya no va a tener forma de sobrevivir”, agrega.

Otro punto que a Carbonell le preocupa es el deterioro del suelo. Según explica, los incendios producen una capa de ceniza en el suelo que lo va volviendo impermeable. Los efectos a largo plazo podrían dejar los suelos erosionados y compactos en los que se vuelve más difícil la infiltración de agua.

2022 - agosto -Lomas Barbudal Incendio forestal SINAC ASP Areas Silvestres Protegidas - Cesar Arroyo-17

La mayor afectación dentro de las Áreas Silvestres Protegidas ocurrió dentro de la vegetación de bosque maduro con 1.974 hectáreas, seguido por bosque secundario con 458 hectáreas. Foto: César ArroyoFoto: César Arroyo

Estos problemas no se quedan dentro del perímetro de la Reserva Lomas Barbudal. La guardaparques asegura que después de un incendio la retención de agua en el suelo empeora, lo que provoca fincas erosionadas y poco productivas.

Las secuelas también las percibiremos fuera del bosque. Al disminuir la cobertura forestal que regule la temperatura ambiental, Guanacaste empezará a vivir calores más intensos.

Carbonell y yo iniciamos el camino de regreso a la estación de guardaparques y pasamos a la par de un pozo, de donde sale el agua que abastece a la comunidad vecina de San Ramón de Bagaces. El río que debemos volver a seguir lo alimentan varias nacientes de agua de la reserva, por eso no se seca nunca, ni en los meses de verano.

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“Estamos ocasionando un desequilibrio ecológico que no estamos midiendo” explica Priscilla Carbonell, administradora de la reserva. Los incendios están destruyendo el hábitat de todas las especies de flora y fauna que viven en las Áreas Silvestres Protegidas. Foto: César ArroyoFoto: César Arroyo

“Las áreas protegidas no son islas. Un incendio forestal no solamente está afectando al finquero o a los guardaparques, sino que está afectando a toda la población”, apunta la funcionaria con cierta frustración.

Los datos del Sinac determinaron que de los 89 incendios forestales en la provincia, un 54% se originaron por acciones de vandalismo, venganza y actividades de caza y un 28,7% por quemas agropecuarias y de pastos. El porcentaje restante correspondió a quema de basura (5,6%), reinicio de incendio y fogatas (ambos con 4,7%) y el cambio de uso del suelo (quemas en terrenos para destinarlos a otras actividades con un 2.3%)

Esto significa que las acciones humanas provocan el 99% de los incendios. La solución a los incendios depende totalmente de las comunidades y la producción agrícola, por eso Carbonell espera que ellas cumplan con su parte. Su rol y el del bosque ella lo tiene muy claro.

“Hay que entender el bosque porque él también va a buscar la forma de recuperarse. Después está uno como guardaparques, tenés que pensar ¿cómo vas a ayudar a que ese equilibrio vuelva?”, dice Carbonell.

De vuelta en el principio del sendero llegamos a la intersección que divide el camino hacia la poza o hacia la catarata. En el centro hay un cartel que advierte “CONSERVAMOS ÚLTIMOS REMANENTES DE BOSQUE TROPICAL SECO MESOAMERICANO”.

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