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English Es un sábado por la mañana y me encuentro a 2 kilómetros de la ruta 21 en Nicoya, en un pequeño pueblo llamado Obispo de Mansión. Aquí, bajo la sombra de los árboles, en medio de un bosque, se encuentra un centro de terapia alternativa con caballos que ayudan a la sanación de diversos padecimientos y enfermedades.
Estoy en la propiedad de la familia Castillo Rodríguez y este es el Centro de Equinoterapia Facundo, donde se promueve la rehabilitación de niños, adolescentes y adultos a nivel neuromuscular, psicológico, cognitivo y social, usando al animal como una herramienta terapéutica.
Melania Castillo es la equinoterapeuta certificada del centro y madre de Facundo Céspedes, un pequeño de 4 años que padece de parálisis cerebral infantil espástica. Precisamente por eso inició su carrera.
“Poder ayudar a otros, ver a un niño cuando llega y no controla sus movimientos, que te conozca y luego poder hacerlo sonreír, eso no tiene precio”, dice Castillo, mientras una lágrima le corre por la mejilla.
La equinoterapia tiene tres pilares: la transmisión del calor corporal del caballo, que llega a 39 grados y es muy bueno para estirar y relajar; la transmisión de impulsos rítmicos, pues cada pisada del caballo trasmite 110 impulsos que se sienten en el lomo del caballo; y el patrón de marcha tridimensional que se crea mientras el caballo camina y se impulsa hacia arriba y hacia ambos lados.
La sanación no es inmediata, sino que es un proceso lento que requiere constancia, perseverancia y compromiso. Se requiere que el paciente vaya al menos tres meses para ver progresos, pero muchos de sus pacientes no regresan, dice Castillo.
El centro abrió hace exactamente un año, en setiembre del 2015, y desde entonces recibe pacientes todas las semanas, interesados en probar esta tendencia que comienza a dar sus primeros pasos en Nicoya.
Este tipo de terapia sirve como complemento para tratamiento de patologías como la parálisis cerebral, esclerosis múltiple, hemiplejia, trastornos mentales y psiquiátricos, retraso mental, autismo, Síndrome de Down, Síndrome Asperger, así como dificultades escolares, déficit de atención, hiperactividad, fracaso escolar, problemas conductuales y de adaptación social, alteraciones alimenticias o bien puede ser utilizado solamente como un método de relajación.
Los sonidos naturales del bosque nicoyano hacen que el paciente se comience a relajar desde que se baja del vehículo. Estos animales son muy sensibles y si el paciente llega nervioso, el caballo lo percibe y se pone nervioso también. Cuando va a iniciar la sesión, el terapeuta debe transmitir seguridad al niño para que pueda recibir los beneficios. Si el caballo siente la paz del equipo, reacciona de la misma forma.
Para este tipo de terapia no se puede trabajar con cualquier caballo. Debe ser un caballo manso, dócil, de paso amplio y suave. La altura también juega un papel importante para que los terapeutas puedan sostener y darle más seguridad al paciente.
Fabián Blanco es un niño de 2 años que padece de parálisis cerebral infantil, hidrocefalia y ceguera cortical (ve manchas). Asiste a terapia desde marzo de este año, dos veces por semana. Según su madre, ha tenido una gran mejoría en su postura: controla mejor su tronco y logra relajarse completamente cuando termina la sesión. Además, ha comenzado a balbucear palabras, su carácter ha mejorado y ahora duerme mejor.
Melania Castillo y su hermano Gabriel aprovechan un momento libre entre citas de pacientes para dar una vuelta con Lucas Céspedes de 3 años. Él disfruta y obtiene los beneficios de la equinoterapia que ofrece su mamá en medio del bosque.
Durante 3 años, Castillo viajó todas las semanas con su hijo a la provincia de Alajuela, hasta que un día tomó la decisión de convertirse en equinoterapeuta y se capacitó en México profesionalmente.
Caleb Venegas, de dos años, empezó su terapia hace un mes. Inicia la sesión desconfiado y asustado, pero el equipo se toma el tiempo para que el niño se familiarice con el animal. Luego de 40 minutos, el niño realiza los ejercicios sin problemas y hasta sonríe.
Diana Arnaes, de 29 años, padece de glaucoma congénito, músculos atrofiados, malformación de huesos y parálisis cerebral que comenzó a asistir en mayo. Su madre cuenta que a ella le encanta el contacto con el animal y se contagia de su energía. Su parte favorita es la postura de vegetación, cuando junto con el caballo, la vegetación, los pájaros, los monos y los diferentes ruidos del bosque la llevan a un espacio de calma, paz y tranquilidad.
Equinoterapia Facundo no es el típico establo, pues a los caballos se les trata con respeto y admiración. No se utilizan monturas y todas las sesiones inician y terminan dándole un abrazo a Sultán o Campanilla, el caballo y la yegua utilizados para las sesiones. Como parte de su terapia, Diana termina la sesión dándole un baño refrescante a Sultán, su caballo favorito.
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