La felicidad de los ticos es tan imperturbable que somos capaces de acostumbrarnos a cualquier cosa con tal de mantenernos sonrientes, sin que nada nos enfurezca o nos quite la felicidad a la que nos aferramos con tanta pasión.
Nos hemos acostumbrado a ver alambre navaja en las tapias de las casas, condominios custodiados por guardas armados, cámaras de seguridad y sensores contra el robo hasta en las pulperías y los delincuentes también felices siempre liberados unas horas después de ser capturados. Nos hemos acostumbrado a escuchar noticias de asaltos, asesinatos y violaciones, como si estuvieran hablando de papas o chayotes, totalmente inmune es nuestra felicidad hacia estas situaciones, hasta le sacamos chiste si es posible.
Nos hemos acostumbrado a perder horas de vida en las presas, a usar un transporte público ineficiente o en el caso de las zonas rurales a tragar polvo en el verano y transitar en charcos de barrial en el invierno.
Nos acostumbramos a ver mendigos, drogadictos y niños en riesgo en la calle. Ellos solos, con hambre, descalzos, con frío, ellos tristes y nosotros tan pero tan felices. Es como si hubiéramos cortado el cable que conecta nuestros ojos con nuestro cerebro y corazón.
Nos hemos acostumbrado a pagar impuestos, pero además pagar educación, salud y seguridad privada, en el caso de Nosara, además nos toca financiar parte de la infraestructura. Y si usted no puede pagar los servicios privados, pues también es feliz haciendo fila en la CCSS, o sabiendo que en la escuela de su hijo la “teacher” no sabe hablar inglés y la maestra tiene la peor ortografía y caligrafía posible, y el maestro de matemática no logra que sus hijos se interesen en la materia.
Nos hemos acostumbrado a que el paseo familiar sea una caminata por el mall, a que la novela más popular sea de unos narcos guapísimos, y a que no importa que tan poco saludable sea nuestra dieta sigamos siendo los gorditos más felices del mundo.
Dios libre alguien se queje, usted por ser tico está obligado a ser feliz, esta es nuestra condición intocable, y si acaso usted dice algo está siendo malagradecido con los padres de la patria. No vea el 20% de los ticos que viven en pobreza, en soledad y en abandono, sin oportunidad de salir adelante.
Sea positivo, vea el 80% que no son pobres. No vea como se roban y despilfarran el dinero público, no vea como administran los recursos naturales de forma injusta, no vea los ríos contaminados, ni las especies que se han extinguido, no vea la manipulación en las comunidades pobres e indígenas, no vea las injusticias con los pequeños agricultores. Vea la pobreza, la corrupción y la destrucción de los recursos naturales en todos los países centroamericanos, pero no se le ocurra ver la pobreza en los barrios del sur de San José, esos son insignificantes ante la belleza de nuestros volcanes.
No tengo claro de donde sacamos esta linda actitud de ser siempre felices, debe estar en nuestros genes, seguro nuestra capacidad de amoldarnos y acostumbrarnos a cualquier circunstancia nos permite seguir siendo felices pase lo que pase.
Les propongo que sigamos siendo el país mas feliz y que aprovechemos esta capacidad de acostumbrarnos para que nuestra felicidad tenga además SENTIDO.
Les propongo que nos acostumbremos a ver los problemas del país, a realizar que existen y a buscarle soluciones. Acostumbrémonos a participar en nuestras comunidades en los grupos de bien social, de administración pública, ambientales, por los niños, por la juventud, por los adultos, por los ancianos. En las juntas de educación, en la asociación de desarrollo, en el comité ambiental. Acostumbrémonos a no ser inmunes al dolor de los seres humanos en circunstancias de pobreza y abandono.
Acostumbrémonos a tocar la tierra, a sembrar, a caminar por los bosques, conocer nuestras especies, los ríos, los volcanes, los cerros, las llanuras.
Acostumbrémonos a comer las frutas en su época de cosecha, a leer las etiquetas en el supermercado, a tener una huerta casera, a reciclar.
Acostumbrémonos a conocer nuestra cultura, tradiciones, historia, leyendas; no sólo en libros sino observando nuestra vida cotidiana, nuestras grandes virtudes y viejos defectos.
Acostumbrémonos a usar energía limpia, a caminar o usar la bici para transportarnos, a apagar el aire acondicionado y abrir las ventanas.
Acostumbrémonos a exigir que nos atiendan bien en la Municipalidad, en el Ebais, en el bus o en el banco. A que le den una buena educación pública a toda nuestra población, a que sean muchos los alumnos de las públicas que ganan los exámenes de admisión a la universidad, a que hayan mas colegios técnicos y especializados. Acostumbrémonos a denunciar a los empleados públicos que no cumplen con su deber, a los que piden mordidas, a los que se les ha olvidado que somos nosotros quienes pagamos sus salarios.
Acostumbrémonos a andar en tranvía, tren, o en metro, a poder subir los coches de bebé o silla de ruedas con facilidad a los transportes. A tener calles asfaltadas, aceras, ciclo vías, puentes permanentes, túneles, y canales.
Acostumbrémonos a no tolerar la corrupción y quebrarle la cáscara a los políticos que ni vergüenza les da.
Los que trabajan en el sector público sean brillantes, apliquen lo que saben, no tengan temor de sobresalir, de denunciar, de pedir lo que necesitan para trabajar bien. Escriban, cuenten lo que pasa desde adentro, no se acostumbren a trabajar con malos recursos o con gente mediocre, sean exigentes en lo que hacen, es pura cuestión de costumbre.
Acostumbrémonos a vivir seguros, a exigir que encierren a los delincuentes para que ellos vivan tras las rejas y no nosotros.
Acostumbrémonos a discutir, estudiar los problemas públicos, buscar soluciones, a escuchar todas las posiciones, todas las ideas y ser críticos de lo que vivimos.
Acostumbrémonos a que la Paz en la que vivimos sea real, a que la justicia sea recta, a que nuestra fama de país verde sea cierta, y a que nuestra felicidad tenga sentido.
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