A unos 200 metros de la entrada del túnel La Fortuna, en La Sierra de Abangares, Isaac y Michael sacan las piedras de un pozo en el que buscan oro.
Javier prepara la mecha y la dinamita que encenderá en unos minutos para hacer más profundo el pozo en el que trabaja con otros oreros.
Luego de la jornada de la mañana, aproximadamente a medio día, los mineros almuerzan y descansan afuera de los túneles y pozos en medio de la chatarra que hay.
Los coligalleros sacan a pie y en bicicleta el material desde lo profundo de estos túneles. Son estructuras inestables que las antiguas compañías abandonaron hace varias décadas.
En lugares como estos están las rastras, donde los mineros procesan el material, y las piletas, en las que queda el material restante, llamado lamas. De ahí también se puede sacar oro, pero solo con cianuro.
Juan "Nica" utiliza muchos litros de agua en la rastra para ir quebrando las piedras que los mineros extraen de las minas.
Luego de recuperar el azogue o mercurio de las rastras, los coligalleros lo filtran con paño para separarlo del oro y que quede una pepita.
Por esta pepita a la que le han quitado los últimos rastros de mercurio, le pagarán a los mineros alrededor de ¢60.000 en Coopeoro, una de las cooperativas de Abangares.
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