
A la Finca Don Miguel en Curime empiezan a llegar carros cargados con cajas de legumbres, verduras, e historias de vida en manos de quienes las descargan.
Preparan todo para la feria verde que organiza una vez al mes la Asociación Agro Orgánica Guanacasteca en la finca de uno de sus miembros. La agrupación conformada por 40 socios, agricultores en su mayoría, otros solo consumidores, se reúne con un mismo propósito: demostrar que se puede producir orgánico en Guanacaste.
En el suelo del trópico seco es común encontrar granos, caña de azúcar y frutas, principalmente melón. Los agroquímicos contribuyen a que los frutos crezcan más grandes y más feroces en medio de la sequedad. Así se pierden menos cultivos.
Sin embargo, las familias que llegan a la Finca Don Miguel encuentran que las ventajas de la fumigación no son suficientes en comparación con los daños que han provocado en sus vidas.
Doña Teresa Ramos trae su café desde su finca en La Esperanza, un pueblo en la cresta del Diriá entre Santa Cruz y Nicoya, donde el bus sube solo una vez al día, tres veces por semana. Comanzó a producir orgánico luego de que casi pierde a Nelly, su única hija, quien se intoxicó a los cinco años con una hoja de café atomizada. Nelly sufrió de convulsiones durante 15 años, producto del veneno. Afortunadamente, se detuvieron con el nacimiento de su hija Kora.
Miguel Gutiérrez pone sobre la romana un puño de cebollas pequeñas que sabe podrían ser mucho más grandes. Él dejó de usar químicos desde que murió su esposa por cáncer gástrico. En una esquina, Doña Francia Cerdas, vecina de Vigía y productora orgánica, ayuda a Don Miguel a vender sus productos mientras ordena los suyos con las manos teñidas de amarillo por trabajar la cúrcuma.
Francia, Teresa y Miguel trabajan la tierra procurando los productos más saludables posibles porque conocen las consecuencias del consumo de agroquímicos: no se los tienen que contar.
En cuanto a salud agroalimentaria llevan una ventaja sobre el resto del país. Se conocen. Son vecinos, son amigos, no le desean el mal a nadie. “A la gente antes no se le ocurría echar un químico al río porque el vecino era su amigo”, dice Irene Burgués, fiscal de la asociación.
Estas razones los llevan a hacerle frente al clima variable, a la escasez de producción y mercado y luchar contra cualesquiera que sean las condiciones agresivas que su cultivo atraviese. La resistencia los define.
Si quiere sumarse a su red de distribución ó saber cuando será la próxima feria verde búsquelos en Facebook como Asociación Agro Orgánica Guanacasteca.
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