Muni de Talamanca extinguió el único programa de escucha a jóvenes en comunidad indígena con alta tasa de suicidios.

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GuanaData, un proyecto de La Voz de Guanacaste, investiga el presupuesto público de seis municipalidades del país, entre ellas Talamanca. ¿Qué van a leer en esta investigación?

  • La Municipalidad de Talamanca estaba suscrita a un convenio internacional que iba destinar $8.000 (₡4,7 millones aproximadamente) al programa de prevención de suicidios “Casita de Escucha”. La muni tuvo cuatro años para pedir el dinero, pero priorizó solicitar otros fondos para construir una cancha multiusos y remodelar cuatro parques en Bribri. 
  • En la última década, el distrito de Telire, en Talamanca, ha duplicado -y a veces triplicado- la tasa de suicidio nacional. En el 2018, la tasa nacional de suicidio llegó a 8 por cada 100.000 habitantes, pero la de Telire fue de 25.



Lorna Hernández tenía 14 años el día que la Desesperanza visitó su casa. Era una mañana de junio del 2020, la semana después de que su “pareja”, un hombre de más de 40 años, terminara una relación impropia que mantuvo con ella por casi un año. Cuando sus padres regresaron del trabajo, encontraron el cuerpo de Lorna sin vida.

“Desesperanza” es el término que la comunidad Bribri, en Sepecue, usa para referirse al suicidio de personas adolecentes. En el distrito de Telire, Sepecue es un terreno recóndito, allá por la cordillera de Talamanca, que solo se encuentra después de un recorrido en carro de media hora y 20 minutos en bote desde el centro de Talamanca. 


Entre kilómetros de cerros tupidos viven 2.000 integrantes de una comunidad que lleva años de luto porque casos como el de Lorna han sido recurrentes, demasiado. De hecho, durante el 2014 el Consejo Municipal de Talamanca emitió una declaratoria de emergencia ante la cantidad alarmante de casos reportados. En el 2018, la tasa nacional de suicidio llegó a 8 por cada 100.000 habitantes, pero la de Telire era de 25. Para el 2019 pasó algo similar: la nacional estuvo en 6,8 y la de Telire en 12,2. A pesar de esto, hasta el mes de enero de 2020 el Área de Salud de Talamanca no tenía una plaza de psicología o psiquiatría.  


Para aliviar esta herida, en el año 2017 la Fundación Fundamentes, con fondos del Patronato Nacional de la Infancia (PANI), implementó el proyecto “Casitas de Escucha”, que es un espacio en donde las y los niños y adolescentes asisten para hacer actividades recreativas, deporte y hablar con psicólogos. Así funcionó hasta diciembre del 2019 cuando cerró por falta de recursos. La “Casita” era la única iniciativa de prevención de suicidio en todo el distrito de Telire. 


Esto lo sabía bien la muni de Talamanca, que formaba parte de un convenio con el Sistema de Integración Centroamericana (SICA) para financiar proyectos municipales. Uno de estos era construir un edificio propio para la Casita de Sepecue. La municipalidad podía solicitar $8.000 (₡4,7 millones aproximadamente), según el plan operativo que entregó al SICA. 


En vez de hacer esta petición, solicitó fondos para una cancha multiusos y remodelar cuatro parques en Bribri. La municipalidad sí pidió presupuesto para la casita, pero lo hizo tarde. Tuvo desde el 22 de julio del 2016, fecha en que firmó el documento, hasta el 31 de noviembre de 2019 para pedir el dinero. Cuando hicieron la solicitud el 11 de noviembre de 2019, el convenio estaba a punto de vencer.  


Cuando el SICA recibió el proyecto ya era demasiado tarde. El director de Fundamentes, Carlos Hernández, explicó a GuanaData que desde el 2017 solicitaron la ayuda de la municipalidad para evitar el cierre de la casita, pero en el acta extraordinaria del 12 de diciembre de 2019, documento del cual GuanaData tiene copia, el concejo argumentó que nunca habían tenido dinero para salvarla. 


Es imposible saber con certeza si la Casita hubiese evitado que la Desesperanza arrebatara la vida de Lorna. Lo que sí es seguro es que, desde enero de 2020, los jóvenes que visitaban este espacio perdieron su refugio.


Sin planes para reanudar el proyecto, los docentes de la zona temen que Lorna sea el inicio de una larga cadena que cobre otras vidas de personas jóvenes. Esto sería el inicio de otra pandemia en Sepecue.

“Éramos cinco. Quedamos cuatro”



Sepecue es un laberinto de trillos en donde reina el silencio. Sus bosques de cacao y aire caliente esconden las casas de sus habitantes. Ninguna queda a menos de 500 metros de la otra. A 40 minutos de la antigua Casita de Escucha vive Nadya Hernández, la hermana de Lorna. Su casa está montada sobre postes de madera, como dice la tradición, y la resguarda un techo de paja. Afuera hay un patio inmenso que se llena con el alboroto de gallinas, cerdos y su perro. 


Entre el sonido de los animales y su papá “bajando” el cacao de los árboles, Nadya respira pausadamente.





Con ojos decididos, relata su vida después de perder a Lorna. Ahora despierta una hora más temprano, estudia sola y viaja al río en la tarde, a pesar de que hay menos sol. Dice que de esta forma extraña menos la rutina que había construido durante años con su hermana. 

 

“Tratamos de diferenciar todo lo que hacíamos con ella porque ya no está. Éramos cinco y quedamos cuatro. Nos acostumbramos a vivir juntos y siempre nos va a hacer falta ella, siempre”.

El caso de Lorna no es aislado. Telire es el segundo distrito con la tasa de suicidio más alta del cantón de Talamanca, según datos del INEC. En el 2017, su tasa era de 25 por cada 100.000 habitantes, casi cuatro veces lo que la nacional con 6.4. En el 2018, fue de 25 y para el 2019, bajó a 12. Aún esta última cifra, representa el doble que la del resto del país.  


Las Casitas de Escucha son un escudo contra la Desesperanza. 


Existen en cinco zonas: Sepecue, Puerto Viejo, Cieneguita, Corales, Shiroles y Sixaola. Todas ellas atienden a más de 500 jóvenes. En Sepecue eran 36 personas entre tres y 18 años. Una de estas usuarias era Mildred Sánchez, de 17 años y compañera de colegio de Lorna. 


“Era un espacio muy lindo, estamos de lunes a viernes en lecciones y es muy cansado, entonces la Casita era un momento en donde podíamos expresarnos. Si algo pasaba entre semana yo sabía que yo podía ir con la psicóloga y hablar con ella”, relató Mildred.



Para dar vida a la “casita”, el equipo de psicólogos de Fundamentes, tenía que viajar una vez por semana de Talamanca a Suretka y de ahí pagar el bote que los llevaría hasta Sepecue. Además, por la falta de infraestructura utilizaban las aulas del colegio y la escuela para dar vida a la “casita”. La labor era complicada porque no tenían un espacio en donde guardar los materiales y la comunidad necesitaba esas aulas para dar clases. 


Con el cierre de la Casita de Sepecue, Fundamentes mantiene presencia en territorio indígena en Shiroles. “Los jóvenes que estaban referidos en Sepecue podrían ir a esa, pero les queda a una hora y veinte”, aseveró el Coordinador General Limón y Talamanca de Fundamentes, Geovanny Novoa.



La segunda opción, es crear una Casita itinerante que visite Sepecue ciertos días del mes. Sin embargo, el PANI debe aprobar este presupuesto y con la pandemia, podría tardar hasta el 2022, según el director de Fundamentes, Carlos Hernández


La burocracia parece decidir el destino de los estudiantes de la casita y mientras decide, Nadya continúa extrañando a su hermana.

¿Por qué nunca llegó el dinero de la muni a la Casita de Escucha? 

El fenómeno del suicidio es tan común en zonas como Sepecue que la Asociación de Desarrollo Integral del Territorio Indígena Bribri (Aditibri) designó desde el 2015 un fondo especial para cubrir los gastos que conlleva enviar el cuerpo hasta San José para que relicen la autopsia y luego devolverlo a Sepecue. Para familias como la de Lorna, los costos son sumamente elevados y no pueden cubrirlos. 


“Cómo son menores de edad, por protocolo se tiene que mandar primero a la morgue del OIJ en San José. Se tiene que buscar el transporte: un carro para que lo lleve al pueblo y el bote. Todo esto es carito porque tenemos que conseguir el ataúd, sin ataúd no sale de la morgue. Estamos hablando casi de 300.000 como mínimo”, contó el director del Colegio de Sepecue y miembro de Aditibri, Oscar Almengor.


Por razones como esta, aún con las dificultades la Casita de Sepecue era importante: era el único programa en Sepecue de prevención del suicidio.


El 22 de julio del 2016, la muni firmó con el SICA el convenio "Prevención Social de la Violencia desde los Gobiernos Locales en Centroamérica". El acuerdo dió la posibilidad de recibir dinero de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para financiar los proyectos que propusiera el gobierno local.



Desde el 2017, la muni entregó un plan operativo anual en donde explicaba en qué se utilizarían los fondos. En este documento está la construcción de un edificio para la Casita de Sepecue por $8.000. 


A pesar de contar con cuatro años para hacer la solicitud, la municipalidad priorizó otros cinco proyectos: rehabilitar la cancha multiusos en el distrito de Bribri y mejorar cuatro parques comunitarios.

Fue hasta el 11 de noviembre de 2019, cuando el convenio estaba próximo a vencer, que el municipio pidió el dinero de la casita. El SICA negó el desembolso en una respuesta que envió el 19 de diciembre de 2019 debido al atraso en la solicitud. 


El documento, en manos de La Voz de Guanacaste, indica: “considerando que el proyecto Terrenos Inclusivos no cuenta con prórroga y tomando en cuenta los tiempos necesarios para el proceso de contratación, ejecución y liquidación de los fondos por parte de la municipalidad, lamentablemente no es posible ejecutar el resto de obras en Talamanca.

Los $8.000 dólares habrían cubierto la preparación del terreno, 15 sacos de cemento, un servicio sanitario, un lavamanos, 100 metros de cable eléctrico y otros materiales de construcción para la obra, según consta en el plan operativo que entregó la municipalidad al SICA.

“El proyecto de las casitas se propuso, pero en el SICA no entendieron que por ley la comunidad (indígena) no puede vendernos o alquilarnos terrenos. También hablamos con la Asociación de Desarrollo, pero ellos nunca se pusieron de acuerdo. Entonces el ex alcalde, Marvin Bran, decidió destinar los fondos a otros proyectos” argumentó el Promotor Social Municipalidad de Talamanca, Enrique Joseph Jackson. 

Jackson hace referencia a la ley N 6172 que desde 1977 dicta en su artículo tres que “no podrán alquilar, arrendar, comprar o de cualquier otra manera adquirir terrenos o fincas comprendidas dentro de estas reservas”. Sin embargo, el SICA indicó que denegó el desembolso por falta de tiempo. Además, había otras opciones. Existe la posibilidad de hacer convenios con las comunidades para construir: por ejemplo el Ministerio de Educación Pública con las escuelas o colegios. 

De hecho, el colegio de Sepecue era el lugar en donde funcionaba la casita, pero su director, Oscar Almengor, aseveró a La Voz que desconocían siquiera que existía este dinero. 

“La municipalidad no la tomamos en cuenta porque a ellos realmente no les interesan estos temas. Hay una comisión interinstitucional que muy poco apoyo nos ha dado...Solo reuniones”, dijo Almengor. 


Geovanny Novoa, coordinador General de Limón y Talamanca para el Programa de Casitas de Escucha para la Fundación Fundamentes, también afirmó que no sabía que tenían la posibilidad de recibir fondos.

“La municipalidad conocía que la casita de Sepecue tenía problemas económicos. Nosotros todos los meses desde el 2017 presentábamos un informe final de labores al concejo y en el último dejamos muy claro que la casita de Sepecue iba a cerrar. Los costos para transportarse eran muy altos e influía mucho que tampoco teníamos un espacio asignado”, explicó Novoa. 

Los $8.000 hubieran mantenido con vida a la Casita por lo menos hasta enero, antes de la pandemia y antes del suicidio de Lorna.





La Desesperanza de Sepecue tiene rostro de mujer 

Para entender la magnitud de la Desesperanza el español se queda corto. 


Hasta la década de los setenta, en la lengua bribri no existía la palabra “suicidio”, explica Damián Herrera, docente e investigador de la Escuela de Psicología de la Universidad de Costa Rica. El término que la comunidad encontró para describir lo que sucedía fue duwé shkál , en bribri, que en español significa “enfermedad de afuera”. 


El doctor Neil Rojas, indígena bribri de Salitre y único médico graduado de la comunidad, detalló a La Voz que comúnmente usan otra palabra: “Desesperanza”. Los residentes de Sepecue describen que sentirla es un tormento, similar a sumergirse en un río sin fondo. 


“Hemos entrado en un mundo nuevo que no conocemos y que no ha querido conocernos. Los niveles de oportunidad son muy bajos y al no tener esas oportunidades, entró en desesperanza. Estoy viendo que mi generación avanza y va a la universidad mientras yo me estoy quedando. A esto se le suma la situación socioeconómica, el uso de drogas y la violencia doméstica”, describió Rojas. 


No es solo Sepecue, son las comunidades indígenas alrededor del mundo. En 2012, el Fondo de las Naciones Unidas para la infancia (UNICEF) estudió tres comunidades: la Awajún (Perú), la Embera (Colombia) y la Guaraní (Brasil). En todas la tasa de suicidio adolecente sobrepasaba la nacional. 


Estas condiciones alejan al suicidio de ser un tabú en Sepecue y lo conviertieron solo en una herida abierta.


Gina Hernández, la mamá de Lorna, contó a La Voz que cuando la Desesperanza violenta a una persona joven, el resto de la comunidad visita a la familia afectada para sanar de forma colectiva. Por el virus del COVID-19, no recibieron visitas. Además, perder a Lorna en medio de una pandemia es más doloroso porque el recuerdo de su hija quedó atrapado en la casa en donde tiene que hacer cuarentena. 

“Ella siempre me decía que el sueño de ella era llegar a ser alguien en la vida, quería ser profesora de matemáticas. Ella era muy pequeña y terminó enamorándose de un señor tan mayor. Cuando pasó esto fue lo peor y algo que nunca esperábamos. Si hubiéramos sabido, lo hubiéramos evitado”, contó Gina.


La delegación de Bribri ocupa el cuarto lugar a nivel país en reporte de violaciones sexuales contra personas menores de edad, según los anuarios policiales del Poder Judicial. También, el mayor número de casos de suicidio en personas jóvenes son mujeres entre los 10 a 24 años.



“Todos los suicidios que se han dado han sido de puras menores de edad. La mayoría son familia. Nosotros hemos tenido cuatro seguidos y todas mujeres. Lo que hace falta es la confianza, aquí se dan muchos casos de abuso y uno está acostumbrado. A mi me da miedo contar porque no sé si me van a regañar o si me van a creer. Muchas veces dicen que una es la que provoca”, compartió con La Voz Mildred Sanchez de 17 años, estudiante del Colegio de Sepecue y compañera de Lorna.

Finalmente, otro de los retos de las comunidades indígenas es su vulnerabilidad ante el narcotráfico. La encargada de la Unidad de Proyectos de Prevención del Instituto Costarricense de Drogas (ICD), Carolina Garro Ureña, explicó que estas organizaciones aprovechan la pobreza para contratar mano de obra barata y usar los terrenos de difícil acceso para plantar y vender drogas como la marihuana y cocaína. 


“Entonces la violencia se combina con la drogadicción. Es por esto que proyectos como las Casitas de Escucha tienen que ser un trabajo continuo. La casita es un factor protector. Se vuelven de arraigo en las comunidades y lo ven como un actor social que impacta en la permanencia en centros educativos o disminución del embarazo adolecente”, manifestó.

 ¿Cómo saldar una deuda histórica? 

La Casita de Sepecue permanece cerrada y seguirá así por lo menos hasta el 2022, si es que el PANI aprueba presupuesto para el proyecto itinerante. El atraso en la entrega de documentos por parte de la Municipalidad de Talamanca es el resultado de una larga cadena histórica de violencia contra las comunidades indígenas, que han quedado olvidadas por el Estado. 


La Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS) creó una plaza para psicología clínica en enero de 2020. Antes, el área de salud de Talamanca solo podía referir al Hospital Tony Facio para la atención de problemas emocionales. Este nuevo puesto significa que las y los talamanqueños pueden recibir atención más cerca de su casa. 



Créditos: Roberto Cruz

Desde enero de 2020, 375 personas han recibido atención según estadísticas de la CCSS. 

“Pero nosotros no podemos ser un plan piloto”, amplía el doctor Neil Rojas, “Necesitamos profesionales integrales. Yo le tengo que hablar de suicidio y cardiopatías, pero también de mi cultura y de mi idioma materno. Por eso eran importantes las casitas de escucha. Con dos o tres jóvenes que asistan, son dos o tres vidas salvadas”, dijo. 

Sin embargo, la nueva psicóloga, Marielos Hernández, admite que todavía existen retos. Por ejemplo, el traslado desde Sepecue al área de salud, que queda en el centro del cantón, tiene un costo aproximado de 10.000. 


“Ha sido un acierto estar más cerca. La población indígenea no es renuente a la atención psicológica y cuando se les explica no hay mayor resistencia. Hay mucha anuencia y cuando usan un vocabulario distinto, tenemos un traductor asistentes indígenas comunitarios). Hemos podido comenzar a atender inclusive a personas adultas mayores”, explicó Hernández. 


Nadya está segura de que lo que necesitan los jóvenes de su comunidad, es lo que le urgía su hermana: ayuda.

“Falta una psicóloga. Muchos jovenes de los 12 hasta los 15 años piensan que tal vez cualquier problema, una cosa que no es tan de gravedad, lo toman para un suicidio. Por eso necesitamos una psicóloga que nos apoye en esas edades y a salir adelante. Para que ellos no piensen que tienen que estar en esa situación”, propone.

Nadya sabe que el proceso para sanar la herida que la Desesperanza dejó en su hogar y su comunidad puede tomar años, pero es posible. Dice que le gustaría estudiar, graduarse como maestra y ayudar a los jóvenes para que ninguna otra hermana tenga que vivir lo que ella está pasando.

Créditos: Roberto Cruz

Historia: Francella Chaves 
Edición: Daniel Salazar y María Fernanda Cisneros 
Fotografías: César Arroyo 
Infografías: Roberto Cruz