Es una calurosa mañana de 2018 y navegamos el río Tempisque dentro del Refugio de Vida Silvestre Cipanci en busca de animales silvestres. Mientras reporteábamos sobre el avistamiento de aves en el río Tempisque, una persona de la embarcación empezó a golpear suavemente el costado del bote. En pocos minutos un cocodrilo de más o menos cinco metros se deslizaba por el agua hasta donde estaba la lancha repleta de turistas.
Casi como un animal doméstico acudió donde estábamos y se quedó por un par de minutos aunque nadie lo alimentó. Ese reptil que despertó la fascinación de todos los turistas en el bote (me incluyo también) cada cierto tiempo está en el ojo del huracán mediático. Hace algunas semanas ocurrió un incidente en la playa Tortuga en el cantón de Osa, cuando una familia grabó cómo un cocodrilo emergió del agua y se llevó a su mascota. En los últimos años otros ataques a personas han ocurrido en Matina, en Santa Cruz y en Tárcoles.
A partir de todas las noticias y publicaciones en redes sociales que afirman con preocupación que existe “una gran cantidad de cocodrilos”, en La Voz consultamos a personas expertas si efectivamente hay más cocodrilos en la provincia o si nos estamos exponiendo más a ellos. En pocas palabras, están sucediendo las dos cosas a la vez.
El aumento en la cantidad de encuentros con cocodrilos en las últimas décadas no responde solo a las medidas de conservación. Estamos facilitandoles las fuentes de comida, viviendo cada vez más en su hábitat y creamos un negocio alrededor de su avistamiento.
Vecinos invasores
“Los primeros datos de demografía de cocodrilos en el país datan de 1989. Y lo sé porque los saqué yo en conjunto con un colega, Gerardo Chávez, también de la Universidad de Costa Rica”, comenta el biólogo especializado en zoología, Mahmood Sasa, una de las voces más autorizadas a nivel nacional para explicar si el incremento de cocodrilos de los últimos años ha sido alarmante o no.
Sasa asegura que sí existe un aumento de cocodrilos en el país, debido a la creación de áreas protegidas y los esfuerzos de conservación de las últimas décadas. Lo que no existen son datos que confirmen que haya una sobrepoblación de esta especie.
Sobrepoblación quiere decir que la cantidad de cocodrilos llega a un punto en el que ese crecimiento hace que ellos mismos acaben con sus propios recursos y eventualmente la población disminuya.
“Se acaba la comida, se acaban los refugios. Esa situación no existe con los cocodrilos, no han llegado a ese punto”, explica.
En un informe del 2023, el Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac) concluye que Costa Rica dispone de estudios suficientes para asegurar que la abundancia de esta especie es aceptable y abarcan un periodo suficientemente largo, a pesar de que algunos de estos datos están desactualizados.
Entonces ¿quién es el invasor? Sasa resalta que la población de Costa Rica pasó de casi tres millones de habitantes en 1989, cuando él y un colega hicieron la primera demografía de cocodrilos, a más de cinco millones de habitantes en la actualidad. Pero más allá del número de personas, Sasa enfatiza que lo importante es dónde están viviendo esas personas: zonas rurales y costeras del país.
Una noticia que va y viene
La temporada de cocodrilos en redes sociales es la temporada de apareamiento, explica la investigadora del Instituto Internacional en Conservación y Manejo de Vida Silvestre (Icomvis), Laura Porras.
“Se mezclan las dos cosas que hace que se potencie más el reporte de cocodrilos. Agosto, septiembre y octubre es la época en la que los machos están estableciendo territorios para reproducirse. Entonces los machos más fuertes establecen territorio y expulsan a todos los demás machos del río”, comenta Porras.
Además, estos meses de apareamiento coinciden con las lluvias más fuertes del país y con la época de inundaciones.
¿Qué pasa con las inundaciones? Se llevan lo que está en el río. El cocodrilo no es que se agarra de una rama a esperar, él se deja llevar y aparecen donde el agua los deje”, añade.
Es innegable que en Costa Rica existen más cocodrilos que en el pasado. En la década de los 70, comenta Porras, estos animales eran cazados y traficados hacia Nicaragua y el resto de Centroamérica. Pero no fue un fenómeno propio de nuestro país, en todo el mundo las poblaciones de cocodrilos fueron reducidas hasta el peligro de extinción.
De ahí nacen las políticas de conservación de esta especie y lo que ha generado la recuperación en las poblaciones de cocodrilos. Por eso, mientras vivamos o visitemos cada vez más ríos, playas y manglares se incrementan también las interacciones que tenemos con ellos y algunas de ellas con consecuencias graves.
La mano que les da de comer
Las políticas de conservación han sido la principal razón por la cual esta especie ha podido recuperar su población, pero no la única. Algunas actividades económicas que se han desarrollado en la provincia también han contribuido.
Aquella escena que presenciamos durante el tour sobre el río Tempisque no es un hecho aislado. Según Porras, esta es una mala práctica que realizan algunas tour operadoras enfocadas en avistamiento de cocodrilos.
“En los zoológicos, para tenerlos controlados en la hora de alimentación, escogen un sonido, una señal todos los días a la misma hora, esa señal les indica comida y entonces llegan. Por eso los guías en estos tours hacen eso mismo”, explica Porras.
La investigadora asegura que este tipo de prácticas modifica el control natural de estas poblaciones, debido a que los animales silvestres se regulan a sí mismos por alimento, refugio y reproducción.
“Si nosotros le damos alimento a los animales silvestres, obviamente va a haber más porque tienen comida todo el tiempo y no se van. No hay ningún estrés ambiental sobre ese animal para tener que regular su reproducción o tener que luchar por comida o territorio”, resalta la investigadora, y también suma que otra consecuencia de alimentar a los cocodrilos es que pierden el miedo a los humanos pues los empiezan a relacionar con comida lo que puede derivar en una situación de riesgo.
Los humanos hemos facilitado esos recursos de manera no intencional en el pasado. Cuando empresas camaroneras y de tilapia se instalaron en la provincia dotaron sin quererlo de estanques de agua y alimento a estos animales.
En algún momento se había hablado que de las empresas de tilapia se sale mucha tilapia a los cuerpos de agua naturales y los cocodrilos tienen comida de sobra. Tal vez ya se reguló porque las empresas de tilapia tienen muchísimo tiempo de estar establecidas ahí”, explica la investigadora.
Algunas ¿soluciones?
¿Existe una posible solución? Hace pocas semanas en conferencia de prensa el presidente Rodrigo Chaves manifestó que analizarán si es necesario permitir la caza de cocodrilos en el país.
Dijo que iba a solicitar al ministro de Ambiente Franz Tatenbach que estudie la situación pero subrayó que la caza es prohibida en Costa Rica, que existe un “lobby ambientalista extremo” y que además hay un plan de manejo de cocodrilos.
“Los técnicos nos dicen, y habrá que revisar con cuidado porque a veces los técnicos mienten o erran, se equivocan, dicen que no hay una sobrepoblación”, dijo, y también sumó que ha comido carne de lagarto y cocodrilo en lugares donde es legal y que su cuero es sumamente valioso.
Laura Porras explica que aplicar esa medida es muy complicada debido a las restricciones no solo nacionales sino internacionales que protegen esta especie.
“Costa Rica podría aprobar que hagamos fajas de cocodrilos, pero solo las podríamos vender entre nosotros. No la podemos vender fuera del país porque hay una legislación por encima de eso que no nos permite. Solo podríamos hacerlo a nivel interno y no es que tengamos muchísimos cocodrilos como para poder hacer un manejo como el que se hace en otros países”, explica la experta.
En el estado de Florida, en Estados Unidos, existe una temporada anual en la que la cacería de lagartos es legal. Pero su escenario es totalmente distinto. Según la Comisión de Conservación de la Pesca y la Vida Silvestre de Florida (FWC por sus siglas en inglés) existen entre 1.3 y 1.5 millones de lagartos en el estado, incluso hay tours dedicados a la cacería de este animal.
La coordinadora de Vida Silvestre del Sinac, Angie Sánchez, explica que es importante un esfuerzo en conjunto del Sinac con las municipalidades, asociaciones de desarrollo y cámaras de turismo para rotular en los sitios en donde hay presencia de cocodrilos.
Nosotros hemos colocado muchísimos rótulos y lo que hace la gente es que los quitan porque dicen que les ahuyentan el turismo, entonces quitan el rótulo y después hay un incidente. ¿Y entonces de quién es la culpa?”, comenta Sánchez.
Hay otros productos que la institución ha producido como folletos informativos y protocolos de convivencia para quienes viven, trabajan o pasean por sitios en los que es habitual ver cocodrilos (lo podés descargar aquí).
El biólogo Mahmood Sasa opina que debería existir una zonificación en donde estos animales puedan vivir sin ser perturbados y al mismo tiempo limitar su presencia en lugares lúdicos y de cría de animales. Pero enfatiza que las decisiones deben tomarse basadas en criterios técnicos y que sean respetados por las autoridades estatales.
No se puede tener todo a la vez, dice Sasa. “Las queremos todas maduras, queremos la foto del cocodrilo, queremos que la gente venga a verlo, queremos que nos paguen por hacerlo. Pero también queremos eliminarlo porque queremos hacer un picnic en el agua. O sea, decidamos si vamos a ser un país verde o vamos a ser un país donde no va a haber nada”.
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