En nuestro rápido ritmo de vida, muchos de nosotros nos encontramos agobiados por una avalancha de retos y exigencias diarias, así como estrés y un sinfín de presiones tecnológicas, incluyendo las redes sociales, los innumerables correos electrónicos, las llamadas telefónicas y los mensajes de texto. No es extraño que nuestra capacidad para vivir con la alegría, conciencia y compasión que muchos anhelamos se vea comprometida. Nuestros cuerpos y mentes solamente pueden tolerar cierta cantidad de sobrecarga mental o emocional. Universalmente, hemos alcanzado un punto de saturación. Una manera de hacerle frente es a través de la meditación.
La meditación ha existido durante siglos, siendo un componente fundamental de numerosas tradiciones y creencias religiosas. Desde 1960, la meditación ha sido el centro de muchas investigaciones científicas. Según Wikipedia, se han publicado más de 1,000 estudios en los que se detallan numerosos métodos de meditación que han llevado a cambios positivos en el metabolismo y en la activación cerebral. La meditación ha demostrado ser útil en el control del dolor, además de aumentar la longevidad, disminuir la progresión del cáncer, fortalecer el sistema inmune y a reducir significativamente la presión arterial.
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Por otra parte, los beneficios de la meditación para nuestro propio bienestar son innumerables: particularmente, la meditación nos ayuda a dormir mejor y disminuye la ansiedad y la depresión.
Recientemente, la meditación ha sido la palabra de moda en el ámbito de la medicina holística y muchos artículos han sido escritos sobre lo que es, lo que no es y cómo practicarla. La verdad es que no existe “una manera correcta” de practicar la meditación; la meditación abarca una amplia gama de experiencias y actividades, desde estar sentado quieto y observar su respiración hasta caminar o moverse mientras practica la “atención plena” o la conciencia del momento presente a lo largo de la vida diaria. Nos introducimos en el ámbito de la ecuanimidad, un lugar donde reaccionamos menos, sentimos más y observamos cuidadosamente con el fin de tomar acciones sabias en nuestras actividades cotidianas.
Sin importar cómo la practique, la clave de la meditación es aprovechar la capacidad de la conciencia que todos poseemos. La práctica nos permite ver nuestros pensamientos (incluso los más desagradables) con claridad y con el tiempo llevarlos a un punto en donde los dejamos ir. Esta es la meta: no detener los pensamientos sino darle a la mente pensante un descanso de tanta planificación, juicios, deseos, luchas y confusión interna y “solamente ser”. Para utilizar las simples pero poderosas palabras de mi maestro de meditación, Jack Kornfield, “a través de la meditación aprendemos a descansar en un estado de conciencia”.
A través de la práctica continua de la meditación regular, esos retos, exigencias y reveses diarios van a ser vistos de forma diferente. Tal vez incluso sean reconocidos como regalos o lecciones derivadas de un lugar de abundancia, en vez de ser vistos cómo fracasos o frustraciones. Conforme usted desarrolle una práctica de meditación que se centre en la conciencia, su capacidad para experimentar la felicidad, la compasión y el estar consciente va a cambiar y, finalmente, aumentará. Los beneficios serán evidentes, incluso si solo da un paso afuera de su ajetreada vida durante cinco minutos al día para así sentarse en tranquilidad y “solamente ser”.
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