Son las 6 a.m. en una oscura mañana en Playa Pelada. Eliécer López y Alejandro Mejía están tratando de meter al Chaday, su bote, al mar. Su viejo cuerpo de color azul esta teniendo dificultades para moverse por la arena. Luego de unos cuantos intentos, se encuentra finalmente en el mar. Las olas empiezan lentamente a golpear el bote sin embargo, no son lo suficientemente fuertes como para abrazarlo. Por fin, una ola ligeramente más fuerte lo toma después de un rápido empujón y todos se encuentran a bordo camino a recoger una cuerda de mano de una milla de longitud, la cual dejaron el día anterior.
Eliécer López es un nosareño de 46 años. Él es solo uno de más de 12 pescadores en Pelada. Ha practicado la pesca artesanal en su propio bote por más de 20 años y ha trabajado en botes pesqueros desde que era un niño.
"Hoy nos fue muy mal. Solamente 10 o 12 peces pequeños… eso es muy malo", dijo. Guardaron el pescado para su propio consumo. En un buen día de pesca, es posible atrapar entre 20 y 40 kilogramos de pescado. En esas ocasiones, López y Mejía venden la mayoría de este a los restaurantes locales. Dependiendo de la temporada, López pesca dos o tres semanas al mes. Cuando la pesca no es suficientemente buena, trabaja en agricultura y en construcción.
Su esposa, María Jesús Billagra, una mujer de mediana edad, esta lavando los platos y organizando la casa. Conforme empieza a hablar de su esposo, un sentimiento de nostalgia y preocupación, aún en su presencia, empaña sus brillantes ojos cafés. "Cuando él esta pescando me siento sola, porque pasa mucho tiempo ya sea en el mar o preparándose para pescar", explica.
La nostalgia por su marido no es el único peso en el corazón de María. Su hijo de 7 años, Kendal López Billagra, el menor de tres hermanos, es un niño extrovertido y hablador. Él se siente muy emocionado y feliz de tener a ambos padres en casa. Comentó que extraña mucho a su padre y que se enoja cuando este no vuelve a casa en la noche.
Eliécer López vive en un conflicto constante entre lo que le hace feliz y los deseos de aquellos que más lo aman. Esto casi asemeja el acto de empujar y jalar al Chaday, mientras trata de meterlo al agua, una batalla constante entre irse tras su gran amor por el océano y regresar a casa para cumplir con su papel de padre y esposo.
Su esposa María explica, "siempre he querido que él realice un trabajo distinto en el que pueda trabajar unas cuantas horas durante el día. Porque con la pesca algunas veces vuelve a casa durante la noche, y algunas otras no regresa del todo".
Su hijo Kendal agregó, "eso (pescar) es muy difícil. Él regresa a casa muy cansado y desgastado. Y además huele (a pescado) todo el tiempo".
Aunque está enamorado de la pesca y el océano, Eliécer López no quiere que sus hijos se conviertan en pescadores como él, quien solo terminó la escuela. "Yo pienso que ellos (sus hijos) tienen que estudiar para que sean capaces de conseguir mejores trabajos. No es fácil ganarse la vida como un pescador. Yo quiero que ellos tengan un mejor trabajo que este".
Su esposa esta de acuerdo. "Yo quiero que estudien para que sean capaces de defenderse, para que la vida sea más fácil para ellos. No sería tan dura como lo es para mi esposo. Pescar es muy duro. Involucra mucho trabajo y es muy cansado", agregó. |
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(Izq a derecha) Eliecer López y Alejandro Mejía esperan a que pase la ultima ola para
poder empujar el barco al agua
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