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Galería: 5 imágenes del nuevo libro que retrata el Tope de Toros de Liberia

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El evento del Tope de Toros de Liberia puede transportarte fácilmente al siglo XIX. El pueblo aún conserva las antiguas casas de adobe y bahareque, las personas se visten totalmente de blanco como en las viejas haciendas ganaderas, y una estampida de bueyes y caballos avanzan por media calle con marimbas como música de fondo.

Esta tradición fue declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de Costa Rica en el 2013. Son tantas las razones por las que el tope se mantiene vivo, que la investigadora María Soledad Hernández revisó documentos de tres siglos para explicar la evolución de la tradición: lo que ha cambiado y lo que sigue intacto.

Se llama Resignificaciones históricas, voces de la memoria (S. XIX-XXI) y podés descargarlo de manera gratuita aquí. Hernández compartió con La Voz de Guanacaste cinco imágenes y cinco episodios de la tradición.

  1. De la élite al pueblo

Durante la colonia las festividades taurinas eran un símbolo de prestigio social, que podían disfrutar únicamente por las clases con poder. La élite política y religiosa reguló y censuró a los indígenas, personas negras y mulatas de este tipo de actividades. Pero lentamente, los grupos mestizos fueron apropiándose de esa costumbre “española”.

Muchos negros y mulatos libres que sobresalían por sus grandes habilidades como vaqueros, al punto que las leyes del siglo XVI que les prohibían montar a caballo o usar armas fueron casi siempre ignoradas porque sus habilidades eran necesarias.

Todos los conocimientos acumulados a través de los siglos durante la colonia, crearon las condiciones para confrontar esa exclusión histórica y que las comunidades fueran cargando de la identidad local estas festividades ganaderas.

  1. La nueva capital

Antes de la llegada de los españoles y durante los primeros siglos de colonia, Nicoya fue el centro de poder político y económico de Guanacaste. Hasta que la ganadería se convirtió en la principal actividad económica de la provincia y las haciendas empezaron a asentarse en el norte de la provincia. ¿por qué sucedió?

Algunas de esas razones fueron la distancia y las dificultades que provocaba el tránsito entre Nicoya y Nicaragua, la extinción de indígenas en esta región, y que Liberia tenía mejores condiciones geográficas, tanto para el paso de caravanas con ganado como para el asentamiento de haciendas.

Además, los intereses de la élite nicaragüense de expandir sus haciendas hacia el sur durante el siglo XVIII, hicieron que Liberia, antes conocida como “El Guanacaste”, tuviera cada vez más importancia en la región.

  1. La escuela del campo

Las responsabilidades de los sabaneros implicaban lograr suficiente confianza del hacendado para trabajar sin mucha supervisión y tener las habilidades necesarias para el éxito de la hacienda.

Su rol era tan importante que el salario en las haciendas guanacastecas llegó a ser superior al de trabajadores de la Valle Central (entre 0.75 y dos colones por día en el primer caso y entre 0.50 y 1.28 en el segundo). Esto cambió drásticamente después de la década de los años cuarenta del siglo XX, cuando Guanacaste cambió su estilo de producción hacia la inversión extranjera y la agricultura de exportación

Hernández considera que el sabanero fue convirtiéndose cada vez más en la representación del pueblo, de la humildad, de la sencillez y del aprendizaje de la cotidianidad.

“Es un giro decolonial permitirnos pensar que el conocimiento no solamente está donde nosotros creemos que está, en las universidades, sino que también el aprendizaje puede venir de personas muy humildes y sencillas”, explica la investigadora.

  1. Hacendadas y protagonistas

Durante muchos años el Tope de Toros era una actividad principalmente de hombres. Debido al peligro, los niños y las mujeres lo veían desde el interior de sus casas, ya que anteriormente se arreaban toros bravos y cimarrones (que crecen en el campo de manera natural, sin intervención humana).

Se ha reinventado y ha resignificado también el valor de incluir personas y grupos que antes estaban tal vez un poquito al margen”, agrega la investigadora.

Pero las mujeres no fueron sólo espectadoras en la tradición taurina de Liberia. El libro también recoge en un listado el nombre de las haciendas con sus respectivos dueños. Ahí aparece Rosa Claudia Espinoza, que fue dueña de la Hacienda Santa Rosa en el año 1797

  1. Tradición Oral

La mención documental más antigua del Tope de Toros que la investigadora encontró data de 1877. Aun así, es posible que esta tradición sea aún más vieja pero que no haya sido documentada en papel.

Cuando yo hago la comparativa entre cómo se celebraba el tope en el siglo XIX y cómo se celebra hoy, me encuentro muchas cosas similares. Eso sólo puede significar que la tradición oral fue muy fiel a través del tiempo”, concluye Hernández.

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