Josselyn estaba nerviosa desde que se despertó el domingo 27 de octubre. La Selección Femenina de Costa Rica jugaba un amistoso contra Panamá, pero eso no era todo: por primera vez, su nombre estaba en la alineación del equipo.
Se hacía realidad “ese sueño que tuve desde muy chiquita”, cuenta.
Hablar de fútbol le abrillanta los ojos a Josselyn Briceño, tanto que el destello en su mirada sobresalta a sus lentes rectangulares ligeramente oscuros y empata perfectamente con su amplia sonrisa y casi permanente.
Cualquiera podría pensar que es por sus hitos del 2024 que ese brillo está tan vivo: este año, la guanacasteca jugó su primer mundial Sub20 que se realizó en Colombia y también, con 18 años, ese 27 de octubre debutó con la Selección Mayor Femenina llevando el número 3 en su camiseta.
Pero realmente la chispa en su mirada al hablar de fútbol la acompaña desde el primer momento en el que el deporte la flechó hace más de 10 años.
En una cancha en Liberia, mientras su hermano jugaba un partido y ella pateaba bola con su mamá a un lado del terreno, un directivo del Comité de Deportes de Liberia se acercó a su mamá y le dijo que estaban creando un proyecto de fútbol femenino; que llevara a la niña. Josselyn tenía apenas cinco años.
“Y lo que me cuenta mi ‘ma’ es que me vio la cara, vio que me brillaban los ojitos cuando dijeron que era un equipo de niñas. Ella accedió. Y acá estoy, hasta aquí he llegado”, relata Josselyn, como quien resume en un santiamén sus más de 10 años de relación con la pelota.
Una ecuación que incomoda
Josselyn es defensa y desde los 15 años juega en primera división del fútbol femenino costarricense con el equipo Sporting, de San José. Nació en Nicoya, y creció entre Santa Cruz y Liberia, donde dio sus primeros pasos en las ligas menores. Aunque tiene un poquito de cada cantón en su corazón, se autodefine santacruceña.
“Toda mi familia es de ahí, los Briceño. Mi abuelo fue santacruceño, marimbero y marimbista, y también por la cercanía que tengo con mi abuela, yo me siento santacruceña”, confiesa. Se mudó a San José cuando tenía 15 con el único objetivo de seguirse abriendo camino en el fútbol.
Desde pequeña escuchó los típicos comentarios que invalidan a las mujeres en este deporte, y con el tiempo desarrolló los argumentos para combatirlos.
“Si me dicen que el fútbol no es para mujeres, es como ‘por favor, entienda que es un deporte, el deporte es para todos’”.
Pero no imaginaba que podrían escalar tanto los juicios machistas. Desde su debut con la Sele, cuando empezó a tener más exposición mediática, en publicaciones de redes sociales surgieron cuestionamientos a su sexo, su identidad y su orientación sexual por una simple razón: su pelo corto.
“Eso me llegó a destrozar. Por un corte de pelo que básicamente es estética. Es complejo y no deja de ser pesado (…) y si yo lo siento así, no me imagino una niña de diez años que quiera tener el pelo corto”, piensa Josselyn.
“Lo que más me dolió en ese momento fue saber que la mayoría de comentarios eran de personas de Guanacaste”, cuenta… un pedacito de tierra que ella lleva en sus venas y representa con orgullo.
Le encantaría decir que esas críticas no le afectan, pero sí lo hacen. Para combatirlos, ha decidido no verlos. “Ya de por sí practicar un deporte es complicado y que ser mujer lo haga más complicado, no me parece algo que tenga que pasar”.
Salir del terruño y cumplir el sueño
El día de su debut con la Selección Mayor, Josselyn cerró sus ojos y entonó el himno. No puede elegir un solo sentimiento para describir todo lo que le transitaba por el cuerpo: nervios, emoción, felicidad, orgullo, realización, gratitud.
Y frente a la entremezcla de emociones, lo soltó todo cuando el juego empezó. “Y dije ‘voy a disfrutar esto, al fin y al cabo es por lo que estoy acá y es lo que siempre soñé, y lo estoy cumpliendo tan joven’”.
Había algo más en la cancha que le estaba dando confianza: sus compañeras. “Todas estas jugadoras con experiencia y que yo admiro montones, me aconsejaban y me decían que estuviera tranquila, que no dejara que la ansiedad me comiera la cabeza”, recuerda.
En sus palabras, la “acuerparon”, un verbo que las mujeres han resignificado juntas en cada campo donde les han dicho que no tienen espacio.
“[Estoy] muy feliz, muy contenta, muy agradecida de saber que salí de Guanacaste y decidí venir a la GAM a escribir mi propia historia y que lo estoy haciendo poco a poco”.
Comentarios