Regional, Nicoya

Joy vino a Nicoya con el Cuerpo de Paz y se quedó por amor

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Cuando Joy Stoviak Flores llegó a Nicoya en 1963 como parte del primer grupo del Cuerpo de Paz en llegar a Costa Rica, pensó que estaría aquí por dos años para tener una experiencia interesante.

“Uno nunca sabe a dónde la vida te va a llevar”, comentó la mujer, elegantemente vestida, ahora a los 72 años, sentado en la impecablemente decorada sala de su casa en Barrio El Carmen, mientras reflexiona sobre los 50 años durante los cuales Nicoya ha sido su hogar.

En enero de este año, Joy fue invitada a una recepción en la embajada de los Estados Unidos en San José para celebrar los 50 años del Cuerpo de Paz en Costa Rica. De los 24 voluntarios que llegaron a Costa Rica el 23 de enero de 1963, siete asistieron a la recepción, y sólo dos de ellos viven actualmente en Costa Rica: Joy en Nicoya y John Helwig en Escazú.

Cuando el Presidente de los Estados Unidos Barack Obama visitó a Costa Rica en mayo, Joy estaba contenta de oír el anuncio sobre la posibilidad de un nuevo programa del Cuerpo de Paz, similar al primer programa en el que ella participó, que tenía la misión de enseñar inglés para ayudar a los estudiantes a progresar.

Irónicamente, cuando Joy se unió al Cuerpo de Paz, ella no tenía ningún entrenamiento o experiencia como maestra, pero el Cuerpo de Paz le dio capacitación en metodología docente y ella terminó haciéndolo su carrera de toda la vida, enseñando en el Liceo de Nicoya y en la Universidad de Costa Rica en Santa Cruz y Liberia, después de terminar su tiempo con el Cuerpo de Paz.

En 1961, el Presidente de EE.UU. en aquel entonces, John F. Kennedy, firmó la orden para crear el Cuerpo de Paz y entonces comenzó el reclutamiento de voluntarios en los campus universitarios. Joy creció en Connecticut y se graduó de la Universidad de Colorado en 1962, donde estudió el español. Una amiga suya le ayudó a conseguir un trabajo en una oficina del Cuerpo de Paz y las dos comenzaron a hablar sobre participar en el programa en Costa Rica. Al final, su amiga no lo hizo, pero Joy sí.

Después de dos meses de entrenamiento en la Universidad de Kansas, donde se les dio a los voluntarios un resumen de la historia, la economía y el gobierno de Costa Rica, fueron enviados a Puerto Rico durante tres semanas para entrenamiento físico. Joy estaba exenta de algunas de las tareas físicas, ya que sus manos se quemaron cuando ella tenía tres años cuando por accidente se cayó en las brasas calientes donde un vecino había quemado monte. A pesar de esto, ella logró hacer rapel de una presa y sobrevivir algunas noches en la selva tropical con una brújula y algunas provisiones de alimentos junto con algunas otras chicas.

Cuando llegaron a San José, los voluntarios recibieron dos semanas de orientación y luego fueron asignados en parejas a varias ciudades. Joy y su compañera, Marjorie “Midge” Hersh, fueron asignadas a Nicoya. “Si usted no puede aguantarlo, avísame,” el director del programa le dijo, advirtiéndole que las condiciones en Nicoya eran rústicas y que ella podía ser reasignada a un lugar más fácil.

En aquel entonces, Nicoya era mucho más pequeño, no había carreteras pavimentadas y sólo había electricidad desde las 5 p.m. hasta las 10 de la noche. Parpadeaban las luces 10 minutos antes de las 10 para advertir a la gente que era tiempo de llegar a casa y prepararse para la oscuridad. Joy y su compañera se alojaron con una familia, y Joy hizo amistad con una chica en la calle, la hermana de su futuro marido, Israel Flores Cárdenas. “No fue amor a primera vista”, relató.

Durante sus dos años con el Cuerpo de Paz en Nicoya, Joy y Midge se centraron principalmente en los estudiantes de secundaria, ayudaron al Ministerio de Educación a actualizar el programa de inglés y dieron lecciones a los maestros sobre cómo enseñar el inglés. Joy también contribuyó al desarrollo de la comunidad, por ejemplo, acompañando al médico en sus visitas para explicar la importancia de la limpieza en el proceso de amamantar.

Se sentía aceptada por los estudiantes, los profesores y todo el mundo en la ciudad, y cuando los dos años terminaron, fue a Washington DC para concluir el programa, pero rápidamente volvió a Costa Rica. Se casó en 1965 y ha vivido en la misma casa de madera desde entonces. Aquí, ella dio a luz a dos hijos y una hija, y ahora tiene cuatro nietos. Se retiró de las escuelas públicas en 1992 y continuó enseñando en las universidades privadas hasta 2008.

Ahora, aparte de ayudar como traductora en los tribunales, pasa tiempo con su familia y un grupo de amigas ticas de su edad que se reúnen mensualmente a celebrar sus cumpleaños. Le gusta leer, cocinar y hacer repostería, y señaló que si gana la lotería, le gustaría tener una cocina grande. Ella también está haciendo planes para asistir a una reunión familiar de los Stoviak y la reunión de graduados de su colegio de hace 55 años en los Estados Unidos.

Ella dijo que no se arrepiente de nada, consciente de que a través de enseñar, ha tocado las vidas de muchas personas, algunas de las cuales vienen a ella y le hacen saber que lo que aprendieron de ella les ha ayudado en el trabajo y en la vida. “Es bueno saber que algo que hiciste estuvo bien”, resumió.

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