Dos días antes de nuestra visita al cantón de La Cruz, el presidente de la República Luis Guillermo Solís entregó un salón multiusos en La Garita de Santa Cecilia. También hizo entrega de un quiosco en el parque central de ese cantón. Pero nadie nos habla de eso, algunos ni se enteraron. Y los que se enteraron, ni se impresionaron.
Ese es el aire que se respira en el décimo cantón de la provincia. Pero solo en el tema político, porque por lo demás, sigue sintiéndose como un pueblo alegre, de vivir pausado.
Datos del Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) arrojaron que La Cruz fue el cantón de Guanacaste con la menor participación electoral. Casi cinco de cada 10 empadronados (48,42%) no votaron.
Es más, tres de los cuatro distritos que agrupa el cantón (Santa Cecilia, Santa Elena y el cantón central —La Cruz—) registraron la mayor apatía electoral de la provincia. En un distrito como Santa Elena, por ejemplo, el 53% de los electores se abstuvieron de asistir a las urnas.
“Aquí muy poco ve uno a los candidatos hacer algo”, dice una de las saloneras del restaurante Las Brisas de Orosi en Santa Cecilia de La Cruz, a escasos 20 kilómetros de Peñas Blancas, la frontera con Nicaragua. Aquí es más fácil sintonizar una emisora nicaragüense que una local.
¿Qué hizo que eso sucediera?, ¿por qué alejarse así de un proceso que, se supone, debería mover masas?
Primero hay que entender que se trata de un fenómeno que lleva años tejiéndose. No es la primera vez que el cantón ostenta este título. En las elecciones del 2014, por ejemplo, el abstencionismo del cantón rondaba el 43%.
Para el oficial Moya, de la Fuerza Pública de Santa Cecilia, ese desapego con la política tiene que ver con la falta de obras que desarrollan los gobiernos de turno. Para el día de las elecciones, cuenta que veía cuatro o cinco personas salir del centro de votación, y luego llegar otras cinco. Nada de masas.
“Vea esa carretera, la de Santa Cecilia – Birmania, que son unos 19 kilómetros, lleva como 22 años de aparecer en el mapa como pavimentada, pero nunca se le ha hecho algo. ¿Cómo entiende usted eso?”, cuestiona el oficial.
Su compañero de trabajo, el oficial Díaz, lo define mejor: “¿Sabe qué es lo que pasa? La gente está quitada, la política en realidad ya lo tiene asqueado a uno”.
Para él, la corrupción de los partidos políticos en los últimos tiempos también le pasan la factura a los candidatos actuales. Desmotiva.
Para quien nos atendió en el restaurante, como para los oficiales, es lo mismo que quede uno o que quede otro partido político, la gente prefiere “seguir en sus cosas”.
En Santa Cecilia y Santa Elena “seguir en sus cosas” es labrar la tierra. La principal actividad económica es la agricultura y la mayoría de sus habitantes se dedica a sembrar frijoles, maíz, tiquisque, ñame, yuca y jengibre.
Urnas lejanas
Si a la falta de fe y al descontento que tiene la población por los políticos se le suman las largas distancias entre los centros de votación y las comunidades, el rompecabezas del abstencionismo parece completarse.
Eda Chaves, mejor conocida como Lolita, dice que tiene 73 años y que ha vivido toda su vida en La Cruz y no es difícil creerle: nuestra conversación con ella debía pausarse para que pudiera saludar a cuanto transeúnte pasara.
El centro de votación más cercano a ella está a unos tres kilómetros, y eso que vive en el centro del cantón. A ella la llevan a votar.
“Vienen del partido rojo y azul por mí porque ellos saben que soy del partido de ellos. Me llevan y me traen. No lo hacen con todos, yo creo”, dijo Lolita, quien se presentó como católica, saprissista y calderonista.
Eda Chaves, sentada en el corredor de su casa, asegura que para las pasadas elecciones vio “mucha gente que no votó”. A ella la llevan hasta las urnas, pero no todos los pobladores corren la misma suerte.
A criterio del oficial Díaz, los carros que llevan a la gente a votar se quedan en el centro, pero ya en las afueras ese movimiento se queda corto.
Él y su compañero, el oficial Moya, se quedaron sin votar. Uno debía trasladarse a Upala y otro a Nicoya.
“Yo no traslado eso del domicilio porque yo vivo en Nicoya, pero un tiempo trabajo en Nicoya y otro aquí en Santa Cecilia, entonces no puedo cambiarlo porque diay, yo no sé cuando voy a estar en un lugar o en otro. ¿Y sabe qué es?, que a uno le dicen que lo llevan a votar pero al final lo dejan a tirado”, se justificó el oficial.
Restauración triunfador
Si bien en La Cruz la afluencia de votantes fue mínima, los que sí llegaron a las urnas lo hicieron, en su mayoría, para darle su voto al candidato Fabricio Alvarado, de Restauración Nacional (PRN).
En La Cruz, un 33% de los electores decidió apoyar al candidato evangélico, seguido del PLN (24,5%) y del partido de doña Lolita, el PUSC (16,6%).
Para el gestor cultural de la Municipalidad, Gustavo Zeledón, el resultado era esperable. La estructura de las iglesias cristianas en el cantón es sobresaliente.
“Hay un descontento por los partidos tradicionales porque son los que siempre han quedado, y también la iglesia católica ha perdido terreno. Vea, ahí en Santa Cecilia, había una iglesia Católica que queríamos rescatar, pero no se pudo, la comunidad al final solo tenía como tres católicos”, nos cuenta Zeledón.
En los distritos de Santa Cecilia y Santa Elena los pobladores aseguran que la presencia de cristianos católicos es casi nula. “Aquí casi todos son de otras religiones”, nos dijo una pulpera en la comunidad de Santa Elena.
El padre Pedro Uribe, que lidera la iglesia católica en La Cruz, nos confirma la apreciación del funcionario municipal. Según él, más del 90% de la población de La Cruz es creyente. De ese total, calcula que el 70% se profesa como católico. Eso sí, “no son católicos piadosos”, dice.
“Que deseen participar de la santa misa yo creo que no llega ni a un 15%. Son católicos pero muy flojos”, asegura el sacerdote. Según sus datos, en el cantón hay 21 sectas distintas a la católica.
Asegura que por órdenes de monseñor Vittorino Girardi se están haciendo esfuerzos para levantar la presencia católica en comunidades de La Cruz que han estado “desatendidas”.
Sin embargo, que La Cruz haya elegido a un partido nuevo no pareciera un despertar político ni una mayor confianza en los gobiernos.
“Yo voy a votar por el que va a ganar (Fabricio Alvarado). Mi familia es grandísima y votó por él. Yo sé que puede que haga cosas por nosotros, pero también puede que no. Hay que esperar porque llegan a ser presidentes y ya se les olvida”, nos dijo una pulpera en la comunidad de Santa Elena.
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