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Lagunas para la época seca: así planea el ACG combatir la muerte de animales por calor

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Desde hace algunas semanas se viralizaron en redes sociales fotos y videos de congos tirados en el suelo, víctimas de una ola de calor en México. Al 31 de mayo, las cifras oficiales contabilizaron 204 monos muertos. Todos fallecieron en menos de un mes. 

Algo similar ocurrió en Guanacaste hace ocho años, en la megasequía entre el 2014 y el 2015. No sucedió de forma masiva y repentina, pero sí aparecieron congos al costado de los caminos desde Sámara en Nicoya hasta playa Negra, en Veintisiete de Abril de Santa Cruz, con signos de deshidratación como pérdida de pelo y pérdida de peso.

“Este ha sido el peor año. Los monos tienen tanta hambre, están tan débiles y deshidratados que no saben qué hacer”, explicó en aquel momento Brenda Bombard, directora de la entonces Fundación Albergue de Animales de Nosara, hoy International Animal Rescue (IAR).

Los cambios en los patrones en las lluvias y el aumento de las temperaturas producto del cambio climático podría enfrentarnos a situaciones similares cada vez más a menudo. 

En el Área de Conservación Guanacaste (ACG) lo saben, porque también en esa área silvestre protegida han visto morir monos de la misma manera. Por eso, desarrollaron un plan para intentar que mamíferos como monos, venados, y felinos e incluso polinizadores como los insectos tengan agua durante los meses más crudos de la época seca.

Un oasis en el bosque seco

El ACG es el último gran parche de bosque seco de mesoamérica. Desde el cielo parece una densa alfombra 163.000 hectáreas de tonos verdes y amarillos, que cubre de árboles desde lo más alto de los volcanes hasta la costa. Pero esto no siempre fue así, de hecho esta historia de conservación tiene apenas 50 años.

Durante siglos, esas tierras fueron haciendas ganaderas. Y eran un punto estratégico para quienes transportaban ganado y mercancías a través de Centroamérica, porque ahí sus animales podían abastecerse de agua. Así lo documenta el libro Viajeros por Guanacaste del historiador Carlos Meléndez.

En las haciendas ganaderas, como Santa Rosa, existían reservorios naturales o semi artificiales para cosechar agua en la época lluviosa que les proveyera durante la seca.

Vista aérea de la Laguna Piñuelita en el Parque Nacional Santa Rosa.Foto: Melissa Espinoza

Estos reservorios de agua tenían diferentes características, podían ser desde lagunas permanentes de agua dulce o praderas que se inundaban estacionalmente. O diques de piedra construidos para acumular agua en la depresión natural por donde corre alguna quebrada. En el Inventario Nacional de Humedales del 2018 se describió que esos pequeños sistemas estaban en su mayoría cubiertos por vegetación.

“En los años 80 se decía ‘no, aquí no hace falta limpiar las lagunas porque necesitamos que este parque nacional se restaure a su condición natural’”, recuerda el coordinador de investigación del ACG, Roger Blanco, que trabaja en el área protegida desde hace 39 años.

Lo que no imaginó es que cuatro décadas más tarde debido a la crisis climática estarían pensando remover toda esa vegetación y sedimentos para recuperar esas fuentes de agua, esta vez no para el ganado si no para la vida silvestre.

Desde el año pasado, el ACG arrancó con su Plan de Manejo de Recursos de la Biodiversidad 2023 – 2033, y una de las acciones que propone este plan es la recuperación de las lagunas para convertirlas ahora en reservorios de agua para la fauna.

Identificaron 17 reservorios en el Parque Nacional Guanacaste y el Parque Santa Rosa, e hicieron un perfil de cada una de ellas reseñando el estado en que se encuentran y qué acciones emprender para restaurarlas o mantenerlas.

De ese grupo escogieron siete para iniciar y, de ellas, priorizarán el trabajo en dos ubicadas en el parque Santa Rosa: Laguna Escondida y Laguna Piñuelita.

El sector Santa Rosa es la parte del área protegida que no tiene ríos permanentes. Entonces durante la época seca, el agua como recurso casi que desaparece en toda una gran región”, explica Blanco.

Actualmente están trabajando para impermeabilizar el muro de Piñuelita y reparar las fisuras para que en la durante la época lluviosa formen el espejo de agua. En la siguiente etapa tendrán que sacar los sedimentos que se han acumulado en el reservorio durante años.

Todos estos reservorios de agua se forman naturalmente cuando arranca la época lluviosa. Una vez que caen las lluvias, la topografía del terreno llena de agua las quebradas, lagos o pantanos. Los reservorios como Puñuelita y la Escondida, que tienen un muro como represa y una salida de agua que asegura que haya un flujo del agua natural río abajo.

Las presas de Piñuelita y Escondida denotan que su construcción implicó un trabajo ingenieril avanzado, por las condiciones del sitio, su lejanía con la capital del país y la época en que fueron construidas.Foto: Cortesía ACG

Además de ayudar a la fauna, ambos reservorios tienen un valor histórico y arquitectónico: fueron construidos hace más de 100 años.

Podemos estar hablando que tal vez para el verano del 2028 ya estarán rehabilitadas y ya podrán eficientemente contener el agua de lluvia si tenemos buenos inviernos”, agrega Blanco.

Menos monos

Algo similar a lo que ocurrió entre Sámara y Playa Negra lo vivieron dentro del ACG con una tropa de monos congos que estaban estudiando.

“Esa tropa de monos tenía 15 hembras que estaban embarazadas. Los 15 bebés murieron. Algunos hembras tuvieron un aborto prematuro y otras sí tuvieron la cría, pero como no había mucho alimento, no tenían leche, y la nueva generación murió”, recuerda Blanco.

Ese problema viene desde más atrás, una investigación conjunta de las universidades de Tulane (Estados Unidos) y Calgary (Canadá) tomó 15 censos recogidos por las mismas casas de estudios durante un periodo de 43 años de todo el Parque Nacional Santa Rosa. Y determinaron que la población de monos congos se redujo en un 40% entre los años 2007 y 2014, y mantuvo la tendencia hacia la baja en 2015.

Aunque no hay razones claras que expliquen el declive de estas poblaciones, durante ese periodo se produjeron varias tendencias climáticas: prolongadas fases dominadas por La Niña hasta fases dominadas por El Niño, una sequía severa y una clara señal de calentamiento climático.

“Sabemos que los más vulnerables siempre, prácticamente en cualquier especie, son los juveniles. Entonces uno hace esos ojos de agua más para juveniles, para mantener la población que para los viejos”, asegura la bióloga e investigadora del ACG, María Martha Chavarría. 

Muro de retención de agua del reservorio Piñuelita con más de 100 años de antigüedad.Foto: Juan Bravo

La bióloga enfatiza en la urgente necesidad de tomar medidas para tratar de hacerle frente a los impactos del calentamiento global que son cada vez más evidentes dentro del área protegida.

Hemos llegado a un punto donde tenemos tan tan impactado todo que si no tratamos de manejar un poquito, yo creo que sí lo perdemos todo”, añade Chavarría.

Sobre este tipo de intervenciones, Blanco explica que no existe un estándar o protocolo de cómo deben realizarse debido a que estas medidas responden a circunstancias muy recientes.

“La triste realidad en esa historia es que los efectos que se están generando cada día se intensifican. Todo eso que se pronosticaba por parte de los científicos meteorólogos que iba a suceder en el año 2040, 2050. Estamos 20 años antes y ya está sucediendo”, resalta Blanco.

El coordinador confía en que, así como el ACG fue pionero en los años 80 en el manejo de incendios forestales, ahora pueden ser la punta de lanza en la creación de reservorios para la fauna dentro de áreas protegidas.

“La realidad que no va a cambiar es que este ecosistema se va a hacer más difícil para la vida. Entonces ayudar a contener agua y poder disponer en época seca, son soluciones que posiblemente se van a popularizar y a tomar más en cuenta en los próximos años”, cree.

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