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Las cantoras de Guanacaste

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Es casi imposible imaginarse un 25 de julio sin música. Cada canción que se escucha es una historia de la provincia, una foto de la gente y un pellizco al corazón.

La investigadora hojancheña Karol Cabalceta buscó a las mujeres de la zona que han hecho eso: emocionar a los guanacastecos con letras que identifican y melodías que se convierten en tonadas imborrables de la cultura guanacasteca.

Cabalceta recopiló las mejores canciones de esas mujeres compositoras y las grabó en un material discográfico que todavía no ha sido distribuido, llamado “Guanacaste en voz de mujer”.

En exclusiva, La Voz de Guanacaste publica  esas piezas originales que fueron compuestas por siete cantoras de la provincia, esas que luchan por ser parte de un panorama usualmente masculino.

A continuación, una reseña de cada una de ellas:

Elsa Centeno

Son exactamente 31 temas los que la abangareña Elsa Centeno tiene registrados en la Asociación de Compositores y Autores Musicales de Costa Rica (ACAM).

Desde que estaba en la escuela, Centeno asegura haber tenido un espíritu creativo y una necesidad por contar historias.

Nunca ha tocado ningún instrumento, pero escribe letras para 15 diferentes géneros musicales como cumbia, bolero, ranchera, bachata y, por supuesto, la tradicional parrandera.

“La Tulita” es una de sus canciones más conocidas, aunque realmente se llama Requiem de los mineros, pues un homenaje a esos trabajadores.

Faltando pocos meses para cumplir sus 70 años, Centeno asegura que la única que envejece es la vida, por lo que ella espera seguir compartiendo su folclore.

 

Amalia Martínez

“Yo no sé nada de música, yo lo que hago es empezar a tararear”. Así es como Amalia Martínez explica cómo ha hecho a lo largo de sus 87 años para escribir canciones y poemas.

Aunque es oriunda de Liberia, Martínez es casi una tilaranense, pues lleva más de 50 años de vivir en ese lugar. Fue de las primeras mujeres que se graduó como maestra en la Escuela Normal de Guanacaste en 1949 y en 1952 decidió abrir un kinder en Tilarán.

Como maestra de niños se dio cuenta de que había pocos libros didácticos y libros infantiles con cuentos y canciones. Fue así como empezó a explotar su creatividad.

Su edad ha hecho que sus cuerdas ya no sean como las de antes— dice ella—, pero todavía no pierda el gusto por cantar. Tanto así que no tiene ningún problema con echarse tres canciones a capella vía telefónica.

 

Pilar Rodríguez

La música en la vida de la liberiana Pilar Rodríguez no la tomó por sorpresa. Desde pequeña, siempre estuvo rodeada de una familia de músicos, pues su papá, abuelos y tíos eran parte de la Banda Nacional de Guanacaste y la mayoría eran grandes marimbistas.

“Yo crecí en la época en que las fiestas de Guanacaste siempre eran amenizadas por marimbas, porque no existían discomóviles ni todas las cosas que hay ahora”, recuerda Rodríguez.

Su pasión por la música no solo quedó en aquellas fiestas en las que disfrutaba con su familia, pues al salir de colegio ingresó a la Universidad Nacional (UNA) en Heredia a sacar la carrera de enseñanza de la música. Ahí aprendió piano, flauta dulce y perfeccionó sus conocimientos en guitarra y marimba.

Aunque a sus 62 años son muchas las canciones que ha escrito, para ella solo son dos las que la identifican como compositora: “Añoranzas” y “Hombre de mi pueblo”.

En la primera canción, la autora habla sobre muchas de las tradiciones que se han perdido. Fue esta la que la llevó a ganarse el primer lugar en el Festival Grano de Oro en el año 1989. El segundo tema era un homenaje a su pueblo, a Liberia, al ritmo de parrandera.

Rodríguez prefiere más ser considerada como rescatista que como compositora, pues a lo largo de su vida se ha dedicado interpretar mucha de la música de la década de 1920 que se hizo en la provincia.

 

Aida Blanco

 

“Tengo 70 y un poquito, el otro poquito no lo cuento”. Así de pícara y divertida es Aida Blanco, quien dividió su vida entre la música y el trabajo como enfermera.

Nació en Abangares y por más que viaje y viaje, no ha conocido un lugar tan hermoso como su propia tierra, dice ella. Su cantón es su musa de inspiración. “Abangares”, “Nuestro pueblo” y “Nuestra gente”, son algunas de las letras que ha escrito gracias a la inspiración de su comunidad.

La luna en Abangares y las fiestas del pueblo y el viento son algunas de los elementos que la hacen salir a coger lápiz y papel y ponerse a escribir.

Nunca estudió música ni composición, pero siempre ha tenido la necesidad de escribir, pues considera que las anécdotas que ha vivido tienen que ser plasmadas y ser leídas por otras personas.  

Lo rutina le aburre y siempre necesita sacar chiste de todo. “Me gusta la charlanatería”, dice entre carcajadas. Entre risa y risa también es consciente que el machismo en la provincia afectó mucho la participación de las mujeres en la música y son ellos quienes siempre han dominado la mayoría de canciones guanacastecas. A pesar de ello y de que su voz comienza a debilitarse, la cancionera sigue cantando.

 

Eyda Miranda

En 1975 no había radio, televisión ni periódico que no contara la gran hazaña de Antonio Obando, el muchacho de 15 años que salvó tres vidas humanas tras un accidente de bus que terminó en el fondo del estero de Puntarenas con 50 pasajeros. Después del rescate, “Toñito” había fallecido y su muerte lo convirtió en héroe.

Esa historia no pasó en vano para Eyda Miranda, quien desde ese entonces empezó a escribir versos y poesía de noticias de que le impactaban.

En su comunidad de Río Piedras, en Tilarán, le sobran los encargos para que escriba canciones. Una de ellas es la letra del himno de la escuela de ese lugar.

Sus nietos también le piden que les ayude con poesías para alguna presentación de la escuela, pero desde que falleció su esposo, Juan Ramos, en el 2014, el dolor de su corazón no la deja transmitir sus emociones, dice.

A sus 75 años de edad, considera que una de sus canciones más linda es “A mi lago”, que es una oda al lago Arenal.

“A mí me nace escribir. Yo siento que es como plasmar una historia y querer que se quede ahí”, dice.

Los jóvenes con pelo largo y pantalones rotos también le han llamado la atención y fue así como hizo el tema: “Las modas de hoy”.

Ahora, añora poder cantar acompañada de la guitarra de uno de sus hijos, pero todos se han ido de Guanacaste para poder trabajar. Sin embargo, a ella no le tiemblan las cuerdas vocales para cantarse unas cuantas estrofas sin ningún instrumento.

 

Carmen Leal

Carmen Leal siempre tuvo claro que quería dedicarse a la música, aunque la idea no hacía feliz a su papá. Desde pequeñita cantaba. A los 9 años ganó el festival de la escuela María Leal de Noguera de Santa Cruz, antiguamente llamada escuela de Niñas. A los 16 años, cuando comenzó a estudiar en la Etapa Básica de la Universidad de Costa Rica, participó el concurso de Canal 13 “Somos como somos”, donde ganó el primer lugar para representar a los cantones de guanacaste.

Cuando salió del colegio tuvo que integrarse a la carrera de docencia, pues su papá le prohibió estudiar música.

Ella siguió cantando y tocando la guitarra, pese a todas las advertencias de su padre. “La mujer guanacasteca ha sido muy cohibida de sus sentimientos, a mí me gusta poder expresarme”, dice ahora.

A sus 52 años, le gusta componerle música al nieto, a los niños que enseña en la escuela y a su amado Santa Cruz.

 

Guadalupe Urbina

Sin duda, Guadalupe Urbina es uno de los rostros más reconocidos de su natal Sardinal de Carrillo y de Guanacaste. Con su música ha cruzado las fronteras del país, con presentaciones en América y en Europa.

Tanto su mamá como su papá cantaban y hacían música en la casa, así que desde los 17 años comenzó a escribir poesía y luego música.

Su educación superior la realizó en la Universidad Nacional en Heredia, donde realizó la carrera de estudios musicales y ahí ganó varios festivales estudiantes.

El repertorio de Urbina puede incluir más de 100 canciones, número que para ella es “el normal” de una persona de 56 años que se ha dedicado a la música.

Para Urbina, el folclor guanacasteco se ha reducido a replicar imágenes como si fuera una postal turística, sin representar la realidad y la forma de vivir de sus habitantes.

“El folclore en Guanacaste se murió, pues los jóvenes prácticamente no están interesados ¿y por qué no están interesados? Porque el folclore que se hace no tiene nada que ver con la realidad, y el arte del folclore es representar una forma de vida y representar a la gente”, dice.

Entre las decenas de canciones de la autoría de Urbina, la cantante asegura que “Vengo de una tierra” es una de las más gustadas por los guanacastecos, pues cuenta que viene “de una tierra ardiente que solo es para una gente, que sabe sentir y que quiere vivir”.

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