Lía busca su botella de coñac para tomar un trago antes de la presentación. Así lo hace en situaciones de demasiado estrés para evitar que se le baje la presión. Es 13 de julio de 1957 y el Conjunto Cultural Folclórico 25 de julio, que fundó hace apenas un año, debuta en el Teatro Nacional de Costa Rica.
Para muchos integrantes del grupo de baile es su primer viaje a San José. Por eso, cuando Lía encuentra su botella es demasiado tarde: los bailarines nerviosos por el teatro lleno que les espera redujeron su coñac a casi nada.
Aún así, sin el coñac, la mantiene estable y la empuja el carácter férreo con el que defiende sus proyectos y la provincia. La creación de este grupo de baile fue su sueño durante 15 años, así que el espectáculo debe comenzar.
La tejedora de cultura
Lía Bonilla nació en Santa Cruz el 21 de noviembre de 1920. Fue hija de Cleto Bonilla, un abogado y diputado por Guanacaste en las dos administraciones de Cleto González Flores, y de Simona Chavarría, “una belleza criolla que volvió loco a Cleto”, contaba Lía.
Sus primeros pasos en la danza los dio apoyada sobre los pies de sus hermanos cuando apenas tenía dos años. Esos momentos marcaron la pauta de lo que fue su pasión por el baile.
Luego de que su mamá murió, cuando Lía tenía cinco años, su familia decidió mandarla a vivir a Liberia con su hermana mayor Clarisa. Ahí terminó sus estudios, se graduó como profesora y en seguida empezó a trabajar en el kínder de la escuela Ascensión Esquivel de Liberia y luego en la Escuela Mixta de Filadelfia.
En estas comunidades conoció a sus dos grandes maestras: Isolina Centeno y Rita Carmona, un par de guanacastecas que bailaban en las calles de Sardinal y Santa Cruz. Sus danzas detonaron en Lía una compulsión por documentar las danzas indígenas, populares y folclóricas de Guanacaste.
De ellas aprendió “La botijuela” y “El zapateado”, bailes de salón coloniales que según las investigaciones posteriores de Lía tenían sus orígenes en los bailes de las aristocracias europeas.
En sus textos describió detalladamente las tradiciones del baile de la yegüita en Nicoya y el baile de los indios promesanos en Santa Cruz. También documentó los vestidos que utilizaban en cada tradición.
Puso especial atención a la ropa que usaban diariamente los pescadores, sabaneros, peones y vendedoras, para después confeccionar los trajes que utilizaba en sus coreografías.
Lía y su carácter
Solo un año antes de la presentación en el Teatro Nacional, se presentó por primera vez con el Conjunto Cultural Folclórico 25 de Julio en el Teatro Mayorga en Barrio Condega de Liberia, que pertenecía a su hermana Clarisa y al esposo de esta.
El recinto tenía butacas plegables de madera con piso inclinado para que todas las personas pudieran ver cómodamente las películas o presentaciones.
En este lugar probó sus primeras coreografías acompañadas de músicos como su hermano Jesús Bonilla, autor de Luna liberiana, y también Sacramento Villegas, con quien además escribió la canción “Me lo dijo el río”.
En este pequeño teatro también empezó su tarea por convencer a la provincia y al país de que Guanacaste tenía una identidad cultural única y muy valiosa.
Pero el camino estuvo repleto de pequeños y grandes incendios. De vez en cuando debía buscar cómo reparar los zapatos de un integrante o buscar una camisa blanca manga larga para otro. En otras ocasiones debía adelantar el pago a los marimberos con familias a cargo y asegurarse de que llegaran a las presentaciones a tiempo y sobrios.
Ella sabía manejar la presión que le generaba el montaje de las danzas, las coreografías, la organización de los viajes, pero ante la falta de apoyo estatal y económico perdía los filtros.
La firmeza con la que exigía mejores oportunidades para la provincia y la cultura le trajeron amistades como la de Rafael Ángel Calderón Guardia, quien le ofreció una postulación como candidata a diputada por la provincia. Lía la rechazó y cedió su espacio.
Muchas veces firmaba como Nayudel de Burgos -su seudónimo- sus cuentos y artículos de opinión en apoyo y defensa de los intereses políticos de Guanacaste.
Y en medio de esa testarudez, su hermana Clarisa le reprochaba su temperamento diciéndole: ¡Lía, ese carácter! Esa personalidad confrontativa y directa también generó el rechazo de las personas que no compartían su visión.
Lía pudo realizar muchos de sus proyectos, uno de esos que vio inconclusos fue el “Museo del vestido costarricense, con énfasis en la vestimenta guanacasteca”.
Siempre reclamó la relación desigual entre lo mucho que Guanacaste dió al país y lo poco que recibía.“A nosotros nadie nos regaló nada, sino que fuimos los regalones, fuimos los que regalamos”, decía.
Más que exigir, Lía Bonilla hacía. Por eso donde sea que haya un grupo de baile folclórico, ahí hay una semilla suya.
Así lo ve Mélida Obando, una de sus alumnas del grupo 25 de Julio, que estuvo en aquel día de 1957 en el Teatro Nacional. Recuerda que, al terminar la presentación una vez pasado el coñac y los nervios, todo el teatro les aplaudió de pie.
Lía dirigió el Conjunto Cultural Folclórico 25 de Julio por 25 años y recibió en el 2005 el Premio Nacional de Cultura Popular.
“Este premio no es mío sino de quienes en el pasado construyeron la danza guanacasteca. Es un reconocimiento que no es para mí, sino para el talento de un pueblo que no tenía escuelas primarias, mucho menos universidades, pero que hizo un folclor riquísimo y variado”, dijo cuando recibió el premio.
Lía Bonilla murió en el 2016 a sus 94 años.
Este perfil de Lía Bonilla se construyó con el libro Lía Bonilla, caminante de Guanacaste y entrevista con Mélida Obando, exintegrante del grupo 25 de Julio y coautora del libro.
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