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Los días de antaño en Nosara

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Es 1971. Mi esposa Terry y yo estamos activamente involucrados en el movimiento contra la guerra de Vietnam y ya estamos asqueados de todo. Entonces, como un soplo de aire fresco, vimos en una página esplendorosa y multicolor en el New York Times, el icónico anuncio que atrajo a cientos a las playas de Nosara, lugar dentro de un encantador país que había decidido renunciar a su ejército y declarar la paz.

No sabíamos nada de Costa Rica excepto lo que describió el excelente escritor del anuncio pero, armados con la promesa de que recibiríamos un reembolso si no viajábamos a Costa Rica durante un año, enviamos $100 para reservar un pedazo del paraíso.

Y sucedió que no podíamos ir. Dando clases en la Universidad de Nueva York de Odontología, sufrí un pinchazo que me hizo caer con un largo combate contra la hepatitis. Nos fueron devueltos los $100 y casi nos olvidamos de Nosara.

Es el año de 1972. Uno de mis estudiantes nos invitó a Terry, a mí y a nuestros tres hijos, de 5, 10 y 12 años, a pasar dos semanas en la casa de su familia en una playa en El Salvador. Sonaba como una gran oferta, pero cuando llegamos al día siguiente, el recientemente elegido presidente, de apellido Duarte, había sido depuesto en un golpe militar.

El lugar era un campamento armado, la cafetería de nuestro hotel fue el escenario del asesinato de 3 gremialistas americanos y fuimos llevados a una cabaña de playa por nuestro nervioso anfitrión. Tres o cuatro días más tarde, completamente aislados, con armas apareciendo regularmente, Terry y yo nos miramos el uno al otro, sin siquiera mencionar una palabra y citando una urgente necesidad de cambiar los planes, le pedimos a nuestro anfitrión que nos lleve al aeropuerto, quien nos dijo adiós muy feliz y aliviado.

No teníamos ningún plan, pero el próximo avión se dirigía a San José, Costa Rica y 2 horas más tarde nos habíamos registrado en el antiguo Hotel Europa, donde nuestros hijo de 5 años de edad preguntó «¿por qué los animales no se ven en el retrete como se veían en El Salvador?»

No sé cómo nos contactamos con Alan Hutchinson, el desarrollador de las playas de Nosara, pero a la mañana siguiente, un avión monomotor nos dejó en la pista de aterrizaje de Nosara, donde un hombre amistoso, completamente vestido de safari y llamado Ralph Peterson, nos saludó y nos cargó en su jeep celebrando la llegada del avión mientras subía el volumen de la música de los parlantes.

Ralph giró el jeep hacia la polvorienta calle principal, observamos brevemente el rancho que hacía de terminal aérea, oficina de correos y cárcel. Un poco más lejos, dos sabaneros disfrutaban bebiendo cervezas en un bar alto diseñado de manera para que se pueda beber sin desmontar del caballo. Nos encantó. Estábamos enganchados.

Entre el pueblo y la playa no había nada. Nada. Ralph nos dejó en el Hotel Playas de Nosara y desapareció. Nadie estaba allí, así que salimos a un balcón y vimos por primera vez el escenario inigualable. El hotel hecho con madera y techo de paja parecía un rascacielos con vistas de Playa Pelada y de las paredes de roca que separan a Pelada de la extensión de Playa Guiones. Sobresaliendo hacia el océano, había una terraza y el efecto general no podría haber sido más perfecto.

Ann Hutchinson llegó un poco mas tarde, nos llevó a nuestra cabina, nos contó cómo se servían las comidas al estilo familiar, cómo el congelador estaba repleto de cervezas y refrescos, y que podíamos tomar las que quisiéramos – a nuestros hijos les encantó esta parte -, nos dijo cuándo y por cuánto tiempo tendríamos electricidad y cómo estar seguros con las mareas del océano.

Al día siguiente, Alan nos llevó a explorar, mientras que los chicos montaban a caballo en la playa con los niños de Hutchinson. Luego pasamos una noche en la finca de la familia Hutchinson, caminamos las playas y mientras comíamos, conversábamos con los que trabajaban en el proyecto y llegaban a la mesa con su plato de comida. Todo fue perfecto y cuando regresamos a Nueva York, habíamos comprado una propiedad, estábamos pensando en construir una casa y sabíamos que este era un lugar del que íbamos a formar parte durante mucho tiempo.

 

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