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Lucrecia Pastrana: la guanacasteca que combate el fuego

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Traductora: Arianna Hernández

Los fuegos que combatió en los últimos 20 años fueron muchos. Los paisajes de lomas negras y animales calcinados también. Algunos incendios fueron de día, otros de noche, pero basta con escuchar sobre el último que ella misma aplacó para empezar a entender quién es.

Era un incendio hambriento que devoró por tres semanas los cerros cercanos a su casa. Un terreno quebrado, inaccesible, ubicado en el cantón de La Cruz conocido como El Hacha. Lucrecia dormía de día y lo combatía de noche, cuando el sol daba tregua.

La última vez que fue al campo a contener las llamas batalló durante toda la noche y no paró cuando llegó la mañana. El calor la golpeó tan fuerte que cuando volvió a su casa el cuerpo le colapsó: la tumbó una fiebre que la mandó a la clínica. La montaña y ella ardían como si fuesen una sola cosa.

Lucrecia Pastrana Pastrana tiene 63 años, es la bombera voluntaria de mayor trayectoria dentro del Área de Conservación Guanacaste (ACG), el primer área de conservación fundada en el país hace más de 30 años. Pastrana es la fundadora de una de las primeras brigadas de bomberos voluntarios en el área. Lo hizo en Colonia Bolaños, el pequeño poblado de La Cruz donde vive y al que llegó cuando tenía 38 años proveniente de Nicaragua.

Vivir entre las brasas

“La gente ya estaba acostumbrada a ese montón de humo y esas quemazones”, recuerda Lucrecia. El fuego era un elemento más dentro del paisaje, algo cotidiano.

Cuando estaba por terminar el siglo XX, el coordinador de Programa de Manejo del Fuego del ACG Julio Díaz visitó Colonia Bolaños. Necesitaban encontrar un líder comunal que los ayudara a formar una brigada justo en este lugar, reconocido por ser el que más incendios provocaba cerca del Parque Nacional Guanacaste.

Fue ella quien sirvió de enlace entre el ACG y la comunidad para reclutar personas que conformaran la brigada. “Duramos unos años, no crea que fue rápido”, cuenta Lucrecia.  Uno de esos reclutados fue su mismo esposo, Juan López.

“Eso es lo que a mí me entristece más. Ver como se destruye con el fuego el campo, queda como muerto aquello”. Lucrecia Pastrana, bombera voluntaria. Foto: César ArroyoFoto: César Arroyo

Lucrecia y Juan recuerdan que al inicio apagaban los incendios a punta de ganas e improvisación. Corrían al campo a atacar el fuego con machetes, “moños de hojas verdes” y botas de hule que terminaban derretidas. “A lo bruto, mejor dicho, pero lo lográbamos con tal de que el fuego no se esparciera”, cuenta Lucrecia.

Funcionarios del ACG empezaron a ir a la escuela a dar charlas sobre la protección de los ecosistemas que envuelven su comunidad. Varios de los niños que recibieron esas lecciones ahora son los adultos que mantienen la brigada activa.

Su legado de servicio no se detiene ahí: de Lucrecia nacieron tres generaciones de bomberos voluntarios: hijos, hijas, nueras, nietos y nietas que aún siguen sumándose.

Después de las cenizas

En el 2019 las 503 hectáreas del Refugio de Vida Silvestre Junquillal ardieron de punta a punta. Es un bosque a 15 kilómetros de donde vive Lucrecia. Desde el 2000 no se registraban tantos incendios como ese año. Lo más importante: todos los incendios fueron provocados por acciones humanas, según el Ministerio de Ambiente y Energía (Minae).

“Eso es lo que a mí me entristece más. Ver cómo se destruye el campo con el fuego. Queda como muerto aquello”, dice Lucrecia sin parpadear.

Ella ha cargado con todas esas consecuencias en su propio cuerpo; le comenzó un asma tiempo atrás que la ataca cada par de años, dice, y por eso debe inyectarse medicamento de forma periódica.

Pero Lucrecia asegura que lo repetiría todo de nuevo: el fuego, la educación, convencer a su marido, a los vecinos. Ahora su trabajo está más centrado en campañas de reciclaje, charlas en escuelas e instalación de basureros en la comunidad. También es presidenta de la asada de Colonia Bolaños y del comité de educación de la escuela.

Lucrecia dio vida a dos generaciones de brigadistas que además de apagar incendios, hacen campañas de reciclaje, instalan basureros y ofrecen charlas en su comunidad. Foto: César ArroyoFoto: César Arroyo

Es que el esfuerzo de todos estos años es notorio. El mismo pueblo en el que antes estaba rodeada de potrero seco ahora lo envuelve un bosque secundario, y Lucrecia cuenta que ha visto pasar dantas y chanchos de monte. “La labor ya la cumplí. Ya está hecha”, se convence.

 

Este perfil de Lucrecia Pastrana se construyó con entrevistas a Lucrecia Pastrana, su esposo Juan López y el coordinador de Programa de Manejo del Fuego del ACG, Julio Díaz.

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