Cuando era niña, la mamá de Verónica la sentó a ella y a su hermana para hablarles sobre el periodo menstrual, un tema que todavía es un tabú social y del que no todas las familias conversan. Y aunque en su casa sí lo hablaron, Verónica no tiene el mejor recuerdo.
“Nos explicó bastante qué era la menstruación, pero nos lo habló desde un lugar muy dramático, muy trágico y de mucho pánico, porque mami siempre sufrió de dolores menstruales”, cuenta.
Y al miedo infundado por aquella conversación inicial se le sumó el no sentirse “normal”. Mientras crecía veía cambios en los cuerpos de sus compañeras de escuela que ella no experimentaba: se les ensanchaban las caderas, les crecía el pecho y “les venía”, como popularmente se dice cuando una mujer menstrua. Pero ella entró al colegio y todavía no atravesaba ningún cambio. “Hasta los 14 años seguí siendo ese bicho raro, una tablita [sin curvas]”, recuerda.
Construir una mejor relación con su cuerpo y su ciclo le tomó casi dos décadas. Pero hoy, como educadora en escuelas públicas de Nandayure, Verónica Fernández Gullock quiere que sus estudiantes crezcan con una mejor relación con su cuerpo y su ciclo menstrual, para así aprender a gestionarlo muy diferente a como ella lo atravesó.
Quiere llenar un vacío de información en las conversaciones familiares y en la materia que imparten en los centros educativos, que tiene un énfasis en la fertilidad y el embarazo, como lo detalla una investigación académica de la Universidad de Costa Rica (UCR).
Cada año, desde su escuelita clavada en las montañas de su cantón, a 20 kilómetros del centro de Nandayure, esta maestra de 31 años organiza para sus estudiantes de la Escuela Bellavista un taller impartido por una educadora menstrual.
Este año, además, logró impartir un taller dirigido especialmente a las mamás y, con patrocinio de la organización Nosotras Women Connecting, logró darle a las niñas kits con toallas y protectores para así ayudarlas a combatir la pobreza menstrual. Ese término hace referencia a las limitaciones que enfrentan las mujeres para adquirir productos menstruales, para contar con instalaciones higiénicas, o para contar con educación sobre la gestión de su salud menstrual.
Hablar de menstruación, hablar de feminismo
Cuando Verónica llegó a Guanacaste en el 2019, empezó a conocer la realidad de otras mujeres rurales y costeras.
“Guanacaste fue el lugar que me abrió los ojos. Me quitó una venda de Chepe que traía y me hizo ver una realidad de las mujeres rurales que no sabía que existía”. Desde entonces, decidió acercarse a mujeres activistas integrantes de colectivos como la de Tamarindo, la de Nicoya y la de Sámara.
Y en ese camino de despertar feminista, se topó con Menstruando Ando, una cuenta en Instagram en el que una educadora menstrual, Yazmin, comparte conocimientos sobre este tema. Verónica empezó también a aprender y decidió, tras 10 años de tomar pastillas anticonceptivas, dejar de tomarlas para gestionar su fertilidad sin hormonas. Desde entonces, dice, ha tratado de “amigarse con la menstruación”.
Conociendo a Yazmín, fue que ideó los talleres para las niñas de Nandayure, que terminaron ayudándole a ella misma. “Me han ayudado mucho los talleres con Yaz, increíblemente, a pesar de que son para mis niñas, yo he aprendido mucho también”.
Y no ha sido la única. Las mamás que se han unido a los talleres también empiezan a hacer preguntas que, tras décadas de convivir con su propia menstruación, nunca habían evacuado.
“Yo soy una mamá muy abierta, siempre les expliqué como se pone una toalla y todo, pero esos talleres son super detallados y ellas están súper contentas porque se les explica como funciona su organismo”, cuenta Kimberly Castillo Abarca, mamá de dos estudiantes de Verónica.
La información como superpoder
Hablar de menstruación en las aulas no ha sido nada fácil. “Muchas veces claramente no les agrada para nada, principalmente a los padres de familia”, cuenta Verónica. Han presentado quejas o han decidido no enviar a las niñas a los talleres.
“No los justifico, pero sí entiendo que viene desde un espacio de desconocer y de que nunca les informaron que esto era importante para sus hijas. ¿Entonces por qué lo están dando ahorita?”, dice Verónica.
Ella decide quedarse con el cambio que está significando para las niñas: se conocen a sí mismas, aprenden que no hay un cuerpo o un ciclo “normal”, que todas lo atraviesan diferente. Ella lo resume en que es conocimiento que las empodera.
“Toda forma en que nosotras las mujeres estemos informadas es una forma de luchar contra la violencia de género. El hecho de que aprendamos de que nuestro cuerpo no solo está hecho para gestar, y que ellas se vayan amistando de una vez con sus ciclos menstruales”, dice.
Y agrega: “les da esta fuerza de decir: soy una niña, estoy menstruando, pero también puedo seguir jugando bola, puedo jugar la anda. Y que ellas lleguen con esta fuerza de decir ‘no, no, no, suave un toque, yo estoy menstruando y me duele, necesito irme a mi casa’ y que tengan esa fuerza y valentía de decírselo a la profesora o al profesor y que comprendan ese límite”.
En el 2023, la diputada frenteamplista Priscilla Vindas presentó un proyecto de ley denominado “Ley de licencia menstrual para las mujeres y personas menstruantes trabajadoras y día de descanso para las estudiantes con dolores menstruales” (expediente 23.706). Con él, las estudiantes podrían tener un día de descanso si así lo requieren como consecuencia de sufrir dolores menstruales.
En octubre de este año, el proyecto fue dictaminado positivamente por la Comisión de la Mujer y ahora entrará a discusión al plenario legislativo.
Mientras haya un cambio sustancial que introduzca el tema en las aulas, ella dice que hará todo lo posible para seguir conversando sobre “la regla” y para así seguir transitando ella misma el cambio de la mano de sus estudiantes:
“Yo empecé a conocer mi cuerpo, a conocer la forma en la que menstruo, a darme cuenta de que no tiene que ser de una forma dolorosa, y a acostumbrarme hasta a ver la sangre en las manos sin que yo me asuste”, relata.
“Ha sido un proceso de Verónica adulta, pero si nosotras [las mujeres] hubiésemos tenido esta información desde edad temprana, hubiese sabido que estaba bien, y que no era un bicho raro. No pasó, y entonces aquí vengo sanando desde este espacio”.
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