Samuel tenía apenas dos meses cuando su madre Greylim Matarrita presentó por octava vez el examen de bachillerato de inglés, el último que le faltaba para tener un título y poder darle una mejor vida a su hijo.
Volvió a las aulas luego de cinco años y salió en busca de un trabajo: se permitió empezar a soñar con un futuro diferente.
Sin la figura de un padre para su hijo -pese a múltiples denuncias al sistema para que le recordaran sus obligaciones al hombre- y sin buenas condiciones económicas, esta vecina de Pozo de Agua de Nicoya va hoy a la caza de un técnico medio y se repite a diario un “sí se puede”.
Greylim desafió un destino que parece ya estar escrito para miles de mujeres en la provincia guanacasteca.
Ocho de cada diez madres en Guanacaste no superan la secundaria. De ellas, por lo menos tres apenas llegó a completar la primaria (un 44,7%). En el extremo más positivo están las madres que llegaron a obtener un título universitario (apenas un 17%).
Así se desprende de un análisis de La Voz de Guanacaste sobre las características de las mujeres guanacastecas que son madres y que viven con sus hijos (Vea Recuadro). Los datos se extrajeron de la Encuesta Nacional de Hogares del 2016, efectuada por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC).
Las cifras muestran que, conforme aumenta la cantidad de hijos, las posibilidades de concluir la educación superior se reducen. Mientras que 6.397 madres con un hijo habían concluido la universidad, 1.026 mujeres lo hicieron siendo madres de tres.
En paralelo a los bajos niveles de formación académica, más de la mitad de las madres guanacastecas sufren un segundo factor de marginación: la falta de un empleo. Un 51,67% de las mujeres que son mamás están desempleadas (no tienen trabajo, pero lo buscan) o se encuentran fuera de la fuerza de trabajo (ni tienen ni buscan a pesar de estar en edad de trabajar). Esta condición también se agrava para la mujer al sumar más hijos al hogar.
Y este no es un problema solo de las mujeres o de las madres solas sino de toda la sociedad: con bajos niveles educativos y alejadas del mercado laboral, los ingresos para las familias se ven comprometidos y, por ende, la economía de las comunidades.
Poco más de la mitad de las madres de la provincia (53,71%) reportan ingresos que no superan los ¢110.000 ($196). Es decir, ni siquiera alcanza el salario más bajo permitido por el Ministerio de Trabajo.
El dato se vuelve todavía más preocupante si agregamos que en la provincia cuatro de cada diez mujeres son jefas de hogar y casi todas las jefas (un 71% de ellas) se encargan del hogar sin tener una pareja que las respalde.
Una cosa, y otra, y otra…
¿Cómo explicamos este panorama? Mélida Carballo, coordinadora regional del Instituto Nacional de las Mujeres (INAMU), explica que la sola condición de ser madre las aparta del sistema educativo y del mercado laboral.
En el caso de Greylim, su madre se hace cargo de Samuel en horarios que se extienden desde las 6 a. m. hasta las 10 p. m. entre semana, mientras la muchacha de 29 años combina su trabajo de miscelánea con sus estudios.
Pero esa no es la suerte de todas, dice Carballo.
“Si es adolescente y se embaraza, se le saca del centro educativo, por una cultura de castigo. Antes de que esa muchacha ande de vaga, como dice la gente, mejor que se quede en la casa”, explica.
El machismo en su máxima expresión se manifiesta en la violencia doméstica, otra de las barreras difíciles de superar para las madres que deciden educarse.
La experiencia le dice a Carballo que aquellas madres que tienen una pareja guanacasteca tienen que hacer el doble de los esfuerzos para asistir a un centro de enseñanza, por la cultura patriarcal que impera en esta zona.
De hecho, La Voz de Guanacaste demostró que la tasa de violencia contra guanacastecas es un 38% más alta que en el resto del país, según las cifras disponibles en el Observatorio de violencia de género contra las mujeres del Poder Judicial. La tentativa de femicidios también es más alta en los juzgados de la provincia.
Una educación que no termina de ajustarse a la realidad de las mujeres madres y una articulación entre las instituciones del Estado que está lejos de disparar hacia el mismo objetivo, termina de nublar el panorama educativo para las madres.
¿Qué hacemos ante un panorama como este?
No todo es oscuro. El decano de la sede regional de la Universidad Nacional (UNA), Olger Rojas, explica que las instituciones deben pensar en espacios de cuido si quieren a mujeres y madres en su lista de estudiantes. Es decir, desde las causas se pueden dibujar las posibles soluciones a este problema.
En el caso de la UNA, Rojas asegura que la mayoría de estudiantes que tiene el centro educativo en sus sedes de Liberia y Nicoya, son mujeres.
La Universidad trabaja en coordinación con los Centros Infantiles de Atención Integral (CEN-CINAI) de esos cantones para que atiendan a los niños de las madres estudiantes de la universidad mientras se imparten las lecciones.
A futuro, la UNA espera llevar los CEN – CINAI al recinto educativo para evitar la movilización de las madres y sus hijos.
“Tenemos matrícula diferenciada también, donde las mujeres con hijos puedan acomodar su horario. Contamos, además, con salas de lactancia para madres estudiantes. Buscamos algo integral”, comentó Rojas.
Programas de becas socioeconómicas, educación sexual desde edades tempranas y programas de roles de género y empoderamiento femenino se piensan como nortes que la provincia debe reforzar si quiere mejores resultados.
Si bien mujeres como Greylim tomaron la iniciativa de estudiar pese a todos los obstáculos, para que la carga no quede en los hombros únicamente de las madres, el sistema debe adaptarse a ellas y promover un cambio en la cultura y el pensamiento tanto de hombres como de mujeres. No es fácil, pero hay que empezar.
“Las mujeres de Guanacaste son mujeres con mucha valentía, con deseo de superarse y con ganas de alcanzar grandes cosas. En la mayoría de los casos existe la intención y esa visión de empuje”, dijo Carballo.
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