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Marbella: el paraíso costero donde el desarrollo inmobiliario ya muestra sus efectos

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Marbella: el paraíso costero donde el desarrollo inmobiliario ya muestra sus efectos

Un día, hace como 27 años, Rosibel Córdoba Guido puso al azar el dedo sobre un punto del mapa. Para aquella época todavía trabajaba como jefa administrativa en la Escuela de Química de la Universidad de Costa Rica, en San José, pero en vacaciones disfrutaba de acampar en la playa con sus hijos.

La ruleta rusa del destino le puso a Rosibel un nombre en la cabeza: Marbella, una recóndita aldea de pescadores artesanales y campesinos, con unas 200 familias, ubicada en el distrito de Cuajiniquil, a más de 40 kilómetros del centro de Santa Cruz. 

Para llegar hasta ahí hay que viajar unos 40 minutos desde el centro, sobre carretera asfaltada, y luego 20 minutos por un camino de lastre entre árboles, piedras y más árboles, hasta volver a topar con asfalto y encontrar una plaza, una iglesia y una escuela. Ahí, en ese punto, está Marbella. 

Cuando Rosibel descubrió la belleza de esta comunidad y sus playas, no volvió a buscar otro sitio para acampar. Cada vez que podían, ella y su familia regresaban. 

Fue tal el recibimiento de la comunidad que, hace poco más de una década, después de pensionarse, Rosibel se convirtió en marbellana por decisión.

Marbella era un pueblo donde no pasaba mucho, pero luego, muchas cosas empezaron a pasar. Donde antes existía solo un caminito para el tránsito de vacas y mucho espacio frente a las playas, después había una calle de lastre para el paso de vehículos y cercas marcando límites de propiedades. 

Un par de inversionistas, a quienes prácticamente todo el pueblo identifica con nombres y apellidos, empezaron a comprar terrenos cerca de la costa, los revendieron y también desarrollaron residenciales que parecen de otro mundo; al menos no del mundo de Marbella, donde todavía lugareños se ganan la vida con la pesca artesanal y obtienen ingresos con los que ni en una vida podrían adquirir esas propiedades. La publicidad en Internet ofrece propiedades de más de un millón de dólares, inalcanzables para los salarios de 2.000 la hora de los que viven muchas familias de Marbella. 

Ahí también surgieron los conflictos por el agua. En el 2017, La Voz de Guanacaste publicó que los proyectos urbanísticos Jardines del Sol y Lomas del Sol, del desarrollador Antonio Marvez Soto, utilizaban un pozo de agua perforado ilegalmente.

Para aquel entonces, vecinos de la comunidad ya expresaban su preocupación porque la Asada Posada del Sol, que era distinta a la original de la comunidad, era presidida por Jeffrey James Allen, otro conocido desarrollador. Según testimonios de pobladores, la Asada cobraba a extranjeros montos muy elevados por el servicio de agua. 

Actualmente, Allen afronta investigaciones penales por irregularidades en la administración de esa Asada que abastecía incluso al condominio Ruta del Sol, en el que él es desarrollador. A pesar de eso, el AyA planea comprarle un terreno para extraer agua. 

En el 2018, el AyA asumió los acueductos administrados por las Asadas de Marbella y de Posada del Sol, así como el pozo ilegal que abastece los condominios de Marvez, pero los problemas con el recurso hídrico en la zona no terminaron

Con el tiempo, los ánimos se caldearon en la comunidad a tal punto que la organización Marbella Verde, de la cual hacía parte Rosibel, se desintegró porque sus miembros empezaron a recibir amenazas. La organización había nacido para realizar tareas de protección ambiental como limpieza de playas, pero también participaron en denuncias sobre la administración irregular del agua. Ahora, algunos exintegrantes prefieren ni siquiera dar su nombre para este reportaje con el fin de evitar represalias. 

Marbella cambió. Llegaron más y más turistas. Se construyeron urbanizaciones bajo el concepto de segundas residencias o casas de vacaciones y aunque el crecimiento inmobiliario es apenas incipiente en comparación con otros puntos costeros, ahora hasta la zona pública de la ZMT está desapareciendo, según un análisis de Dany Villalobos, geógrafo de la Federación Ecologista (Fecon). 

Villalobos estimó que la zona pública de Marbella ha desaparecido en un 56% y que específicamente en la playa Coco (una de las de esta zona) la pérdida ha sido de 62%. 

Para Villalobos, la reducción de la zona pública obedece a dos factores: primero, un cambio en la línea de pleamares (el punto al que llega la marea alta). Y segundo, “privatización operando por la libre en la zona restringida, al interior. Mientras el mar presiona desde afuera, los negocios de los ocupantes privados amenazan el límite original desde adentro y la franja pública termina por reducirse”. 

“Desde mi punto de vista, este no debería ser un problema tan difícil de resolver si el Instituto Geográfico Nacional actualiza la información técnica sobre el nivel de las pleamares y la verdadera franja de Zona Marítimo-Terrestre actual según los términos de Ley”, expresa en su informe. 

Según el geógrafo, actualmente los vecinos de Marbella pueden observar cómo el agua sube hasta esa calle que da acceso al restaurante Tiki Hut, construido por Jeffrey Allen.

Desde la Federación Ecologista se ha pedido a la Municipalidad de Santa Cruz verificar si las construcciones frente a la playa invaden la zona pública y si tienen los permisos correspondientes, pero no les ha dado respuesta a pesar de una orden de la Sala Constitucional, según se menciona en el informe de Villalobos. 

La organización también ha apoyado a vecinos de Marbella en la denuncia de situaciones como la construcción de un puente sin permisos en el cauce de un manglar entre playa Frijolar y playa Coco. 

Rosibel Córdoba es marbellana por decisión. En un recorrido por las playas de esta comunidad, relató el impacto negativo que ha tenido el desarrollo inmobiliario en los manglares y los conflictos por el acceso al agua. Foto: César Arroyo Castro

El sociólogo José Arturo Silva, de la organización Alba Sud, publicó recientemente un informe en el que se refiere al impacto del turismo residencial en Marbella. Allí explica que la comunidad entró en el radar de los inversionistas durante la explosión turística inmobiliaria en la primera década de los años 2000, pero que el ciclo de desarrollo no ha terminado. 

Ahí retoma el testimonio de un poblador con más de 60 años de vivir en la comunidad, quien recuerda que a finales de la década del noventa se vendían lotes entre uno y cinco dólares, mientras que ahora el valor de reventa está entre los 600 y 4.000 dólares el  metro cuadrado. 

«El precio depende de si es un lote con obras ya construidas, de los servicios y amenidades que incluye y de las fluctuaciones del mercado», agrega el documento. 

Según Silva, Marbella es un ejemplo de que ese ciclo de inversiones pasa por un acelerado proceso de acaparamiento de tierra, por la gestión privada del agua para abastecer residenciales, por la falta de atención por parte de instituciones públicas y una reestructuración del tejido comunal. También es una muestra de cómo esa suma de factores devienen en conflictividad social que se vio con las denuncias por la administración del agua. 

El investigador también señala que, ante la falta de acciones institucionales y las amenazas, algunas personas de la comunidad optan por buscar apoyo en organizaciones externas, como Fecon. 

La dinámica de enclave turístico que sigue Marbella restringe las posibilidades de incidir en la comunidad por los mecanismos tradicionales de participación cantonal. Ese componente de aislamiento contribuye a la inoperancia institucional y es uno de los retos que comunidades rurales alejadas contrarrestan con la búsqueda de apoyo externo”, señala Silva en su informe. 

La Voz de Guanacaste intentó conversar con el alcalde de Santa Cruz, Jorge Arturo Alfaro Orias, sobre las problemáticas ligadas al desarrollo inmobiliario en estas y otras comunidades del cantón. No obstante, por medio de correo electrónico, la secretaria de Alcaldía indicó que el alcalde tenía la agenda comprometida. Además, adujo que debía responder un recurso de amparo que este medio interpuso ante la falta de respuesta a solicitudes de información sobre permisos constructivos y patentes municipales. 

Entre el desarrollo y la cautela  

Frente a la playa, bajo el sol incandescente, Rosibel nos muestra el puente que se construyó en el cauce de un manglar entre playa Frijolar y playa Coco mientras explica lo que ha podido investigar. “No existe un estudio ambiental por parte de Setena (Secretaría Técnica Ambiental) que diga que esto se puede hacer en este lugar. ¿Qué es lo que ha pasado? Que la fauna y flora local fueron eliminadas casi en su totalidad. Además, esa es una zona de desove (de tortugas) y por contaminación del manglar ya no es una zona adecuada para ellas”, señala.

Acompañar a Rosibel por estos caminos y estas playas es como ser parte de la comunidad. Todo el mundo la saluda.

De regreso al centro de Marbella coincidimos con Elder Angulo, uno de los primeros pobladores. Tiene 75 años, camina animado y su sonrisa se asoma por debajo del bigote gris. Lo acompañan sus amigos inseparables: Capi y My love, sus dos perros. 

A pesar de que está pensionado, Elder no se ha retirado del todo de su oficio de pescador artesanal. Ama el mar y la pesca, nos cuenta mientras muestra la cuerda enrollada en la madera. 

Relata que, años atrás, algunas personas marbellanas tenían grandes extensiones de tierra cerca de la playa, pero las fueron vendiendo.

Dice que “gracias a Dios” Marbella se pobló, que llegaron muchos extranjeros, compraron propiedades y ahora sus hijas trabajan en esos desarrollos urbanísticos en labores de limpieza. «Creo que les pagan ₡2.000 la hora”, detalla Elder. 

Pero algunas situaciones sí le hacen sentirse incómodo, como ajeno en su propia tierra. “La tranquilidad y privacidad que teníamos ya no es igual. Ya todo cambia, a como viene gente buena, viene gente mala, ¿me entiende? Entonces ya uno, pues tiene que adaptarse, acostumbrarse a vivir humildemente, como dice uno”. 

A eso, Elder le suma que “con el desarrollo, todo se hace más caro”. “Ya para una persona pensionada, como yo, con ₡82.000 (al mes) que es mi pensión, es duro”, se lamenta. 

–¿Cómo se imagina este lugar en unos diez años, don Elder?

–Yo me imagino que esto va a ser demasiado desarrollado. Va a llegar el tiempo que uno no va a poder ni pescar ni salir a las playas, porque todo el que compra va a prohibir…

Elder Angulo es pescador artesanal y uno de los primeros pobladores de Marbella. Él agradece el desarrollo urbanístico que genera empleos, pero también le preocupa que con ello viene el encarecimiento de la vida y la pérdida de la tranquilidad que caracteriza a esta comunidad. Foto: César Arroyo Castro

Las expresiones de agradecimiento de este pescador por los trabajos generados con el desarrollo turístico y urbanístico se repiten en el centro del pueblo de Marbella, donde según explica Rosibel, se concentran los pobladores oriundos de la zona. 

Entramos por un callejón sin salida donde no se ven grandes construcciones, sino unas cuantas viviendas sencillas y deterioradas. Isabel Zúñiga descansa en una mecedora, en el patio con techo de la casa que arrienda por ₡130.000 al mes. Hay un gallo que no canta y un perro echado. 

Isabel es delgada y amable. Tiene 70 años y nueve hijos; algunos de ellos están en ese momento en la casa, que es de madera y tiene algunas tablas carcomidas por el tiempo y la humedad. Aunque es evidente que no viven con abundancia, Isabel está agradecida. Sus hijas trabajan en limpieza en algunos de los grandes residenciales y sus hijos en construcción. Tienen empleos. 

“Entonces ahí vamos, repartiéndonos un poquito y un poquito”, dice Isabel tímidamente.

Algo es cierto: cuando las carencias son muchas, la palabra desarrollo puede significar, al menos, tener un empleo de ₡2.000 la hora. 

Créditos

Investigación: Hulda Miranda

Fotografía: César Arroyo Castro
Edición: María Fernanda Cruz y Noelia Esquivel Solano

Diseño: Roberto Cruz
Coordinador de audiencias: Rubén F. Román
Traductora: Arianna Hernández

 

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