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Mario Fennell, el señor de los trompos

A sus casi 76 años, don Mario no conoce la pereza ni de lejos. Tiene a quien salir, pues su papá  Melico Fennell  tiene 100 años y camina cada mañana por las calles de Las Juntas saludando a todos en el pueblo.

Es el segundo de 11 hermanos. Comenzó a trabajar muy temprano como ayudante en un taller de ebanistería en el taller de Rubén “Bencito” Román, donde ganaba 20 colones por quincena, luego se fue como dependiente a una pulpería. Finalmente, cuando tenía 16 años, entró a la oficina local de correos y telégrafos donde muchos años después se jubiló.

 

 

Don Mario el peluquero

Hace muchos años el mejor peluquero de Las Juntas era  Fabio Ledezma. “Era un peluquero finísimo, pero también era dos cosas más; tenía tres cosas que terminaban en ero: peluquero, talabartero y tandero”, cuenta don Mario.

Pocos años antes de que Ledezma se retirara del oficio de peluquero, don Mario ya había comenzado a practicar con sus hermanos menores. “Desde que tenía 18  años le cortaba el pelo a mis hermanos en la casa y luego mi amigo don Santiago Ovares fue mi primer cliente” recordó con una sonrisa.

Cuando le pregunto, don Mario menciona con absoluta precisión el día que abrió su primer local: 22 de abril de 1962, mismo que atendía siempre después de salir de su trabajo como cartero. Trabajaba desde las 5 de la tarde hasta las 9 o 10 de la noche.

En sus más de 50 años acicalando cabezas ha cortado el cabello a miles de abangareños hasta llegar a atender cinco generaciones de una misma familia, como es el caso de uno de los clanes Segnini, pues atendió en su peluquería a don Antonio Segnini Luppi y a cuatro de sus descendientes en línea directa, todos de nombre Fernando Segnini: Castro, Alpízar, Zumbado y Villalobos.

Dice que durante muchos años fue el mejor peluquero de Abangares -pues era el único- pero ahora que hay competencia prefiere que eso  mejor lo digan sus clientes, muchos tan fieles que viajan bastantes kilómetros para sentarse en su silla y además de salir “peluqueados” darse una buena plática con don Mario. Asegura que ese cuarto donde trabaja cada día es una pequeña universidad donde el más beneficiado ha sido él.

Don Mario el trompero

Los Fennell son reconocidos como una familia de artesanos desde que el abuelo de don Mario llegó al país procedente de Jamaica. Era un talentoso ebanista que construía bellísimos muebles y que participó en la construcción del templo de Palmares y la escuela de Delia Oviedo de Las Juntas de Abangares.

Hace muchísimos años, siendo don Mario un niño, fue de paseo a San Ramón de Tilarán y allá vio a un muchacho fabricar un trompo; desde entonces le surgió curiosidad por hacer los suyos también. Recién casado, cuando supo que sería padre de una niña, fue a comprar un cepillo para madera y le construyó una cuna a su hija; tan buena fue la cuna que la usaron sus otros cuatro hijos también. Aún conserva aquel cepillo y el amor por la madera.

Hace 25 años recordó cómo siendo joven hacía sus trompos y se antojó de comprar un torno nuevo. Compró el torno y de un tirón hizo 100: guapotes, pasarrayeros y sapas. Cuando los tenía listos, se fue con su amigo Carlos Quesada a quien retó a duelo en la plaza del pueblo.

Llevó un trompo para cada uno más una docena en una bolsa y sus respectivas manilas. Uno a uno se fueron acercando niños y muy pronto regaló la docena de trompos que había llevado. El mercadeo fue tan exitoso que la voz se corrió pronto y al día siguiente desfilaron muchos niños más por la peluquería de don Mario preguntando si era cierto que él regalaba trompos, a lo que respondía “ayer sí, hoy los vendo.”

Aquellos 100 primeros trompos no duraron mucho y así comenzó la exitosa fábrica. Dice don Mario que durante ese año hizo ¢125000 vendiendo trompos de madera a ¢25 colones cada uno. Algunos años después dejó de fabricarlos pero hace tres años se antojó de nuevo y volvió a fabricarlos: compró otro torno y aunque a veces le toque cuadrar la madera “a punta de serrucho”, disfruta mucho construyendo estos tradicionales y bien acabados juguetes que más parecen una artesanía.

Como en los viejos tiempos, los sigue vendiendo en su peluquería -en Las Juntas, al frente de Correos de Costa Rica- con manila incluida. Con madera de guachipelín, ron ron, cocobolo o canelo que llegan a ofrecerle a la casa, clavos y tornillos, más una buena dosis de talento, paciencia y experiencia, este artesano abangareño sigue construyendo sus famosos trompos.

Don Mario el consejero

Durante más de 25 años, don Mario y doña Flor Araya -su esposa- facilitaron cursos prematrimoniales en la parroquia de Abangares, retiros y fueron consejeros de parejas. Ellos juntos han criado una gran familia de 5 hijos, once nietos y un bisnieto.

Cada cliente que llega “mechudo” al local de don Mario tiene no solo la certeza de que se irá satisfecho con su corte sino también con la buena conversación y muchas veces con un buen consejo.

No pierde oportunidad para invitar a los jóvenes a no dejar de estudiar, a ser buenos ciudadanos o involucrarse con las organizaciones de la comunidad. Él mismo fue regidor de la municipalidad de Abangares en el período 1990-1994 y nunca faltó a una sola sesión del concejo municipal.

Peluquero, trompero y consejero, este caballero de Abangares sigue trabajando como el primer día y muchos más.

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