Comunidad, Turismo

Matambú abraza su cultura con tours sobre la vida chorotega

This post is also available in: English

El día empezó a las 7.00 a.m. con un desayuno: pinto, maduro, queso fresco y un huevo pateado en el corredor de la casa de don Pedro Pablo Pérez Castrillo y doña Elizabeth Hernández Juárez, dueños del emprendimiento turístico Nangú Chorotega, que significa “hogar” porque ellos lo que quieren es que este sea el hogar chorotega de todos los que vengan.

Desde el 2012, la pareja recibe visitantes, les llevan de paseo por su finca, les alimentan y les dejan experimentar la vida chorotega contemporánea desde su perspectiva.

Tras el desayuno, un grupo de 12 estadounidenses y yo emprendemos la caminata hacia una catarata y tardamos unos 40 minutos en bajar, con un poco de dificultad porque la bajada es un poco resbalosa, pero no tanta como para dejar de hacerla. Nos guía Marvin Hernández, un estudiante de la sede Chorotega de la Universidad Nacional, quien junto con Yocksan Hernández fundó su empresa Matambú Tours, arma las experiencias completas para los turistas.

Pedro Pablo Pérez Castrillo es el dueño del terreno en el que está la cascada.

La catarata es alta fría y rápida, nos bañamos y los más atrevidos trepamos las piedras. El trillo, que pertenece a don Pedro y su hermano Ezequiel, está en constante mantenimiento.

Don Ezequiel además tiene un taller de cerámica que es nuestro próximo destino. A él lo que le gusta es dejar la cerámica sin pintar, porque el barro que se consigue en Matambú es de un color tan bonito que no es necesario pintarlo. En su taller Finca Nemú Nekupe produce piezas utilitarias y también decorativas. Una de mis compañeras de aventura se apunta a hacer una vasija en el torno y don Ezequiel le enseña pacientemente pero Marvin nos apura porque ya son las 12:30 p.m. y doña Eliza ya está lista con el arroz de maíz con gallina criolla que nos hizo para almorzar.

Don Ezequiel Pérez ayuda a una de las turistas a usar el torno de cerámica.

El gestor de lo que vivimos hoy se llama Joshua Álvarez, un voluntario estadounidense del Cuerpo de Paz que reside en Matambú desde hace poco más de un año. Cuando llegó, sus anfitriones fueron don Pedro y doña Eliza y, estando ahí, identificó el potencial que tiene el pueblo para ofrecer experiencias auténticas de vida chorotega. Así, se dedicó a unir emprendimientos para formar una experiencia con los vecinos y los estudiantes de la UNA y dejarla montada para que en el futuro esto no dependa de él, sino de los mismos chorotegas.

El reto estaba, y todavía está, en la diferenciación tan marcada que existe en la comunidad entre los habitantes que buscan preservar su cultura e identidad indígena y los que prefieren integrarse dentro de la sociedad costarricense y desvincularse de la identidad Chorotega. Esto dificulta los procesos para trabajar en comunidad, dice Álvarez.

La experiencia que ofrece el tour es completamente autentica, eso incluye que los platillos sean tradicionales de la zona.

Este tour que hicimos el lunes 24 de julio es precisamente el proyecto piloto, parte del proceso en el que los emprendedores han luchado juntos para traer una nueva fuente de trabajo a la zona y empoderarse como empresarios.

A la 1:50 p.m., después del almuerzo en casa de don Pedro y doña Eliza, volvemos a salir. Subimos una cuesta que parece infinita y llegamos a la Asociación de Mujeres Emprendedoras de Matambú. Acá vamos a aprender a hacer rosquillas y tanelas en un horno de barro. Esta Asociación está conformada por ocho mujeres jefas de hogar que se reúnen dos veces a la semana para hacer productos para vender en algunos mercados en Nicoya y por encargo, pero no siempre, porque se les hace difícil conseguir los materiales para trabajar. Cuando están listas, comemos rosquillas calientes con café, escuchando el aguacero.

En la asociación de mujeres emprendedoras de Matambú cada uno de los turistas tuvo la oportunidad de amasar rosquillas y tanelas.

Ya casi es de noche y nuestra última parada nos emociona a pesar de que ha sido un día lleno de actividades. La Finca Prohima produce lechugas, tomates y pepinos orgánicos y también venden plantas ornamentales aclimatadas. Nos sirven la cena en las mesas largas debajo de un corredor alto, cenamos y conversamos, para este punto ya hemos estado juntos por once horas. El piloto resulta exitoso, ahora lo que resta es una conversación relajada y llena de complicidad.

Sin duda una de las atracciones más gustadas del tour son las plantas ornamentales aclimatadas.

Lo que debe saber:

Contacto: Matambú Tours: [email protected]Facebook.com/MatambuTours, o al número 8638-8890.

Precio: Los tour que incluyen una noche cuestan alrededor de $50. Otros paquetes varían dependiendo de las actividades.

Comentarios