
En su sala de ensayo detrás de la casa, Max Goldenberg se acomoda en una silla y hace lo que mejor sabe: pintar un universo nuevo con su voz y su guitarra.
Escuchar a Max Goldenberg tocar en vivo es presenciar un hecho histórico y estar consciente de ello. La tristeza dulce con la que canta a sus 80 años despierta una nostalgia del momento presente.
Yo no tengo ninguna preparación. Yo no soy músico más que de oído”, dice Max sin reprochar, pues ese oído lo ha llevado a componer cerca de 150 canciones.
Con la intención de que las partituras de su música queden documentadas, la Editorial de las Universidades Públicas Costarricenses (Edupuc) publicó el cancionero Multiversos Paralelos.
El libro contiene 12 canciones del artista nicoyano y otras 12 de otra leyenda viva de la música guanacasteca: Guadalupe Urbina.
Un puente entre dos universos
El proyecto estuvo a cargo de los músicos e investigadores Óscar Jiménez y Javier Alvarado, quienes a través del programa de promoción cultural de la Universidad Estatal a Distancia (UNED) propusieron crear este cancionero, con la intención principal de que estudiantes y docentes lo utilicen en sus clases de música.
Su visión es ampliar el repertorio con el que muchas personas aprenden música guanacasteca y diversificar la bibliografía en la enseñanza instrumental.
“Se siguen cantando en las escuelas las mismas cinco canciones de toda la vida y entonces al ponerlo así en partitura ya no hay excusa. Aquí hay 24 canciones de repertorio nuevo y también es importante que el país valore a los compositores y a las compositoras en vida”, comenta Óscar.
El repertorio no se expande únicamente con más canciones, sino con mayor diversidad de géneros. Por eso trataron de que las canciones incluídas en el cancionero reflejen la gran riqueza de ritmos que existe en las canciones de Max y Guadalupe.
“Max y Lupe se resisten a ser clasificados como artistas folclóricos, por más que la gente los quiera entender así, porque tienen una mirada de mundo sumamente amplia e integran a sus composiciones, canciones y géneros de todo el mundo”, agrega Javier.

El cantante nicoyano de 80 años, Max Goldenberg, muestra el libro Multiversos Paralelos en su estudio en Nicoya.Foto: César Arroyo Castro
El cancionero contiene las partituras de las 24 canciones, con un código QR cada una, en la que las personas pueden escucharla. Las grabaciones las lograron con el apoyo de la Universidad Nacional y Javier y Óscar fueron quienes crearon las partituras de cada canción, una tarea nada fácil porque cada una está compuesta desde lo oral y no para ser escrita.
Son canciones que son compuestas desde el cuerpo, desde la guitarra. Pero es importante hacer ese ejercicio porque es el puente que encontramos entre lo oral y lo escrito”, explica Javier.
El libro actualmente está a la venta en las librerías de todas las universidades públicas del país por un monto de ¢14.000.
La música del cuerpo
Hacia el final del libro hay un capítulo que se llama El saco de mañas, y habla sobre la rítmica, la manera de rasguear la guitarra de Max y otros músicos de la provincia como Adán Guevara Centeno, Goyo Díaz y por supuesto Guadalupe.
“Javier me dijo ‘Guadalupe, es muy importante que dejemos tu forma de tocar la guitarra porque es una forma muy particular’. Yo tengo mucho problema con los tendones de la mano izquierda, entonces yo tengo que tocar de tal forma para no estirar mucho los dedos. Entonces me dijo ‘eso deberíamos dejarlo documentado’”, recuerda la compositora.
Rescatar las características particulares de cada artista es una forma de preservar esos detalles que no pueden quedar plasmados en una partitura, pero también es una invitación a quienes desean aprender estas canciones a que le sumen sus propias interpretaciones.
“Una se asusta un poco de que los libros se queden en los anaqueles de la erudición. Entonces a mí me gustaría mucho ver esa fuerza y esa creatividad en la música”, dice Guadalupe.
Ambos recopiladores, tanto Javier como Óscar, comparten la visión de Guadalupe y esperan que las personas pongan estas canciones en contacto con otros géneros, que experimenten y se arriesguen. Porque confían en que mientras los repertorios de estas músicas se estén resignificando van a seguir vivos.
“Yo quisiera que los jóvenes fueran más lanzados, que no se conformaran solo con aprender el solfeo y la ejecución de algún instrumento, sino que explotaran y lanzaran hacia el aire todo lo que tienen para decir, sobre todo en un ambiente como el que nosotros vivimos, que es tan rico y tan sugerente para hacer cosas lindas”, añade Max.
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