Derechos Humanos

“Mi círculo de violencia empezó a los 16”

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El padre de mis cuatro hijos, Alberto, era 10 años mayor que yo. Era mi primera vez con una pareja.

Al principio todo transcurrió en “calma”, pero cuando empecé a trabajar, unos tres años después de que nos conocimos, las agresiones empezaron.

Yo trabajaba en una ferretería frente al hospital de Nicoya y él llegaba ahí siempre. Me llevaba un fresco a las 8 a.m, a las 10 a.m una manzana, a medio día me llegaba a recoger, luego me llevaba el café. Yo pensé que todo era por amor, nunca pensé que fuera control.

Llegué hasta a administrar el negocio y, en esa época, una vez me gané un reconocimiento por ventas que fui a recogerlo con él a San José. Ahí, frente a la gente, me agarró y me dio un manazo. Recuerdo que me dijo: así te quería agarrar zorra.

Después de eso ya nada más íbamos caminando y si a él le molestaba algo me daba un manazo.

Alberto tenía un problema porque consumía drogas. Él llegaba drogado y me maltrataba, hasta me llegó a violar. Recuerdo que cuando me decía que quería salir yo hasta temblaba y lloraba del miedo de solo pensar que cuando regresara me tocaba la golpiza del siglo.

Pero todo eso pasaba y él llegaba llorando, pidiendo perdón y yo le creía. A los días, todo volvía a empezar. Nada cambiaba.

Fue a los diez años de estar con él que un día me levanté y dije: hasta aquí. Lo que no sabía era que me esperaba una última golpiza. De las más grandes de mi vida. La que me hizo dejarlo para siempre.

Un lunes 1° de diciembre, a dos meses de yo haberlo terminado, salí de trabajar y fui al Palí a hacer unas compras, él me persiguió por todo el supermercado. Cuando yo salí, solo recuerdo que alguien me tocó el hombro (Alberto),  yo me volví y recibí dos golpes en seco. Me levanté en el hospital México con seis fracturas en la cara. Duré un mes sin comer y un año en rehabilitación.

Después de eso tuve dos relaciones más, una con un francés y otra con Enrique; con quien empezaría mi verdadera transformación.  

Con un chilillo de cuero, Enrique me agarró hace dos años y me golpeó tanto que tuve que dormir días boca abajo de cómo me dejó la espalda. Pero ese día yo no le supliqué que me dejara de golpear. Ahí me di cuenta que tenía el valor para irme.

Al tiempo de eso, puse una denuncia y me mandaron a protección de la víctima y un amigo me llevó al Inamu y ahí hablé cosas que desde los 16 años me callé.

Volví a retomar mi vida cuando yo misma no daba ni un cinco por mí. Me metí en política, hago chileras, hago mis conservas y las vendo. De hecho, estoy esperando el apoyo para fortalecer mi pequeña empresa.  Soy presidenta de una Asociación para personas adultas en condiciones especiales, trabajo con un grupo de mujeres en San Martín que están en riesgo social. Lo que yo más quiero es que las mujeres se empoderen.

Me costó tres intentos de violencia graves pero ahora sé que yo tengo derecho a una vida, a volver a confiar y de volverme a enamorar.       

 

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