Tengo 25 años. Estoy sacando el quinto año porque quiero ser bachiller. Quiero ser profesional. También estoy estudiando con el programa Empleate, cocina hotelera, en la Politécnica Internacional. Esa es mi pasión.
Me siento fuerte, empoderada, y me repito siempre que las mujeres podemos hacer todo lo que nos propongamos. Estoy lista para enamorarme de nuevo.
Detectar las señales violentas a tiempo puede evitarles mucho dolor a las víctimas y hasta salvar sus vidas.
Pero no siempre las cosas han sido así. Cuando tenía 14 años conocí a un muchacho. Yo lo amaba y duré tres años con él. Pero llegó un tiempo en que me pegaba de la nada, me llegaba a vigilar al colegio, me controlaba.
Yo siempre supe que eso no estaba bien, pero él me decía que todo eso era para cuidarme. Entonces me hacía sentir como culpable.
«Yo le digo a las mujeres todo el tiempo que no callen, que el miedo se rompe hablando»
De él me embaracé de mi primer hijo pero me di cuenta de que estaba casado y todo terminó.
Entonces conocí a Bryan. Yo tenía cuatro meses de embarazo y la verdad me sentía sola. Algunas personas me decían que yo no servía para nada…yo estaba desesperada. Hoy puedo decir que estuve con él por interés.
Al principio me llenó de regalos, me daba cosas para mis hermanos (tengo tres pero son menores que yo y no podía contar con ellos). Me junté con él, vivíamos en la casa de la mamá, y nació el bebé. Él lo reconoció con sus apellidos, pero sin mi consentimiento. Es más, le puso hasta el nombre y ni me consultó.
Línea 911, juzgados, Inamu y oficinas de la mujer son algunos aliados para quienes sufren agresiones y sus seres queridos.
Con él todo se complicó. Él me decía que él vendía productos pero en realidad eran drogas. Yo lo dejé pasar porque necesitaba comida. Recuerdo un día que fui a la pulpería y me quedé media hora hablando con una conocida. Cuando regresé él ya estaba ahí y bueno… él no me dejaba moretones en la cara ni en partes visibles, solo en lados que la gente no veía.
«Ahora soy empresaria, confecciono mis propias prendas para vender»
El detonante fue un dia en agosto que mi mamá me dijo que si le podía venir a ayudar a Nicoya en un bar restaurante que ella tenía. Ese día yo le dije a él, pero no me dejó. Me sacó un cuchillo y estaba a punto de meterlo en mi estómago, yo con el niño en brazos. No sé cómo pero mi mamá llegó a tiempo y logró sacarnos de ahí, a mí y a mi hijo. Ella me salvó la vida.
Después de eso dije: no voy a dejar que nadie más me pegue, me quedé un año sola, pero después conocí a otra persona y las agresiones fueron verbales. Con él tuve a mi segunda hija.
Él no quería reconocerlo, aunque al final, por insistencia mía, accedió. Aunque llegó a decirme: “quién sabe a usted quién la preñó”.
Él siempre anduvo con mujeres, decía que iba a cambiar, llevaba plata, cambiaba una, dos semanas, salíamos a pasear y después todo seguía igual.
Cuando retomé el colegio todo se puso peor. El control era demasiado. Sin pensarlo mucho me fui al IMAS y a la Oficina de la Mujer. Me refirieron al Inamu. Me hablaron de mis derechos, de lo que valgo como mujer, de que los problemas no los busca uno, que es mi cuerpo, que nadie me tiene que decir nada. Yo me decía a mí misma: todo lo que me están diciendo es cierto.
Por supuesto, mi pareja decía que lo que me estaban haciendo era poniéndome en contra de él, pero yo empecé a despertar. Empecé a trabajar y a ganar mi propio dinero, hasta a ahorrar. Hace un año lo dejé definitivamente y me siento fuerte para todo lo que venga.
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