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Miguel Fajardo Korea: “La educación es el arma de ascenso social”

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Miguel Fajardo Korea vivió una infancia con muchas carencias pero está convencido de que la educación le permitió labrar un camino de superación para llegar hasta donde está ahora.

Este liberiano de 61 años es el ganador del Premio La Gran Nicoya 2017, la máxima distinción cultural que Guanacaste otorga a sus ciudadanos.

El galardón reconoce la labor que Fajardo Korea ha realizado durante más de 40 años de manera voluntaria e independiente como educador, escritor, editor,  investigador y promotor cultural.

Fajardo atesora 32 libros, 750 artículos en periódicos y revistas, 34 años dedicados a la enseñanza, 18 premios y distinciones y 40 intervenciones en actividades literarias, culturales y académicas. “Y aun me siento con mucha energía y ganas de seguir trabajando”, dice él.

Superarlo todo

Fajardo nació el 5 de abril de 1956 en Liberia. Su padre Miguel Sánchez era ‘zonero’: así se les llamaba a los hombres que se trasladaban desde Guanacaste hasta la zona bananera en el Atlántico para trabajar como peones en las fincas.

“Mi papá nunca me vio, porque tres meses antes de que yo naciera perdió la  vista en un accidente y estuvo ciego durante 47 años”. La discapacidad le impidió al padre seguir trabajando, de modo que su madre Ramona de Jesús Fajardo tuvo que batallar para sacar adelante a Miguel y a sus seis hermanos.

“Trabajaba muy duro en oficios domésticos, día y noche, en casas, hoteles, pensiones. Fue una mujer muy valiente y murió joven a los 55 años”. Tanta fue la admiración por esta mujer que él decidió adoptar los apellidos maternos.

A pesar de las penurias económicas, el pequeño Miguel siempre se sintió motivado por educarse.

“La educación es el arma de ascenso social”, dice.

Así, realizó sus estudios primarios en la escuela Ascensión Esquivel, en Liberia, y recuerda con especial cariño a su maestra de tercer grado, la “niña” Rose Marie Nassar, quien un día le dijo que él tenía inclinación por las letras. “Y me dejó con esa espinita”.

Cuando aprendió a leer se convirtió en una especie de lazarillo de su padre, cuenta él. “A través de la lectura, yo lo guiaba por un mundo que él no podía ver. Le leía los periódicos, libros. Siempre nos comunicábamos a pesar de su ceguera”.

En el colegio también fue alentado por la profesora Hilda Camacho para seguir por el camino de la literatura. Y así lo hizo, pues cursó el bachillerato y la licenciatura en Lingüística y Literatura en la Universidad Nacional (UNA).

Su debut literario fue en 1981, no con uno, sino con 3 libros: los poemarios Urgente búsqueda, Estación del asedio y Extensión del agua. El segundo ganó el premio Joven Creación de ese año.

A partir de ese momento la poesía se convirtió en su género literario favorito y hasta la fecha tiene escritos 14 poemarios.

 

Los poemarios de Fajardo

  • Nosotros del mundo, (España, 1983)
  • Parte del fuego (República Dominicana, 1983)
  • Solo la noche (1989)
  • Las puertas del sol, (1992)
  • Margen del sueño (2000, Premio Jorge Volio)
  • Travesías (2008)
  • La demora más larga (2012)

Fajardo también ha dedicado varios años a investigar sobre la vida y obra de guanacastecos que dieron su aporte a la música, la poesía y el rescate de tradiciones.

Libros dedicados a personajes guanacastecos:

  • Héctor Zúñiga: palabra y canto (1993)
  • Sacramento Villegas: canción en el tiempo, (1994),
  • Medardo Guido: cantares de la pampa (1996 y 1997)
  • Los caminos unánimes de Ciro Montero (2009)
  • Jesús Bonilla… dimensiones (2011)
  • Lía Bonilla: caminante de Guanacaste (2012).
  • Otras lunas: presencia femenina en la literatura de Guanacaste (1892-1996)
 

Además, fue director de cuatro revistas y ha sido editor de 28 suplementos culturales anuales en el periódico Anexión, de Guanacaste.

Para él la cultura no es patrimonio de unos pocos sino de todos. Como vicepresidente del Centro Literario de Guanacaste, fundado en 1974, impulsa la obra de jóvenes autores de la provincia.

“El primer sábado de cada mes nos reunimos en sesiones de lectura crítica para intercambiar conocimientos. A diferencia de algunos talleres en el Valle Central en donde los participantes siguen la línea del escritor líder, aquí cada uno es dueño de su estilo”.

Su otra pasión es educar. Durante 34 años, fue educador. Pasó por el Liceo Laboratorio de Liberia, el Liceo Nocturno de Liberia y la Universidad Nacional como profesor. Por esa convicción que tiene, se molesta con algunos profesores que no demuestran el mismo compromiso.

“Yo no veo esa pasión en los nuevos profesionales de la educación. Hay desinterés, apatía y esto desmotiva a los estudiantes. Los educadores deben convertirse en líderes a seguir y no solo ser educadores ‘de quincena’”, dice. Él es testimonio de que una sola maestra comprometida con la educación de los niños puede cambiar al menos una vida.

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